miércoles, 10 de febrero de 2016

¡La corrupción no se perdona!

El último libro publicado con entrevistas al Papa Francisco nos ha dejado una joya sobre la corrupción: ¡La corrupción no puede ser perdonada! Y no puede ser perdonada porque el corrupto no se siente culpable, vive en una especie de burbuja propia en la que todo lo que hace es justo y legítimo. Se trata de un tema importante en el mundo actual, especialmente en España por los numerosos e importantes casos de corrupción que están bajo investigación policial o en juicio. Se trata de un tema tan antiguo como el nacimiento de los sistemas de gobierno hace 5000 años. Cuando los hombres se organizan para vivir en sociedades complejas, es habitual que algunos quieran hacer uso de lo que es común, de los bienes comunes, en beneficio propio y de su familia o grupo. Así nace el soborno y la extorsión, que no son sino una forma de que lo que es de todos pase a manos de unos pocos, lo mismo que el fraude y el robo, o incluso el clientelismo. En la tradición bíblica tenemos el surgimiento de las leyes que protegen a los pobres de los poderosos. La institución del Año Sabático y del Año Jubilar, que establecen el perdón de las deudas y la liberación de los esclavos por esa causa cada 7 años y además el reparto igualitario de las tierras cada 50 años, tienen la finalidad de sanar el mal de la corrupción de los poderosos que utilizan la miseria de los hermanos para enriquecerse a su costa. Los profetas también criticarán a los jefes del pueblo que tuercen el derecho y convierten la justicia en acíbar, y que sobornan a los jueces para aprovecharse de los pobres.


La cuestión de la corrupción es tan antigua como los sistemas de gobierno, pero la tradición que nace del Éxodo, es decir, la tradición que surge de la acción liberadora de Dios que ve la aflicción de su pueblo y baja a liberarlos de la injusticia de Egipto, es una tradición que se opone a las prácticas corruptas que utilizan a los hermanos para su propio enriquecimiento. Esa corrupción, ayer y hoy, sigue haciendo un daño enorme a las sociedades, degradadas hasta el punto de aceptar la corrupción como una realidad normalizada en la sociedad. En España hemos visto cómo políticos corruptos que se han escapado de la justicia por cuestiones formales, eran reelegidos en las urnas por mayoría absoluta, haciéndose la población cómplice de la corrupción de estos políticos. Precisamente por eso dice el Papa Francisco que el pecado se perdona, pero la corrupción no puede ser perdonada, pues “la corrupción es el pecado que, en lugar de ser reconocido como tal y de hacernos humildes, es elevado como sistema, se convierte en costumbre mental, una manera de vivir”. Por eso nos dice el Papa que no puede ser perdonada, porque no es un acto, es una condición, un estado social y personal en el que la gente se acostumbra a vivir. Y así, concluye Francisco “la corrupción hace perder el pudor que custodia la verdad, la bondad y la belleza”, es la máxima degradación posible de lo humano. El corrupto, para obtener el perdón, debe transformar su ser por entero, así será capaz de reconocerse como pecador, solicitar el perdón y ser perdonado.


Vídeo de la presentación en las jornadas de Corrupción e Historia en la Universidad de Murcia el 9 de febrero de 2016


http://tv.um.es/video?id=77671&idioma=es

  
Turno de preguntas: http://tv.um.es/video?id=77681&idioma=es

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