lunes, 23 de octubre de 2017

Tambores de guerra

En lo que va de año, el índice Standars & Poor's de la industria aeroespacial y defensa ha subido un 31.5 %, frente al 12.5% de la subida del índice general de S&P. Esto necesita de alguna explicación. La lógica de los mercados financieros nos dice que cuando un sector sube es porque se espera que haya beneficios futuros o porque se está especulando con él. En este caso se producen ambas circunstancias y una más que paso a explicar. Los mercados financieros son el lugar por excelencia de la avaricia humana, pero también son la capital del miedo. El dinero es muy miedoso y si atisba algún tipo de riesgo huye como alma que lleva el diablo. Pero, lo peor para el dinero no es el peligro de perderlo, es el riesgo de no obtener lucro, pues el dinero creado como deuda sobrevive gracias a su reproducción constante. La Reserva Federal americana y el Banco Central Europeo no cesan de crear dinero como deuda a partir de la nada, nada lo soporta, no hay ningún valor objetivo que dé sustento a los varios billones de dólares y euros creados materialmente de la nada, como simples apuntes contables en el banco. Este dinero necesita crear su propia consistencia mediante su inversión productiva, con escasa rentabilidad para la avaricia de los mercados, o mediante su inversión especulativa, más provechosa a corto plazo. Esto es lo que están haciendo los mercados.

El dinero ocioso, creado por los bancos centrales para que los bancos comerciales rellenen sus agujeros contables, busca inversiones de alta rentabilidad para sostenerse en la nada de su origen. Un 10% de media en las inversiones habituales no es suficiente, de ahí que se lancen al sector que ven más dinámico, ese sector es a día de hoy la defensa, eufemismo que quiere decir la guerra. La guerra es una inversión segura, pues supone crear destrucción que luego habrá que reconstruir. Invertir en armamento, inteligencia militar y otras industrias anejas, no deja de ser un acto performativo, pretende crear aquello que propone. Sin inversión militar no hay guerras y sin guerras no hay inversión militar. Esto es lo que vemos que está sucediendo en 2017, la rentabilidad de los mercados es demasiado escasa para tanto dinero que hay en circulación sin base material y que busca crear su propia realidad. Eso explica el 31.5% de aumento del sector de la guerra en diez meses, una rentabilidad estratosférica que solo tiene dos salidas: o hay guerra a gran escala para materializar las inversiones, o revienta la burbuja y el dinero salido de la nada a ella regresa. Ambas salidas son malas, pero, qué queréis que os diga, prefiero la segunda, aunque me temo lo primera.


La evidencia empírica sobre los mercados nos indica que cuando un valor sube de forma desproporcionada es que se está produciendo una burbuja financiera que no responde a una realidad económica sólida. Así sucediendo con las tecnológicas en el año 2000 y con la industrial inmobiliaria en 2004-2007. Ambas acabaron estallando creando un agujero del que aún estamos saliendo. Parece que los mercados han encontrado donde colocar su dinero ocioso y eso nos indica por dónde va la siguiente quiebra, aunque al tratarse de industria bélica, es muy posible que no acabe estallando la burbuja sino la guerra. Al fin y al cabo, que haya guerra depende de decisiones políticas y no parece que los actuales rectores globales sean muy reacios a la guerra, sobre todo si tenemos presente que las grandes industrias de la guerra en EE.UU. son las que han financiado la campaña electoral de Donald Trump. Así es que, como se dice por aquí, "que Dios nos pille confesados".

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