Tenía que ser Žižek, siempre Žižek , quien diera en el clavo de los sucesos mundiales. En un magnífico artículo que se ha distribuido estos días por todo el mundo, da un repaso a los acontecimientos de revueltas que parecen propagarse por distintos países. Así, analiza los sucesos de Londres, la supuesta primavera árabe y el movimiento de los indignados. E, inesperadamente, encuentra un hilo común que los une. Como siempre, recurre a su tradición de pensamiento y vuelve a Hegel. Los acontecimientos históricos lo son en la medida en que se repiten. Un acontecimiento aislado bien puede ser un accidente o el resultado del azar, pero la repetición del gesto indica la fuerza del Geist que impulsa la historia, diría Hegel. Esto mismo es lo que vemos en los tres acontecimientos analizados, pero mediante su inversión crítica, como en espejo cóncavo, que diría Max Estrella. No es que los tres eventos sociales, Londres, Tahirir y Sol, deban ser metidos en el mismo saco hermenéutico para ser comprendidos, al contrario, es el resultado de los tres lo que los hace semejantes y dignos de ser analizadas con la fina crítica zizekiana. En los tres eventos se percibe el aire de derrota de los tiempos que vivimos. El modelo social impuesto desde hace dos siglos, agonizante, sigue marcando los ritmos, incluso de las rebeliones.
Si echamos un vistazo a lo que ha quedado de la revolución de Egipto, los resultados no pueden ser más descorazonadores. Los militares, herederos del mubarakismo, y los islamistas, enemigos de la democracia, se han aliado contra las fuerzas democráticas e igualitaristas que fueron los que organizaron la protesta mediante varios lustros de organización de la sociedad civil y de aglutinamiento de fuerzas. En Londres la situación es muy sencilla de explicar: miles de jóvenes presionados para consumir sin medios económicos para ello. Lo visto allí es la reacción lógica de estas circunstancias, han consumido de la única manera que podían hacerlo: destruyendo todo a su paso. Son grupos juveniles sin ideología, o lo que es peor, con el corazón podrido por la ideología del consumismo. Pero lo de Sol es otra cosa.
La sensación que transmite el movimiento de los indignados es de novedad juvenil, aunque hay mucha gente que lleva mucho tiempo en esto de la movilización social. Pero los grupos sociales tienen edades, como los seres humanos, y ahora están en la adolescencia. Han pasado por la infancia de la reacción y ahora están en ese momento en el que el ser humano rechaza toda autoridad para autoafirmarse. Lo podemos ver en esta especie de contumacia anarcoide que les invade. Rechazan a los políticos en bloque, a los partidos políticos, a las organizaciones sociales que hasta ahora han sido representativas, pero ese rechazo es concomitante con un pliego de exigencias, de demandas, a esos mismos políticos a los que no quieren, como el adolescente, que rechaza la autoridad del padre de la que reclama el sustento.
Es un movimiento joven y de ahí le viene tanto las bondades como las carencias. Bondades son la pasión por la justicia y la perseverancia en la búsqueda de la verdad en estas circunstancias; carencia es, sobre todo, la falta de un proyecto maduro de cambio social. El 15M ha de convertirse en un proyecto político que presente ante la sociedad sus demandas y recabe el apoyo de la mayoría para así hacer una verdadera revolución social y no una mera revuelta. Ha ahí la diferencia entre la madurez y la adolescencia social. Las protestas en la calle, la rabia contenida y las acciones más o menos lúdicas, no son suficientes para vertebrar un proyecto de cambio político y social de verdad. Para conseguirlo, como dice Žižek en el artículo referenciado, "se necesita un organismo fuerte, capaz de tomar decisiones rápidas y ponerlas en práctica con todo el rigor necesario" y no parece que el 15M vaya por ese camino.
Cuando Juan Bautista estaba en Maqueronte, poco antes de su decapitación y oyendo hablar de Jesús, antiguo discípulo suyo, manda a preguntarle si es él el que había de venir o debían seguir esperando. La respuesta de Jesús es clara y contundente: mirad lo que sucede: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpias, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Nueva. Ahora yo pregunto: ¿sois vosotros los que esperábamos o hemos de esperar a otro movimiento social de protesta?
De momento vemos andar a los cojos y a algunos ciegos que ven, pero no hemos visto todavía resucitar a los muertos y mucho menos que a los pobres se les anuncie la Buena Noticia del Mundo Nuevo que ha de venir.
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