lunes, 31 de enero de 2011

Terrorismo financiero


Todos los que tienen dinero, mucho dinero, saben que el mejor sitio para guardarlo es en un paraíso fiscal. El nombre le viene que ni pintado a estos sitios. Son lugares donde si llegas con muchos millones nadie pregunta de dónde viene ese dinero, cómo ha sido obtenido y cuál es el uso que se le va a dar. A cambio de una mínima cantidad, tu dinero queda a buen recaudo en ese paraíso en la tierra, pero paraíso para el dinero. En esos mismos sitios, si algún ser humano sin dinero tiene la osadía de intentar establecerse, sobre él recaerán todas las leyes antiinmigración habidas y por haber. Los seres humanos tienen vedado el acceso al paraíso; espadas de fuego guardan sus puertas.

Uno de estos paraísos, las Islas Caimán, gozan de un excelente clima todo el año. Allí el dinero vive bien, sin tener que trabajar y sin ningún tipo de contratiempo. La Royal Navy se encarga de que nada perturbe la situación paradisíaca. La corona británica, dueña de aquel lugar, lo mima y protege para que el dinero pueda florecer y su vigor no mengue con el paso de los años. 554 bancos suman muchos millones de depósitos. En ocasiones deben importar gestores, pues los 52 mil habitantes no son suficientes para cubrir la demanda de trabajo. Diez habitantes por cada banco son muy pocos, sobre todo si hay que cuidar las cuentas bancarias del tráfico de drogas, corrupción política internacional, negocio de las armas, explotación sexual y, además, la evasión fiscal de países que no cuentan con un paraíso a la mano para su dinero, o es demasiado cercano para ellos, caso de España. Hace unos años, un alto directivo de un banco español, de apropiado apellido para su profesión, llevó allí unos cuantos miles de millones de pesetas: Suiza estaba demasiado cerca.

Estos paraísos, han sido el refugio dorado de toda la especulación financiera mundial desde hace más de veinte años, cuando las normas sobre circulación de capitales se relajaron tanto que todo aquel que tenía dinero podía, mediante unas pocas operaciones bancarias, enviar allí su dinero. Los traficantes y delincuentes internacionales cambiaron su método para blanquear el dinero. Antes debían adquirir bienes raíces o bien invertir en negocios legales, desde aquel momento no era necesario tal engorro, bastaba con llevar su dinero, ganado con tanto esfuerzo, al paraíso que el modelo capitalista les preparó. Como cantara el poeta, nuestros dineros son como los ríos que van a parar al mar, en este caso a los paraísos fiscales. Allí van a parar tanto los dineros de los delincuentes, como de los sinvergüenzas, como de los aprovechados y arrimados. Incluso algún ex presidente. Porque siempre es mejor cobrar tu dinero en un paraíso que compartir una parte de él con el resto de mortales.
En los dos últimos años, el dinero que disfrutaba de un magnífico retiro en estos paraísos, ha encontrado un paraíso mejor. Ahora, el resto del mundo se ha convertido en un paraíso para ese dinero. Sus poseedores han encontrado la ocasión para convertir el dinero en más dominio y posesión. Con la supuesta crisis, los mecanismos financieros internacionales han chantajeado a los gobiernos para que vendan a precio de saldo los bienes públicos. Han prometido desgravaciones fiscales y ayudas a la adquisición. Han jurado y perjurado que no intervendrán en nada de la gestión y que, en caso de problemas, se utilizarán los recursos públicos para rescatar el dinero que también estaba en el paraíso. De esta manera, el planeta entero se ha convertido en un paraíso para el dinero. Las oportunidades de negocio son inmensas y es de vagos mantener el dinero allí, en estado semivegetativo. Las materias primas están esperando la especulación, el petróleo es una gran oportunidad, la agroindustria ha conseguido patentar la vida y eso es negocio, las guerras deben ser financiadas y el cambio climático es una oportunidad de oro que algunos, por empecinamiento ideológico iban a perder, pero han llegado a tiempo para ver que el sufrimiento del planeta y de los seres humanos es negocio.
El mundo muere poco a poco, pero a nosotros no nos importa, no tenemos prisa. Si muriera muy rápido sí sería preocupante, nuestro dinero peligraría. ¡Hasta cuándo Señor!

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