Los grupos que se manifestaron el 15 de mayo y que acabaron tomando las plazas de más de doscientas ciudades y pueblos españoles, no son flor de un día, ni una tormenta pasajera, sino que han llegado como el último acto, hasta ahora, de un proceso de concienciación colectiva que lleva años intentando encontrar los cauces para que muchos, todos los que queremos ser dignos, podamos realizar nuestras propuestas de cambio en estos momentos de crisis del paradigma global actual. Durante los años previos a 2007 era difícil tener visibilidad. Los partidos y grupos oficiales ahogaban las reivindicaciones haciendo creer que desde dentro del sistema era posible un cambio; que las reformas serían suficientes. En cierto modo, todos estábamos atrapados por el espejismo de riqueza ilimitada que en los países enriquecidos anestesia las conciencias. Los movimientos antiglobalización fueron convenientemente excluidos del debate serio y las alternativas se hacían inviables. Sin embargo, tras el crack económico, precisamente cuando el paradigma capitalista ha dado visos de vulnerabilidad, muchos grupos y otros muchos de forma individual, han empezado a tomar conciencia de que esto no es una simple crisis, sino el cambio de paradigma social que muchos ansiamos que se produzca.
El paradigma actual, el capitalista, ha llegado a su máxima expresión de explotación del medio natural y de las sociedades. La crisis financiera es el síntoma de que ya no puede aumentar la tasa de explotación para seguir generando beneficios. Siendo imposible obtener más de los empobrecidos, ha orientado sus ataques contra los enriquecidos, contra el Estado de bienestar creado tras el 45 y que sirvió para que la clase obrera renunciara a la revolución bolchevique y se conformara con las migajas del capital. Aquella organización ha ido subsistiendo con ciertos recortes impulsados en la era Reagan-Thatcher, pero ahora se trata de una destrucción controlada del mismo para engordar las maltrecha Tasa de ganancia del capital. Como todos sabemos bien, se ha socializado el agujero financiero con el fin de que los Estados paguen las pérdidas del casino global que es la economía capitalista hoy; después se ha convertido el déficit en deuda pública, adquirida por aquellos que habían sido salvados por dinero público; ahora son estos mismos los que obligan a los Estados a desmontar las estructuras sociales de más de sesenta años de antigüedad para garantizar las ganancias del capital.
Estos acontecimientos de los últimos cuatro años son los que explican las movilizaciones actuales, porque el grado de indignación y de sufrimiento ha ido aumentando la masa de los que quieren un cambio hasta llegar a la "masa crítica" que permite la creación de un movimiento sólido. Una vez que estos se unen y generan el diálogo asambleario, las conciencias no son las mismas, el diálogo y la acción conjunta, como se dice del bautismo, imprime carácter. Las personas que han participado en estos actos no son las mismas tras ellos, han pasado por un rito iniciático. Los neófitos han gustado la miel de la verdadera democracia, el sabor del debate y la consecución del consenso tras la argumentación. Ya no quieren ningún sucedáneo, sea la democracia representativa o liberal, sea la dictadura económica del modelo consumista. Todas estas personas, sobre todo los jóvenes, han visto que es posible, que podemos organizarnos, que el pueblo unido puede ser vencido, pero se levanta y sigue la lucha. Han visto que son muchos los que simpatizan, aunque aún no tengan el valor de sumarse; han visto que unos pocos, bien organizados, pueden cambiar su mundo y que eso es el principio de toda revolución. Bastó uno para que la India se moviera. Fue suficiente con uno para que la población afroamericana se liberara. No fueron muchos los que consiguieron que un pueblo se levantara contra el invasor en Madrid. No se trata de cantidad, se trata de alcanzar la "masas crítica" social que, como en la energía nuclear, conseguida produce una deflagración imparable. Cuando los pueblos arman sus conciencias, no hay ejército ni manipulaciones que lo paren.
Para utópicos que siguen en la brecha:
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