lunes, 23 de mayo de 2011

Los "otros" resultados

El sistema electoral vigente nació en la época de la Transición, cuando dos grandes partidos se pusieron de acuerdo para construir una democracia de baja intensidad donde las fuerzas que habían tomado la calle no tuvieran el reflejo electoral que su implantación social les daba. Fue una forma de repartirse el poder entre dos, un bipartidismo simulado, no como en Reino Unido, en el que, gracias al modelo de división de las circunscripciones y la aplicación de la ley D'hont para repartir los puestos, se cae irremisiblemente en el beneficio de la minoría mayoritaria, que no mayoría, y de dos fuerzas que aglutinen el poder a ambos lados del espectro político.

En las elecciones de ayer, si analizamos bien los datos, vemos que de los 35 millones de personas con derecho al voto, 11.710. 000 decidieron no hacerlo, lo que supone un 34% del censo electoral. Esto quiere decir que la minoría mayoritaria es la abstención. Respecto al mismo censo, la opción minoritaria más votada ha obtenido 8.474.000, es decir, un 22% del censo. Ni ha llegado al 50% de los votantes, ni mucho menos al 50% del censo, sin embargo, la ley electoral que hemos explicado dará a esta fuerza política más del 50% del poder institucional en liza. Entre los dos partidos más votados ayer, no obtienen el 50% del censo, pero se reparten casi el 85% del poder institucional local y autonómico. Este es el modelo que los indignados quieren (queremos) cambiar. El modelo asambleario que hemos visto en las plazas de España es la verdadera democracia. Las decisiones comunes las tomamos todos y nadie tiene derecho a imponerlas a otros. Todos participan y las decisiones son adoptadas por todos en diálogo y consenso. Frente a esto tenemos el sistema mayoritario y bipartidista que nos han impuesto y que ninguno de los que gobierna cambia, sencillamente porque si gobiernas te interesa el modelo.

Creo que debemos impulsar una reforma profunda del sistema electoral y del funcionamiento de las instituciones, pues no se trata sólo de la legitimidad de origen de las mismas, sino de su mismo funcionamiento. La única forma de impedir esta dictadura de los mercados y de los poderosos que nos atenaza es conseguir que el poder se ejerza desde el pueblo y que se deba tener presente siempre a los ciudadanos. Sólo si los ciudadanos se corresponsabilizan de las decisiones y sufren en sus carnes los resultados de las mismas, entonces la democracia será real. Pero el modelo vigente está estructurado para que los ciudadanos elijan entre una cosa y su semejante, impidiendo el verdadero cambio, como hemos visto ayer en las elecciones locales y autonómicas. Solamente donde la democracia está más arraigada se ha dado esta opción.

1 comentario:

Martín dijo...

Está bien, quiero decir bien dicho, eso de elegir entre una cosa y su sumejante, porque en las grandes decisiones económicas no hay diferencia entre uno y otro partido. Lo que demuestra que lo que prima en las preferencias y recomendaciones externas electorales es la ideología. Por supuesto, estoy de acuerdo en que esa ley electoral, dejando aparte otras consideraciones, no ofrece resultados que respondan al voto ciudadano. Por justicia, debería cambiarse. Pero, como bien dices, no interesa el cambio. Saludos.

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