martes, 17 de marzo de 2009

Comercio Justo



Una de las soluciones viables ante la crisis económica está en establecer reglas globales de justicia comercial. Si hubiera reglas de este tipo, nunca se habrían producido las enormes cifras de especulación financiera que han desembocado en la catástrofe económica mayor de la historia. Lo que hasta ahora ha sido una simple cuestión de preferencias individuales, a partir de ahora se tornará una acción obligatoria para todos los agentes económicos. Es imposible salir de esta situación si no se toman medidas que permitan que todos podamos vivir dignamente, y estas medidas son sobradamente conocidas por todos. En un mercado globalizado de nada sirven los proteccionismos, se hace imprescindible crear reglas de juego justas y para todos los participantes. Imaginemos qué sucedería si en un deporte, digamos el fútbol, las reglas se aplicaran a todos los equipos menos a uno, éste podría jugar tranquilamente en fuera de juego, cometer faltas graves y penaltis sin ningún tipo de sanción. Como es notorio, habría una rebelión por parte de los otros equipos o bien se negarían a jugar. Sea como fuere, se rompería el juego. Pues algo así sucede en el comercio mundial, unos pocos, los países enriquecidos, han decidido las reglas y también han decidido que ellos no las cumplen. Uno de los ejemplos más lacerantes de esto está en la producción agrícola. En Europa, pero sobre todo en USA, la producción agrícola está altamente subvencionada. Se subvenciona desde la compra de semillas, pesticidas y herbicidas, hasta la roturación, siembra y recogida. Pero, aún peor, se subvenciona la exportación. Con todas estas subvenciones, el precio del trigo estadounidense, pongamos por caso, puesto en el mercado internacional, es inferior al precio de origen de cualquier país subdesarrollado. Como es comprensible, la gente comprará el trigo más barato en el mercado y esto hundirá a los productores locales. Como se ve, lo que hay aquí es un dumping económico, se está subvencionando productos para acaparar mercados. Otro ejemplo sangrante es el de los productos como café y cacao. Estos se producen en países poco desarrollados que dependen de su exportación para sobrevivir, pero existe un oligopolio mundial que controla la venta de los mismos. Estas pocas empresas como Nestlé o Kraft, se unen para poner el precio de los productos en origen. Esos precios se ven multiplicados en un 4.000 % cuando llegan al consumidor, proyectando grandes beneficios. Las empresas oligopólicas no se someten a ninguna legislación, entre otras cosas porque operan mediante paraísos fiscales, testaferros y otras paralegalidades que les permiten campar a sus anchas. Por estas y otras razones, distintos colectivos se han unido para promover un comercio realmente justo, porque no se trata de dar caridad, ni limosnas, sino de hacer justicia. Si a los productores en origen se les pagara el precio adecuado por su producto, esos países abandonarían en pocos años y por sí mismos la pobreza. No hacen falta campañas de solidaridad para alimentar hambrientos, sino para cambiar el marco legal internacional. Mientras esto se consigue, podemos elegir los productos de comercio justo, por ejemplo el café. Es cierto que su coste es de un euro promedio mayor que el no-justo, pero ese mismo euro marca la diferencia entre la complicidad con la explotación y la colaboración con la justicia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La crisis actual es una crisis de valores, sociales religiosos personales. Es hora de volver a la simplicidad, a le veracidad de una vida vivida desde la raiz. Y el comercio justo es necesario por justicia y dignidad,ya que proporciona dignidad a vidas que trabajan. Va siendo hora de elegir más allá de las leyes del mercado, de marcas conocidas que solo piensan en su beneficio. Gracias por el post

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...