jueves, 18 de mayo de 2017

El silencio eterno de los espacios infinitos

Blaise Pascal, uno de los hombres más inteligentes de su época, ante la contemplación de la bastedad del Universo que apenas comenzaba a vislumbrarse, dijo aquella frase que ha tenido bastante éxito, por el hecho de ser pronunciada por un creyente: "me aterra el silencio eterno de esos espacios infinitos". Esta frase puede tener dos lecturas. La primera es la lectura escéptica: el silencio del Universo equivale al vacío divino. La Creación no habla de un Creador, sino todo lo contrario, nada hay en ella que nos permita afirmar la existencia de un sentido, de un proyecto, mucho menos de un Ser que lo haya proyectado. Dios no existe, sería la conclusión de esta primera lectura. Y esto, viniendo de un creyente, sería una paradoja, aunque una paradoja explicable en el pensamiento pascaliano, pues de ahí surgiría su famosa "apuesta". Hemos de apostar por la existencia de Dios porque no es evidente. Sin embargo, la segunda lectura creo que es la más adecuada al pensamiento de Pascal, porque no es un escéptico y porque su pensamiento intenta que los datos de la ciencia y la propuesta de la fe entren en diálogo. 

El silencio eterno de los espacios infinitos hace referencia al silencio de Dios ante las necesidades humanas. Dios no interviene en las cuitas de los hombres y ante el sufrimiento, por muy atroz que sea, permanece en silencio. No es un simple deísmo que niega la capacidad de Dios para intervenir, no es Voltaire, es otra cosa. Pascal indaga el misterio de Dios que ha creado un Universo en el que se ha negado la capacidad de intervenir. Esto es fundamental para entender hoy lo que significa la fe. Una fe madura, no infantil, debe enfrentar esta realidad: Dios no interviene. Si Dios interviniera o pudiera hacerlo, inmediatamente caería sobre Él la acusación de Epicuro: si puede evitar el mal y no la hace, es malo, lo cual, añade el filósofo griego, no es propio de Dios. Entonces caemos en la siguiente acusación epicúrea: si no puede evitar el mal, tampoco es Dios. Epicuro está atrapado en la cuestión de los atributos divinos: omnipotencia, omnisciencia y benevolencia. Hemos de salir de ahí para entenderlo.

La ciencia actual nos dice que el Universo tuvo un comienzo y tendrá un fin muy determinado. Dentro de varios miles de millones de años, el Universo será un lugar inmenso, frío e inhóspito. Las estrellas habrán consumido su combustible y el Universo no albergará la vida que hoy pulula por doquier. Un Universo frío e inmenso es un Universo muerto. Lo cual nos lleva a la idea de una Creación para la Nada. Todo va hacia la Nada, hacia la muerte definitiva. Aunque es cierto que no hará falta esperar miles de millones de años. En un tiempo más corto aún, en apenas mil millones de años, la catorceava parte de la existencia actual del Universo, las estrellas estarán tan lejos unas de otras que posibles civilizaciones futuras no tendrán ningún conocimiento de lo que fue un día el Universo. Hoy habitamos el Universo en forma que es cognoscible, pero eso durará poco tiempo en escala astronómica. Si consideramos la vida en el planeta Tierra, la única que por ahora sabemos que existe, en apenas 100 millones de años ya no habrá condiciones para ella aquí. El alejamiento de la luna romperá el equilibrio del eje terrestre, lo que llevará a una inestabilidad que dificultará la existencia de seres complejos. Unido esto al acercamiento progresivo al sol y a la dilatación de éste, la Tierra será un lugar muy parecido al actual Venus.

Si apuramos un poco más nuestro argumento, las condiciones para la existencia de seres humanos en la Tierra apenas durará unos miles de años más, hasta la próxima glaciación. O, en todo caso, unas decenas de miles de años, hasta la pérdida del equilibrio climático natural, eso si el cambio climático antropógeno no acaba con la posibilidad de vida humana en un siglo. En todo caso, la cuestión para un creyente es ¿por qué existe un Universo que va a albergar vida durante tan poco tiempo y vida humana aún menos?, ¿qué sentido tiene crear algo tan efímero?, ¿por qué Dios no ha creado algo eterno y perfecto? Dicho de otra manera, un Universo de estas características, ¿qué nos dice de su Creador, si lo hay? Estas son las preguntas correctas desde los conocimientos científicos que tenemos y que son casi definitivos, pues están demostrados. Las respuestas que se pueden dar van desde el dualismo más craso: existe un plano de realidad en el que Dios es soberano y al que nos llama, siendo este plano de realidad que habitamos una mera aperiencia; hasta el ateísmo más burdo: todo esto no prueba sino que Dios es una falacia de la mente humana y que el Universo no alberga ningún sentido. Creo, sinceramente, que ambas respuestas son erróneas y que hay que buscar por otro sitio.

Los datos de la ciencia nos permiten vislumbrar los límites a los que se somete el propio Creador. El primer límite es la necesidad de que la Creación, al ser finita, se desarrolle de forma progresiva, es decir, que debe regir un proceso evolutivo que lleva desde una situación a otra. La evolución es una necesidad de una Creación que es finita. Y esta evolución determina el segundo límite que debe respetar el Creador, la autonomía de lo creado. Para que la Creación sea autónoma, el Creador no debe poder intervenir, de lo contrario habría trampas en el juego y los seres vivos serían poco más que meros peleles en manos de un destino predeterminado. La libertad en la Creación tiene como contraparte divina la imposibilidad de intervenir a nivel físico. La única intervención posible es la de la constitución de las leyes de contorno. Es decir, el Creador pudo establecer las leyes que rigen el Universo y desde ahí se gobierna todo el proceso. Estas leyes implican que hay una estructura de la Creación que genera seres vivos y  a partir de estos seres inteligentes capaces de crear grupos humanos amplios guiados por principios morales. Entre el momento inicial y la muerte final del Universo, la vida habrá sido un momento fulgurante, pero breve, y la existencia humana apenas un relámpago en medio de la tormenta. Los seres humanos habremos vivido poco más de 200 mil años en un Universo de varios miles de millones. ¿Qué sentido tiene esto?

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