Una de las consecuencias de la disolución social postmoderna en el ámbito, principalmente, de las relaciones económicas, es el nacimiento de un nuevo hombre: el homo consumptor, el individuo consumidor de su propio consumo, destructor, consumador, de sí mismo y de su entorno. Ya no hay posibilidad de creación social, ni de constitución del propio mundo, las herramientas han sido cercenadas. Ahora todo es técnica, una técnica muy sencilla para que cualquiera la pueda utilizar aunque no tenga la más mínima idea de las bases científicas que lo hacen posible. Estoy pensando, por ejemplo, en la revolución informática. Cuando en los ochenta nos formábamos en los centros de secundaria en informática, las máquinas que nos proporcionaban eran sumamente primitivas —¡32 kilobits de memoria!— y no permitían hacer nada que no se le ordenara –de ahí lo de ordenadores– mediante comandos que lo hacían, para ello era necesario tener unos ciertos conocimientos matemáticos. Hoy no es necesario tener ningún tipo de conocimiento previo, todo es muy intuitivo, sobre todo tras la aparición del sistema windows que lo ha hecho todo tan fácil, y del mouse que permite rapidez en el trabajo.
La razón científica que permite conocer la realidad y construirla, queda subyugada a un número muy reducido de medios de control. Los científicos mismos han sido atomizados en grupos de trabajo parciales que estudian ámbitos muy reducidos de la realidad. Nadie tiene un dominio amplio suficiente sino que éste queda en manos de las grandes corporaciones industriales y sus centros de investigación científica relacionados con ciertas universidades. Ningún científico controla nada más allá de sus experimentos concretos de un ámbito muy delimitado de realidad. Son las grandes compañías las que controlan, como el control que están consiguiendo con las patentes de los genes de plantas y animales por parte de las compañías fitosanitarias. Ya no son posibles un Newton, un Einstein o un Heisenberg. Ahora son las corporaciones las que lo hacen todo por nosotros.
El hombre consumidor es el hombre consumido por su propio consumo, hasta el punto de que ya no es hombre sino un individuo que forma una pieza dentro del proceso de producción postmoderna. Este proceso comienza con la creación de un marasmo y la conclusión en el vacío, la nada, el nihilismo absoluto que niega la historia, no ya atomizada sino reconstituida, como los productos lácteos en polvo a los que hay que añadir el agua para que se reconstituyan, para que vuelvan a ser lo que nunca han sido. El hombre postmoderno ha sido desustanciado para ser reconstituido según las necesidades de las corporaciones multinacionales y sus grupos mediáticos. Ya no tiene figura humana, y en esto se asemeja por oposición al "varón de dolores" que recordamos hoy, el que fue ejecutado por el Imperio por ser un estorbo a sus planes, el que fue eliminado por proponer una alternativa real a la inhumanidad del mundo, el que fue desfigurado porque su imagen era la esperanza de un orden nuevo, el Reino de Dios, opuesto al Reino del César.
La razón científica que permite conocer la realidad y construirla, queda subyugada a un número muy reducido de medios de control. Los científicos mismos han sido atomizados en grupos de trabajo parciales que estudian ámbitos muy reducidos de la realidad. Nadie tiene un dominio amplio suficiente sino que éste queda en manos de las grandes corporaciones industriales y sus centros de investigación científica relacionados con ciertas universidades. Ningún científico controla nada más allá de sus experimentos concretos de un ámbito muy delimitado de realidad. Son las grandes compañías las que controlan, como el control que están consiguiendo con las patentes de los genes de plantas y animales por parte de las compañías fitosanitarias. Ya no son posibles un Newton, un Einstein o un Heisenberg. Ahora son las corporaciones las que lo hacen todo por nosotros.
El hombre consumidor es el hombre consumido por su propio consumo, hasta el punto de que ya no es hombre sino un individuo que forma una pieza dentro del proceso de producción postmoderna. Este proceso comienza con la creación de un marasmo y la conclusión en el vacío, la nada, el nihilismo absoluto que niega la historia, no ya atomizada sino reconstituida, como los productos lácteos en polvo a los que hay que añadir el agua para que se reconstituyan, para que vuelvan a ser lo que nunca han sido. El hombre postmoderno ha sido desustanciado para ser reconstituido según las necesidades de las corporaciones multinacionales y sus grupos mediáticos. Ya no tiene figura humana, y en esto se asemeja por oposición al "varón de dolores" que recordamos hoy, el que fue ejecutado por el Imperio por ser un estorbo a sus planes, el que fue eliminado por proponer una alternativa real a la inhumanidad del mundo, el que fue desfigurado porque su imagen era la esperanza de un orden nuevo, el Reino de Dios, opuesto al Reino del César.
1 comentario:
La religiosidad perversa - aquella que subvierte la esencia de su contenido, con signos contradictorios- nos ha mostrado este viernes santo al "varón de dolores" porteado por el hijo de la baronesa de los cuadros- sí tyssen-, previo pago a la cofradía correspondiente, para que el nene, y su exclusiva pareja- vive de exclusivas al papel couché- aparezcan en los media y la semana que viene en la revista del saludo-¡ hola! Tambien a la duquesa de los cortijos alba y no se que más- haciendo su aparición- para demostrar lo bien que ha quedado despues de la sesión de "chapa y pintura", para hablar tambien en el semanario del saludo de lo bien que la ve su amigo entrañable. Previo pago a la cofradía de turno para los cristales Swarosky del manto del paso de turno.
Cuando el dinero compra vanidades bajo manto religioso, la perversión posmoderna toca fondo. Solo queda ascender . Y pedirle al varón de dolores y su santa madre que perdone " pues no se sabe lo que se hace"
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