miércoles, 3 de junio de 2009

La Nueva Creación

El Evangelio paulino puede leerse como un Evangelio de la libertad que establece no sólo un mundo nuevo, sino una nueva creación. Es, dice Pablo, mi Evangelio, nuestro Evangelio, el Evangelio de Dios, el Evangelio de su Hijo, el Evangelio de Cristo. Y, en un primer resumen culminante, es el Evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. Es, continúa Pablo, una llamada a la libertad, la libertad para la cual Cristo nos ha liberado, la libertad que tenemos en Cristo Jesús, porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Desde otra perspectiva, es la libertad por medio de la cual la creación misma será liberada de su sometimiento a la decadencia y obtendrá la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Está relacionado este Evangelio con una Nueva Alianza con Dios, una Vida Nueva en el Espíritu. Es, en definitiva, una Nueva Creación. Es la Buena Nueva de la libertad global para toda la creación. Pero ¿cuál es el contenido, el núcleo duro y no una mera pretensión de ese Evangelio, esa libertad y esa Nueva Creación?
El Evangelio entero es una apuesta por un mundo nuevo, por una Nueva Creación en la que el ser humano en comunión con la naturaleza, será reconstituido por Dios en el momento adecuado. Esto empezó a vivirse con la Resurrección del Hijo de Dios. La Resurrección de Cristo supone el comienzo de la Nueva Creación que predicó Pablo y atraviesa como un río de fuego el Nuevo Testamento hasta confluir en el estuario del Apocalipsis.
De la misma manera que la resurrección presupone la muerte, también supone la transformación. El mundo entero debe ser transformado con el fin de que refleje la grandeza de aquél que lo crea y recrea en su amor constantemente. Lo viejo pasará y lo nuevo será como un nuevo día. El cielo nuevo y la tierra nueva de la que habla el Apocalipsis y que será vivido por aquellos que han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero.
Esta Nueva Creación futura se está viviendo aquí ya en los que ponen su vida en Cristo. Vivir como resucitados es construir el Reino de Dios en medio de un mundo de prevaricación y muerte. Vivir como resucitados es ser transformados por el amor que Cristo ha derramado en su Iglesia, es vivir en comunidades que practican el amor transformador de la realidad. Esta transformación implica una Nueva Vida que es la primicia de la Nueva Creación que Dios está preparando para cuando Dios sea todo en todas las cosas.
Esta Nueva Creación es la garantía del Evangelio del amor en el que muchos ya han muerto con la esperanza en la Resurrección de los muertos, cuando Dios cree unos cuerpos adecuados a la nueva realidad, a partir del recuerdo amoroso de los que le amaron. Porque Dios mantiene vivo en su memoria al justo, de ahí lo resucitará el día del juicio.

2 comentarios:

M. Gelabert dijo...

Solo desde el amor la libertad germina, solo desde el amor van creciéndole alas. La libertad y el amor son inseparables. Si interpreto bien es lo que dice San Pablo: libertad no para servir a la carne o a intereses egoístas, sino para servirnos unos a otros por el amor. Una libertad que la creación entera espera ansiosamente para reconciliarse toda ella en el amor. Un abrazo

Desiderio dijo...

Me ha encantado este post, Bernardo.

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