Uno de los campos de la investigación científica donde más se ha avanzado en los últimos años es el neurocientífico. Los avances debido a las nuevas técnicas no invasivas de experimentación nos han permitido realizar una cartografía casi perfecta del cerebro y con ella conocer casi de forma perfecta cómo actúa el cerebro en cada uno de los actos que se ejecutan. Especialmente relevante ha sido la famosa resonancia magnética, que ha permitido realizar experimentos en humanos vivos normales y llegar a conocer cómo se activan las distintas partes del cerebro. Hace unos años, los experimentos habían de realizarse con monos debido al daño que estos debían padecer. Aquellos experimentos avanzaron mucho en el conocimiento del cerebro, pero ahora es posible saber en tiempo real qué partes del cerebro de una persona están actuando y dónde se pueden producir los problemas. Sin ir más lejos, la semana pasada pudimos contemplar en televisión cómo se eliminaba el problema que un violinista tenía en el cerebro. Era maravilloso ver cómo el violinista era capaz de recuperar en segundos su capacidad para tocar el violín, mientras un equipo médico "ajustaba" su cerebro.
Estas investigaciones han tenido dos vertientes bastante encontradas en su aplicación filosófica. De un lado están los que afirman que los resultados de la neurociencia demuestran que el ser humano no es "nada más que" un conjunto de neuronas, o "nada más que" una serie de conexiones químicas, o "nada más que", vaya usted a saber. Por otro lado están los que utilizan esa información para valorar de forma más precisa otros conocimientos sobre el hombre y aplicarlo a campos más bien remotos, como es el caso de la novedosa neuroteología. Estas y otras posiciones se recogen en un magnífico libro de los científicos Jeeves y Brown, neuropsicólogos ambos y creyentes confesos. En este libro, Neurociencia, psicología y religión, aportan un término novedoso para calificar a los científicos reduccionistas del tipo de Dawkins o Dennett, aquellos que afirman que el hombre es "nada más que", de ahí el neologismo nadamasqueísmo (en inglés nothing buttery) para designar tal postura filosófica, que no científica. A un científico no le es dado pronunciarse, como tal científico, más allá de lo que las investigaciones permiten. Y las investigaciones no permiten decir que el hombre sea "nada más que" esto o aquello. La refutación que los propios autores realizan me parece de perogrullo: afirmar que el hombre es "nada más que neuronas", por ejemplo, es como afirmar que los libros escritos para justificar tal posición no son "nada más que" meras marcas de tinta carentes de significado. El significado de un mensaje no se puede encontrar analizando la química de la tinta con que se ha escrito. De la misma manera, qué sea el ser humano no puede ser reducido a su composición química o a su estructura física. Una y otra son el sustrato de procesos muy complejos que hacen del ser humano la criatura más perfecta de este universo.
La teología está aprendiendo mucho de todas estas nuevas invetigaciones y debe hacerlo así porque de lo contrario podría caer en el peor de los males que le acechan: la desconexión con la realidad. Dicho en otros términos, dejaría de estar encarnada en el mundo en el que le ha tocado vivir.
7 comentarios:
Querido Bernardo: la crítica está muy bien frente al "reduccionismo" científico, pero, aunque no lo afirmes,parece como si la solución al reduccionismo estuviera sólo más allá de la ciencia. Pero hoy la propia ciencia empieza a entender la emergencia de la coplejidad en sucesivos planos, con reglas nuevas en cada uno de los "superiores" que no existían en los planos "inferiores". Así es como funciona el mundo, desde el caos preatómico hasta el universo orgánico y los epifenómenos mentales. Algunos científicos, como Murray Gell-mann ("El quark y el jaguar")y E. O. Wilson ("Consilience. La unidad del conocimiento")lo han explicado muy bien. Como ha dicho Jonathan Weiner, está "la escala donde los seres humanos son caliente carne risueña y la escala donde no son más que átomos. La simple yema de un pulgar humano contiene un billón de billones de átomos. El dedo pulgar está vivo; los átomos están muertos". Muchos científicos han superado ya el reduccionismo (el mismo que en el pasado explicaba los organismos vivos como simples autómatas)y han aprendido a bajar y subir la escalera de la complejidad, situándose cada vez en el escalón más conveniente para comprender. Tienen todo un juego de lentes. No contemplan todo a través del microscopio. Y cuando se sitúan en un plano,no pierden de vista que también existen los demás.
Afectuosamente. José David Sacristán de Lama
Querido Bernardo: la crítica está muy bien frente al "reduccionismo" científico, pero, aunque no lo afirmes,parece como si la solución al reduccionismo estuviera sólo más allá de la ciencia. Pero hoy la propia ciencia empieza a entender la emergencia de la coplejidad en sucesivos planos, con reglas nuevas en cada uno de los "superiores" que no existían en los planos "inferiores". Así es como funciona el mundo, desde el caos preatómico hasta el universo orgánico y los epifenómenos mentales. Algunos científicos, como Murray Gell-mann ("El quark y el jaguar")y E. O. Wilson ("Consilience. La unidad del conocimiento")lo han explicado muy bien. Como ha dicho Jonathan Weiner, está "la escala donde los seres humanos son caliente carne risueña y la escala donde no son más que átomos. La simple yema de un pulgar humano contiene un billón de billones de átomos. El dedo pulgar está vivo; los átomos están muertos". Muchos científicos han superado ya el reduccionismo (el mismo que en el pasado explicaba los organismos vivos como simples autómatas)y han aprendido a bajar y subir la escalera de la complejidad, situándose cada vez en el escalón más conveniente para comprender. Tienen todo un juego de lentes. No contemplan todo a través del microscopio. Y cuando se sitúan en un plano,no pierden de vista que también existen los demás.
Afectuosamente. José David Sacristán de Lama
El amor ¿es una reacción química? Claro que sí. La cuestión es si el todo del amor y todo en el amor se explica por la química. Es innegable que hay una influencia de los genes, del cerebro y del entorno, pero no es menos cierto que el ser humano desarrolla una serie de funciones que rebasan la materia. Es una tema muy interesante el que has tocado, pero con algunas corrientes materialistas el diálogo no es fácil, pues valoran más los genes y el cerebro que la libertad. La libertad es considerada como una ilusión. Saludos
Querido José David: tienes toda la razón. Yo mismo no paro de aprender de todos los científicos que puedo. De gente como tú, que sabes distinguir los planos metodológicos. Especialmente me interesa que se distinga cuando se habla como científico o cuando se hace como ser humano que debe plantearse las preguntas fundamentales de la existencia. Por eso mismo he valorado siempre a Stephen Jay Gould, aunque sea un agnóstico reconocido. En él siempre he visto honestidad metodológica. O en Frans de Waal, el primatólogo.
Mi crítica es al reduccionismo que tanto y tan bien se vende, no sólo en los medios sino también y por desgracia en el sistema educativo. Es habitual encontrar el profesor que tras explicar le evolución niega cualquier fundamento a, pongamos por caso, la religión.
Ahora bien, mi crítica, y así lo he hecho en otros post, también va contra los creyentes que reducen su fe y a Dios mismo a un justificador de su existencia. Yo no comparto ni creacionismo ni concordismo. Siempre es más difícil mantener la tensión reflexiva.
Gracias José David por tu precisa reflexión. Aún no he encontrado tu "Vivir sin dioses", lo estoy deseando.
Un abrazo
Según tengo entendido, no estamos más que en pañales en lo que al conocimiento del cerebro se refiere. No sólo en cuanto al uso que hacemos de él, sino también en lo que se refiere a su funcionamiento. Y entiendo que es fantástico que poco a poco nos vayamos acercando al cerebro, y cómo a él al resto de realidades fisiológicas nuestras y de la misma naturaleza. Me parece genial, por ejemplo, lo del acelerador de partículas. Y tantas cosas más. En este sentido, coincido contigo en que no sé hasta qué punto es lícito que un científico quiera responder a preguntas que caen fuera de su disciplina. Como persona o como pensador, indudablemente; como científico, entiendo que no. Pienso que el científico podrá dar respuestas penúltimas sobre la realidad, pero no respuestas últimas.
Al leer el comentario de José David, me surge una inquietud, y lo digo desde mi ignorancia. Es verdad que se comprueba la complejidad creciente en planos superiores. Pero esto que se ha comentado con cierta facilidad, si nos detenemos a pensarlo, es ya una maravilla. Aunque no entremos en el plano de otras realidades humanas como apuntaba Martín, y de las que habría también mucho que hablar, desde el simple punto de vista físico o biológico o fisiológico, ¿no es increíble que se den todas esas realidades tan complicadas, tan sincronizadas,…? Y a donde iba: ¿por qué surgen esas realidades complejas en planos superiores?, ¿a qué responden? En todo caso los científicos podrán descubrir que se dan, podrán descubrir sus mecanismos, podrán explicarnos sus procesos, etc., pero ¿podrán descubrir qué es lo que hay detrás de esa evolución de la complejidad? ¿Por qué todos esos átomos muertos que conforman un dedo, conforman algo vivo, siguiendo su ejemplo? No sé yo si esa respuesta, corrígeme si me equivoco, la puede dar un científico.
Estimado Desiderio:
ha ocurrido un error y no se publica tu comentario, lo trascribo a continuación
"Según tengo entendido, no estamos más que en pañales en lo que al conocimiento del cerebro se refiere. No sólo en cuanto al uso que hacemos de él, sino también en lo que se refiere a su funcionamiento. Y entiendo que es fantástico que poco a poco nos vayamos acercando al cerebro, y cómo a él al resto de realidades fisiológicas nuestras y de la misma naturaleza. Me parece genial, por ejemplo, lo del acelerador de partículas. Y tantas cosas más. En este sentido, coincido contigo en que no sé hasta qué punto es lícito que un científico quiera responder a preguntas que caen fuera de su disciplina. Como persona o como pensador, indudablemente; como científico, entiendo que no. Pienso que el científico podrá dar respuestas penúltimas sobre la realidad, pero no respuestas últimas.
Al leer el comentario de José David, me surge una inquietud, y lo digo desde mi ignorancia. Es verdad que se comprueba la complejidad creciente en planos superiores. Pero esto que se ha comentado con cierta facilidad, si nos detenemos a pensarlo, es ya una maravilla. Aunque no entremos en el plano de otras realidades humanas como apuntaba Martín, y de las que habría también mucho que hablar, desde el simple punto de vista físico o biológico o fisiológico, ¿no es increíble que se den todas esas realidades tan complicadas, tan sincronizadas,…? Y a donde iba: ¿por qué surgen esas realidades complejas en planos superiores?, ¿a qué responden? En todo caso los científicos podrán descubrir que se dan, podrán descubrir sus mecanismos, podrán explicarnos sus procesos, etc., pero ¿podrán descubrir qué es lo que hay detrás de esa evolución de la complejidad? ¿Por qué todos esos átomos muertos que conforman un dedo, conforman algo vivo, siguiendo su ejemplo? No sé yo si esa respuesta, corrígeme si me equivoco, la puede dar un científico".
Ahora te contesto:
Creo que un científico, si sigue el método propio de la ciencia, no puede realizar afirmaciones sobre el sentido de esto o aquello. Para hacer estas afirmaciones debe dejar bien claro que ya no habla como tal científico. La tarea de la ciencia es explicar el cómo de las cosas, no el por qué o para qué. Estas cuestiones son del ámbito filosófico o religioso. Por mi parte, y por mucho que la evolución lo explique, siempre me asombrará la maravillosa constitución de los seres y más aún la prodigalidad con que actúa la naturaleza. Para mí, la naturaleza es un trasunto divino, está grávida de Dios.
Un saludo y disculpa el problema.
Al final se ha subsanado. Lo lamento
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