miércoles, 15 de abril de 2009

La religión: el hilo de Ariadna


La religión puede ser el hilo que Ariadna entregó a Teseo para salir del laberinto que Dédalo había construido para Minos y en el que residía el Minotauro, un ser monstruoso que necesitaba sacrificios humanos constantes para vivir. Este mito, como todos los mitos, pretende desvelar la verdad última de la realidad humana. El ser humano se encuentra sometido a fuerzas que le impiden vivir humanamente, sólo mediante el esfuerzo por acabar con el monstruo se puede encontrar la vida plena. El mito actúa de catalizador de los esfuerzos humanos, dando una explicación que libera de la mentira.

Tras el mito del Minotauro se esconde una verdad liberadora. Los atenienses, sometidos a Minos de Creta, debían servirle con sus bienes y personas de forma onerosa. Teseo, hijo de Egeo, decide acabar con esta situación. Para ello debe matar al Minotauro, símbolo del mal que se ejerce contra Atenas. Recordemos que el Minotauro es fruto de la maldición de Poseidón que hizo parir a la mujer de Minos un monstruo por no haber cumplido con su palabra de devolver el toro blanco para el sacrificio. Nos indica este mito que cuando los hombres no cumplen con el don y no devuelven lo que se les ha dado, considerando como propio lo ajeno, entonces nace el peor de los males: el egoísmo, el odio al otro y el ensimismamiento. Este mito griego narra el nacimiento de la estructura social de opresión e injusticia, la madre de todas las estructuras posteriores hasta la globalización actual. Hoy, unos cuantos cretenses seguimos necesitando del sacrificio constante de millones de vidas para que nuestro monstruo interior, el consumo, pueda seguir existiendo.


En la tradición judeocristiana tenemos el relato de la caída en el Génesis. Allí se nos narra como nace el egoísmo y se convierte en estructura social. El seréis como dioses da como resultado Babel. Desde los tres primeros capítulos del Génesis vemos que Dios da al hombre un mundo ordenado y coherente donde no hay necesidad de esfuerzo y todo está en armonía. No hay sufrimiento ni muerte, pero llega la serpiente y pone tentación donde no había ninguna necesidad de sobrepasar el límite impuesto. Hasta las palabras de la serpiente, el ser humano no se había percatado que el fruto de aquel árbol era atractivo. En ese mismo momento se le abren los ojos y cae en la cuenta de que el fruto podía ser sabroso. La tentación reside en mirar con ojos egoístas, no tanto en comer, que es un resultado de lo que el corazón ha deseado. El seréis como dioses, la superación de los propios límites, degenera y lleva hasta la máxima egolatría humana: construir un mundo al margen de Dios, es decir, fuera de las normas por las que nos reconocemos como humanos. El relato del capítulo 11 del Génesis saca las consecuencias políticas del acto moral de Adán y Eva: los hombres, sobrepasando los límites que les hace ser hombres, construyen un mundo a su medida, una medida egolátrica y solipsista.

La religión puede funcionar como una crítica a esta actitud que ha llevada a la humanidad hasta las puertas de la más grave crisis de su historia, precisamente por querer ser como dioses, capaces de conocer y decidir sobre el destino del mundo y de los otros sin tener en cuenta las consecuencias. Este mito nos permite conocer las consecuencias de la actitud egolátrica, sea en Grecia o en la tradición judeocristiana. En cualquier caso nos enseña cómo debemos salir del laberinto: mediante la donación de uno mismo y la oblación de la propia libertad. He aquí el hilo de Ariadna para salir de esta globalización suicida, de este laberinto de muerte.

2 comentarios:

Ana dijo...

Tienes razón, Bernardo, en cuanto dices. Es cierto que, a través de la crítica que pueda hacer la religión, se lograría traer a la conciencia de todos las graves injusticias que se producen en el mundo a causa de nuestro egoísmo (la religión ya viene trabajando en este sentido no pocos años). A raíz de ésto me acuerdo de tu expresión "estructuras de gracia", pues ¿no sería necesario educar desde la infancia en estos temas? Hoy por hoy, estamos haciendo lo que el sistema capitalista espera de nosotros: educar consumidores. En tus palabras "consumidores que se consumen a sí mismos". ¿No es ésto alimentar al monstruo? Gracias.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Totalmente de acuerdo, es "alimentar al monstruo". El libro del Apocalipsis le llama La Bestia, a la que todos adoran. Soy muy pesimista en cuanto al modelo económico-social en que vivimos, pero estoy cargado de esperanza respecto a los hombres, sobre todo a los que tienen fe. De ahí sí podremos tirar del hilo y liberarnos.
Hay que romper el laberinto mental en que nos han instalado.
Saludos y gracias

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