domingo, 17 de octubre de 2010

El Universo llega al hombre

El neurocientífico Antonio Damasio, profesor de la Universidad del Sur de California y premio Príncipe de Asturias 2005, acaba de publicar un sustancioso libro en el que, de alguna manera, resume toda sus investigaciones sobre el cerebro de los últimos veinte años. Su infinidad de artículos y los tres magníficos libros anteriores: El error de Descartes, En busca de Spinoza y El sentimiento de lo que ocurre, habían insistido en elementos particulares de estudio del cerebro. En este libro, Y el cerebro creó al hombre (original inglés: Self comes to mind), Damasio nos aporta una visión sistemática y completa del proceso que lleva a la creación de la mente por parte del cerebro y a la existencia de la conciencia a partir de la mente. El subtítulo es muy revelador: ¿cómo pudo el cerebro generar emociones, sentimientos, ideas y el yo? Como se ve en él, viene recogida toda la investigación previa de este enorme científico: la importancia de las emociones en la creación del pensamiento, lo que llama el marcador somático, la necesidad de unir los procesos intelectivos a los sensitivos, la estructura compleja entre el cerebro y la mente, lo que denomina como causalidad descendente, y la visión conjunta del proceso evolutivo desde el surgimiento de la vida sin más hasta la aparición de la conciencia.
Lo más interesante, desde el punto de vista filosófico y teológico, al menos así me lo parece a mí, es esta unión procesual y gradual entre la vida a nivel biológico y la existencia de la conciencia en el hombre. Para Damasio hay una escala gradual que nos lleva desde los seres vivos sin cerebro hasta los que lo poseen y de estos a los que generan una mente y por último los que poseemos una conciencia. Esta graduación tiene una explicación en la evolución como proceso de complejización. De lo simple se llega a lo complejo mediante un proceso que, de haber variado en un ínfimo porcentaje, según sus propias palabras, no habría llegado hasta el ser humano. El científico, en este punto, se asombra, pero como buen científico ni llega a la afirmación de la existencia divina ni la niega, simplemente constata la maravilla de esta realidad.
Dice Damasio que la explicación suficiente de la existencia de la vida nos la aporta el concepto de homeostasis, es decir el estado de equilibrio entre el ser vivo y su entorno que le lleva a permanecer vivo. La homeostasis es así una especie de impulso de permanencia en el ser, un conatus essendi spinoziano. Es una fuerza que empuja a cumplir con la finalidad de mantenerse vivo, resultado de la cual puede ser afirmado un valor biológico en la propia naturaleza, valor biológico que es ya un principio axiológico básico sobre el que se pueden asentar los restantes. Todo esto no es sino reflexión filosófica, pero Damasio no hace filosofía sino que su reflexión es puramente científica. La homeostasis es una noción científica, pero de ella se infiere que hay un valor biológico que impulsa a los seres, ello nos lleva a afirmar la existencia de un plan, un plan que se ejecuta de manera inconsciente en los seres vivos. Cómo es posible este plan. Mediante un mecanismo lógico muy sencillo: un criterio de reacción que es un conjunto de reglas para la acción que permite la homeostasis o supervivencia. Este criterio de reacción es del siguiente estilo, cuando se dé A, entonces se actúa B. Dicho en términos lógicos: si p entonces q. Como vemos, hay un criterio lógico que se aplica a la supervivencia de los seres vivos más simples que no poseen ni cerebro, ni mente, ni conciencia. Los que sí poseen alguna de estas tres, pueden planificar su propia existencia llevando a un fin, fin que en los seres superiores como los humanos puede tender a mucho más que la pura y simple supervivencia, pero que en los seres más simples como las bacterias o los unicelulares, ser rige por ese plan que les empuja a permanecer en el ser. La adaptación al medio, que así es como llaman los darwinistas a esta permanencia, es una especie de causalidad final, es algo así como la mente antes de que existiera mente, es la prefiguración de la mente y la conciencia.

Un ejemplo nos puede servir para entender esto. En los seres vivos se da una gradual complejidad de su estructura. Las células se unen para formar tejidos, estos conforman órganos que, a su vez, crean sistemas y de ellos surge el ser vivo complejo. Este ser vivo, si tiene mente y conciencia, puede planificar su existencia y saber por qué y para qué actúa, pero la pregunta va dirigida a los pasos intermedios: ¿por qué las células se unen para formar tejidos y por qué estos forman órganos? ¿qué sentido tiene para las células o los tejidos conformar órganos y sistemas que al final den como resultado un cuerpo? Si en ellos no hay mente que les organice un plan, qué les empuja a hacerlo. Cuál es la causa de que eso sea así. Los más crasos cientifistas nos dirán que son los genes, pero esto no hace sino lanzar la pregunta más atrás, ¿por qué los genes actúan así, dando órdenes a las células para que formen tejidos y a estos órganos? Al final, la única respuesta no es científica y se sale de la serie de afirmaciones, pero Damasio nos permite vislumbrar la explicación científica del porqué y esto no lo habíamos vista antes. La vida en sí misma necesita una planificación, si los seres vivos inferiores no tienen los medios para realizarla, deben poseer en sí mismos ese plan. Ese plan se llama homeostasis o conatus essendi. Se trata del protovalor, de la primera realidad axiológica del Universo: el valor biológico o permanencia en el ser.

El Universo, visto así, se nos presenta como un proceso unitario y gradual de ascenso del ser desde lo inanimado hasta lo anímico y desde aquí a lo espiritual: la noosfera que diría Teilhard de Chardin. El Universo entero es un proceso de personificación por el que ascendemos hasta las cotas más altas de conciencia y por tanto de amor unitivo. Lo verdaderamente maravilloso es que por fin la ciencia y la fe se encuentran manteniendo cada una su lugar, porque ambas son como las dos alas con las que la verdad alza el vuelo hasta el conocimiento de lo real, hasta Dios mismo. Pero esto ya no es ciencia, sino fe.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De acuerdo contigo en que los avances científicos están dando la razón a voces proféticas como T. de Chardin. Richard Tarnas en Cosmos y Psique aborda la crisis del yo y la cosmovisión modernas. Ya Jung nos recuerda que nuestra psique está formada en armonía con la estructura del universo, y lo que sucede en el macrocosmos sucede igualmente en los rincones infinitesimales y más subjetivos de la psique.
Seguiremos explorando para llegar allí de donde nunca hemos partido. Lo más complejo es lo mas simple. Saludos

Martín dijo...

Como siempre tocas temas de sumo interés. Yo aprendo mucho y muchas cosas que me interesan. La relación entre pensamiento y cerebro es evidente; cuando se altera el cerebro se alteran las funciones superiores del ser humano. De ahí algunos concluyen que el pensamiento es obra de las neuronas o que el amor es un estado bioquímico del cerebro. Vamos, que cuando se muere un ser querido, el sentimiento se debe a que se activa el lóbulo prefrontal, y cuando te enamoras tu novia es una mera reacción química de tu cerebro. No dudo que algo de eso haya, lo que dudo seriamente es que eso sea lo único que hay y lo que explica cómo es el mecanismo cerebral por el que podemos pensar.

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