El ser humano, y en consecuencia todo aquello que lo constituye como tal, no puede ser una mercancía, por definición. Ni la tierra, ni el aire, ni el agua, ni los alimentos, nada que sea constitutivo de la humanidad puede ser reducido a mercancía, sin embargo así es y eso está provocando la mayor catástrofe humana de la historia. Como medio de obtener los ingresos perdidos, fondos de inversión, de pensiones y entidades financieras están dedicándose a la especulación con las materias primas, especialmente con los alimentos, por la sencilla razón de que son un valor seguro. Si compras los derechos de todos los cereales del mundo en la bolsa, puedes esperar a que suban de precio, porque todos querrán comprar más tarde o más temprano. A esto se une el que el 70% de la producción mundial de cereal está en manos de tres multinacionales: Syngenta, Cargill y Dupont. Esto supone un oligopolio que determina el precio en origen y que controla el suministro. Por si faltara algo, entre el 10 y el 15% de la producción mundial de cereal se está dedicando a la producción de biocombustibles. Todo esto sumado nos pone ante un verdadero crimen silencioso. Millones de seres humanos están muriendo por falta de alimentos y otros muchos pasan a engrosar las filas de los famélicos cada día. La ONU ha dado la voz de alarma ante la posibilidad de que en tres años estemos en 3.000 millones de hambrientos. Sin embargo, nadie toma la decisión definitiva de prohibir la especulación con alimentos y tipificarla como un delito contra la humanidad.
Muchos se preguntan y me preguntan cuál es la causa de que nadie haga nada y sólo me queda decir que esto es una política organizada para acabar con los pobres como medio de reducir la población mundial y, de paso, disponer de una enorme reserva de trabajadores dispuestos a vender barato su fuerza laboral. Tampoco hay que olvidar el efecto disuasorio que esta situación produce en la mayoría: cuando las barbas de tu vecino veas cortar... La vida, la sagrada vida, está en venta y algunos no dejan de amasarla en cuentas bancarias, porque, hay que decirlo, las riquezas acumuladas no son sino vidas destruidas y cosificadas en dinero, ad maiorem divitiae gloriam.
3 comentarios:
Esto del hambre en el mundo es muy grave. Y resulta más escandaloso todavía cuando se sabe que si una parte de la ingente cantidad de recursos que se emplean en fabricar armas se dedicase a fabricar alimentos, habría pan sobrado para todos. Pero, como tú repites sin desallecer, lo que prima ante todo es el beneficio económico y la venta de armas da más beneficio que la fabricación de alimentos. Si juntamos la venta de armas y la escasez de alimentos (o el monopolio, como tú denuncias), lo que provoca su encarecimiento, pues ya tenemos el combinado perfecto del perverso sistema capitalista, cuyo único objetivo es la acumulación de capital. Uno se pregunta para qué. Gracias Bernardo por ayudar a pensar y a tomar conciencia de asuntos tan serios.
Tienes mucha razón, Martín, pero es que, además, sobra comida. El año pasado se produjo la mayor producción mundial de alimentos, sin embargo también aumentamos el número de hambrientos.
Hola, soy Ana Amante, hace tiempo que leo tu blog, esta entrada en concreto me parece muy interesante. Me pregunto, ¿Que sentido tiene que nos dediquemos a vender y comprar lo que por derecho podemos disfrutar todos? Esto solo sirve para privar de su disfrute a algunos, a los que decidamos, ya que el producto es nuestro, nos da, por tanto, poder sobre el resto... Saludos.
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