miércoles, 24 de agosto de 2011

La democracia sufre violencia y los violentos la arrebatan

La democracia, al contrario de lo que se vende en los medios de desinformación masiva, no es un logro de los pueblos civilizados al que se llega por acuerdo racional y voluntad pacífica, la democracia se consigue por la fuerza, como el Reino de Dios, que según el evangelio lo arrebatan los violentos. Basta echar un mirada a la historia de la primera de las democracias conocidas, la ateniense. El modelo político de Atenas era la Aristocracia de corte oligárquico, es decir, una minoría de los mejores (aristós=el mejor) gobernaban en función de su propio beneficio, significado que es le que dio Platón al gobierno oligárquico, el gobierno de unos pocos en beneficio propio. Esto era en el siglo VI antes de Cristo. Pero las guerras contra los persas hicieron a la polis débil a la hora de defenderse, no bastaba un ejército nutrido de aristócratas y mercenarios, se hacía necesario contar con todo el demos, el pueblo. Pero el pueblo supo sacar partido de suparticipación en la defensa de la polis: si contribuimos con nuestra sangres, tendremos parte en el gobierno. Las reformas de Klístenes y su aplicación durante los dos siglos democráticos de Atenas, convertirán a esta polis en la cuna de la democracia. Es cierto que era un democracia muy restringida, ni las mujeres ni los niños ni los extranjeros ni los esclavos, un total del 90% de la población, tenían acceso a la asamblea deliberativa, pero era la primera vez que lo que podemos llamar pueblo tomaba parte en su destino y lo hizo por la fuerza, no por ningún proceso de deliberación racional.

Hoy día vivimos en España un proceso semejante de cambio de las estructuras políticas. El movimiento 15-M ha demostrado que el pueblo no está dispuesto a callar mientras unos pocos, la oligarquía que gobierna y se enriquece a costa del pueblo, no deja de aplicar una agenda sólo oculta para el peor de los ciegos, el que no quiere ver. El último, hasta ahora, de los items de esta agenda es la reforma constitucional para establecer por ley el techo de gasto del Estado. De aprobarse esta reforma, aunque sólo la enunciación de su posibilidad es suficiente, se demostraría que los dos partidos de gobierno en este país más las comparsas nacionalistas, son una y la misma cosa, como la definición de la Santísima Trinidad, tres personas y una naturaleza, varios partidos que defienden los mismos intereses: los de la oligarquía económica y financiera de este país. Aunque es cierto que lo del partido que actualmente dice gobernar es de sillón de psicoanalista. No tiene ninguna lógica partidista hacer políticas que benefician claramente a su adversario político y que minan su propia base electoral. Se trata de un verdadero harakiri político-mediático del que pueden surgir cosas positivas, tal es el desenmascaramiento de un partido que dice defender los intereses de las clases populares.

La reacción a esta medida está siendo muy rápida, a pesar de estar en las fechas que estamos, y confío en que esta movilización nos una a todos los que apostamos por un verdadera democracia. Desde la web actuable.es se recogen firmas, y van ya varias decenas de miles en pocas horas, para pedir un referéndum, lo mínimo que se puede pedir si se va a modificar el documento que permite tener unas reglas de juego aceptadas por todos. Limitar por ley el gasto del Estado, de modo que nunca los gatos puedan superar a los ingresos, es poner en bandeja a los ultraliberales el fin del modelo de protección social que conocemos. Se trata de la estocada perfecta al Estado social y democrático de derecho que reconoce el artículo 1.1 de la Constitución española. Poner un techo de gasto es como amputar la única posibilidad que un futuro gobierno alternativo tendría para, dentro de la Constitución, llevar España hacia otro modelo social, económico y político. Sería un cambio radical del pacto constitucional y requeriría un debate nacional y la apertura de un nuevo periodo constituyente pues se habría roto el principio antiguo que dice pacta sunt servanda.

En efecto, el pacto que debe ser observado, en este caso, es el pacto entre los tenedores del capital en España y los tenedores del trabajo. Aquél pacto venía a decir que los trabajadores respetamos el modelo capitalista siempre y cuando éste nos deje vivir dignamente mediante una sanidad, educación y servicios sociales dignos. Eso es lo que quiere decir que España se constituye en un Estado social y democrático de derecho. Si una de las partes, la tenedora del capital, rompe con su parte, el pacto debe ser denunciado e iniciarse un periodo nuevo para renegociar el pacto. De no haberlo, cada cual ejercerá la fuerza que posea para intentar imponer a la otra parte sus criterios. Pero lo que hace la parte del capital en estos momentos es saltarse el pacto de forma tácita, eliminar su espíritu sin modificar la letra. Cualquier gobierno futuro que quiera mantener los servicios del Estado deberá recurrir al endeudamiento, pero éste se ve impedido por esta modificación constitucional, de ahí que el único medio para mantener los servicios públicos será elevar los impuestos. Sin embargo, ya existe un pacto tácito para no elevar los impuestos y la propia Unión Europea pretende legislar una mal llamada armonización fiscal, que nos otra cosa que impedir, también por ley, la subida de impuestos. Por tanto, si el gobierno no puede endeudarse y tampoco aumentar los impuestos, la única salida lógica es reducir el gasto y eso lleva a la pérdida de las ventajas sociales conseguidas desde que se inauguró el pacto constitucional, pacto que ahora ha sido violado impunemente.

Dice Jesús en el evangelio de Mateo (11, 12) que desde los tiempos de Juan Bautista el Reino de Dios sufre violencia y los violentos lo arrebatan, pues bien, desde tiempos inmemoriales la democracia sufre violencia y los violentos la arrebatan. Ha llegado el momento de ejercer las acciones justas, legítimas y necesarias para arrebatar esta democracia que está siendo aniquilada de forma sistemática ante nuestros ojos. No es tiempo para pusilánimes ni para dubitativos, sino para mentes claras y fuertes. Hay que exigir un referéndum para la reforma constitucional y llevar a cabo cuantos actos sean necesarios para impedir que el pacto se modifique unilateralmente. De hacerse esto, estaríamos legitimados para sustituir esta pantomima por una verdadera democracia.

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