miércoles, 26 de diciembre de 2012

Un paradigma científico: el dogma de la "mano invisible".

La deriva insolidaria que aqueja a nuestra sociedad tiene su origen, según algunos investigadores, en la propia tendencia de la evolución. Según estos investigadores, hay una propensión de la evolución a seleccionar a los individuos egoístas frente a los altruistas. Se trataría de una ley de hierro, tal como lo dice E. O. Wilson, de la evolución de especies eusociales: los individuos egoístas prevalecen sobre los altruistas, por el contrario, la selección, en estas mismas especies, hace prevalecer a los grupos altruistas, donde la cooperación entre sus miembros es la norma, frente a los grupos egoístas donde los individuos que los conforman tienden a buscar su propio interés. Como se ve, hay una clara paradoja evolutiva en el nivel de los grupos eusociales. De un lado prevalecen los grupos altruistas, de otro siempre vencen los individuos egoístas. ¿Cómo se explica esto? Pues difícilmente. Si tienen razón estos biólogos, y la mayoría piensan así, la evolución sería un medio casi esquizofrénico de adaptación al medio. Si un grupo es altruista debe serlo porque sus miembros lo son. Resulta contradictorio que se seleccionen los grupos altruistas con individuos egoístas. Se podría pensar que el altruismo se reduce a los propios miembros del grupo, pero sigue siendo altruismo.


Esta paradoja es la expresión de una fuera ideológica que no ha podido ser arrancada de los científicos que indagan las fuerzas evolutivas. Su base de pensamiento es que cuando los individuos de un grupo buscan su bien propio acaban consiguiendo un bien general. Es la expresión de la famosa "mano invisible" de Smith. El egoísmo como motor del progreso forma parte del bagaje del darwinismo y por ende de la ciencia evolutiva, y ninguna evidencia empírica ha conseguido eliminarlo del ideario científico hasta el momento. Da igual que las pruebas demuestren que, al menos, hay paridad entre las tendencias egoístas y altruistas de la humanidad, ellos siguen manteniendo el dogma marcado a fuego en la ciencia de los últimos doscientos años: el egoísmo del individuo es bueno para la sociedad. Este dogma sigue siendo apuntalado por infinidad de investigaciones y estudios que reciben ingentes cantidades de financiación. De hecho, para que un proyecto reciba financiación debe integrarse en el paradigma científico, llamémosle así, de la "mano invisible". Esta tendencia estadounidense ha venido a imponerse en Europa de la mano del malhadado Plan Bolonia, otro jalón más en el camino de la mercantilización de la sociedad.

Las investigaciones más independientes han llegado a una especie de consenso sobre la evolución del homo sapiens, a saber, que las fuerzas de selección natural operan sobre individuos y grupos; que la selección de grupos lo hace sobre los altruistas y la selección de individuos presiona para que cada cual sea el más apto posible dentro de su grupo, pero siempre seleccionando el altruismo como norma de comportamiento. El egoísmo, tal como lo entiende el paradigma vigente, no es un elemento adaptativo. La búsqueda del bien propio a costa del bien del otro no consigue que un grupo o sociedad puedan avanzar, ni tan siquiera pervivir. Son las actitudes individuales que buscan siempre, de forma concomitante, el bien común o general, las que son seleccionadas. En los escasos 200 mil años de evolución de nuestra especie, los genes "egoístas" han ido dejando paso, proceso de recesión, a los genes "altruistas", de modo que nuestra especie puede ser considerada como una especie eusocial cooperadora donde los individuos conservan su especificidad. Esto se opone a la dogmática neoliberal que ha impuesto el paradigma cientifista actual por medio del control financiero y académico.

Este paradigma cientifista se enseña en los institutos, se propaga en los medios de comunicación y se extiende como una mancha por el cuerpo social global. Aplicado a todos los ámbitos de la sociedad, el daño producido es enorme. En el campo económico es la causa recóndita de la avaricia establecida como norma de comportamiento económico. Cuando un inversor especula en bolsa y obtiene enormes ganancias a costa del hundimiento de la deuda de un país, lo que está haciendo es un "bien social": su búsqueda del lucro personal tiene como consecuencia un bien social, hacer más eficientes los mercados y detectar los problemas económicos. Por tanto, hacerse rico a costa de lo que sea es un bien social, así lo ha determinado la naturaleza y por ello es "bueno". 
Creo que se queremos arreglar esto debemos hacerlo al nivel del paradigma científico impuesto. Hay que empezar enseñando en las escuelas que la cooperación es lo que nos hace humanos, que la solidaridad es un rasgo distintivo de la especie y que la capacidad de un entrega a los demás y el altruismo sistemático nos hace mejores como personas y como sociedad. Esto mismo hay que propagarlo en los medios de comunicación y extenderlo en el cuerpo social, de modo que construyamos un mundo donde el altruismo individual y la búsqueda del bien común nos conviertan en una sociedad agradable para todos.





1 comentario:

Winibal dijo...

... Y desde ese lugar... ahí al infinito, al "Sutil" Infinito, a Dios como Infinito. Al fin y al cabo podemos decir con Levinas que la idea de lo Infinito
es la relación con la alteridad, que se constituye en otra absolutamente, inabarcable por incomprensible, separada, “irreductible a la interioridad y que, sin embargo, no violenta la interioridad”. La alteridad es la presencia del Otro en el Yo; una presencia que se conforma como “relación entre libertades […]; una relación con lo infinito que, a través del pensamiento, desborda el pensamiento y llega a ser relación personal”.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...