Una de las obsesiones más profundas de las sociedades disciplinarias, como las llama Foucault, es la transgresión de la ley, de la norma, de las costumbres. Es normal que sea así, cuando la obsesión social es el control, la obsesión del subconsciente es la transgresión. Se trata de un ejemplo claro del principio físico de acción y reacción llevado a la estructura socioanímica. Durante el siglo XIX y buena parte del XX hubo un buen puñado de ejemplos literarios y fílmicos de esta obsesión: llegar a cometer un crimen y que el culpable salga indemne. Las novelas de Agatha Christie o algunos films de Hitchcock van en esta línea. Pero, el culpable, al menos en la ficción, siempre es cogido, sea por la sagacidad del investigador, capaz de encontrar los pequeños cabos sueltos de la coartada, sea por la necesidad del criminal de dar publicidad a su acto. La cuestión es que el crimen no es rentable y que, más tarde o más temprano, el culpable debe pagar por su delito.
Una variante de este modelo lo tenemos en los años noventa y principios de este siglo, en el cine, por llamarlo así, pseudobudista, en el que el crimen se paga, pero no inmediatamente o con pena legal, sino de forma diferida y de manera moral o vital. Hay films como Mystic river, o 21 gramos, donde el pago de la deuda es algo así como un kharma que abarca a todos los hombres y todos los actos de estos, de modo que los hechos, buenos o malos, deben compensarse a lo largo de la vida de cada individuo, de su propia familia, como en el caso de Mystic river, o de la esencia humana, 21 gramos. Se trata, en estos casos, no de un cambio de modelo social, más ligth, diríamos, sino de una mutación de las sociedades disciplinarias de los sesenta y setenta. Es una mutación, porque la obsesión por el control y la transgresión persiste, pero hay una ampliación desde lo legal a lo moral y al conjunto de la humanidad.
No se puede decir que en estos momentos hayamos salido de una sociedad disciplinaria, en absoluto, estamos inmersos en un proceso de amplio calado para conseguir disciplinar a la sociedad, pero de forma tal que los individuos creen, tienen para sí, que son libres de hacer lo que hacen y de que no hay más opciones ni más modelos posibles de sociedad. Dicho de otro modo, lo que está sucediendo es que las sociedades están siendo disciplinadas mediante la suavidad del espectáculo y el destello de los productos de consumo, un destello que deslumbra las escasas, ya, capacidades críticas de los individuos. En una sociedad así, la tendencia a la transgresión de las normas sociales se ha visto trasladada a otro ámbito. Si otrora la transgresión era el asesinato, con el crimen perfecto como meta, en esta hora presente la transgresión es el enriquecimiento fácil, rápido, de cualquier modo, con la evasión a paraísos fiscales como meta final.
Las normas que se mantienen de forma oficial son que hay que esforzarse para llegar a "ser alguien en la vida". Que hay que crear riqueza y que esa riqueza hay que disfrutarla, sin excesos. La transgresión es que el esfuerzo es signo de debilidad y que lo importante es tomar la mejor parte posible del pastel, no hacerlo más grande. El tipo modelo es el trader, el daytrader. Un ser huero con aire zen y mucha testosterona, pero con apariencia noble y educada. Algunos de ellos, incluso, parecen buenas personas, a pesar de las idioteces que dice. Pero la cuestión es que viven para trasgredir las normas establecidas de la producción de riqueza y disfrute moderado de la misma. Su vida es jugar con los valores bursátiles sin añadir ni quitar nada al valor de las cosas, pero modificando la localización del dinero, en sus cuentas claro. Tras eso, que les puede llevar un par de horas diarias, dedican su vida al culto al cuerpo y al placer de romper límites, todos menos los legales. Son trasgresores hasta en la trasgresión. No temen ser cogidos en el delito, pues no lo hay; tampoco temen el kharma, pues sus acciones son inocuas, creen. No creen en nada ni en nadie salvo en la parte de Universo delimitada por los varios billones de moléculas que conforman un ser al que llaman yo. No creen en nada, no temen nada, no piensan nada, no aman nada, no lloran por nada. Solo tienen límites que romper, deseos que satisfacer y un tiempo limitado para cumplirlos. Hoy es tarde, es su lema.
El crimen perfecto ha sido cometido, el ser humano, en tanto ser relacional, con deberes y responsabilidades, ha sido sustituido por un conglomerado de células unidas por un único interés: satisfacer sus deseos hasta el límite legal. Este es el más perfecto de los crímenes, nadie buscará un culpable legal al no haber cuerpo del delito, ha sido sustituido y nadie ha notado el cambio. Nadie sancionará la conducta con normas morales porque todos desean ser eso mismo. Nadie hará el vacío a un ser así porque "cada uno es libre de hacer lo que quiera".
2 comentarios:
En otras palabras: estamos en una sociedad donde abunda el placer, pero falta el sentido. Es una variante de otro contraste: el que hay entre los abundantes pobres y los privilegiados ricos.
Yo, Bernardo, que soy muy refranera, creo que, tarde o temprano, "el que la hace, la paga" , o que "el tiempo pone a cada cual en su sitio". Es posible que el transgresor no lo viva como tal, es posible que la humanidad no vea castigo alguno, pero debe quedar un resto de mala conciencia, de insatisfacción permanente..., un vacío que no se llenará jamás. Todo crimen es altamente imperfecto.
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