viernes, 13 de febrero de 2015

El juego está servido

Hasta hace poco más de un año, hasta la irrupción de Podemos como fuerza política y su puesta en candelero por los resultados electorales en las europeas y las encuestas posteriores de intención de voto, la situación entre los partidos políticos de España era un tanto extraña, como si les costara definirse ideológicamente, como si la misma definición les hiciera, ipso facto, perder una franja del posible electorado. Todos recordamos cómo el PP no se definía abiertamente de derechas, o el PSOE no lo hacía de izquierdas. Ambos mantenían una lucha a brazo partido por conquistar el ansiado Centro que da, supuestamente, la victoria electoral en España. El Centro, ese paraíso de los que pretenden gobernar, definía las opciones electorales de quien quería vencer, y todas las políticas se estructuraban en función de ese supuesto elector del Centro político. Para ganarse la confianza de esos supuestos millones de votantes de Centro, se prometía todo aquello que se le supone al centro político, por mucho que fuera contradictorio. Se prometían bajadas de impuestos, pero se sostenía que la Educación y la Sanidad eran una prioridad; se lanzaban propuestas para la mejora laboral y la lucha contra la dualidad de contratación, pero su firmaban reformas laborales que reducían los derechos más básicos para un trabajo digno. En fin, se les decía a ese supuesto electorado de centro lo que supuestamente querían oír, que es justo la acusación que ahora hacen a Podemos como supuesta fuerza populista que, argumentan, dicen a la gente lo que quiere oír.

No deja de ser curioso que aquellos partidos que no han dejado de endulzar los oídos de sus posibles electores con falsedades o medias verdades, vengan ahora con la vitola de fuerzas responsables que saben perfectamente lo que hay que hacer y no se dejan llevar por populismos. Sin embargo, lo que muestra su actuación de los últimos años no es populismo, es pura y simple demagogia. La gente, esa gente que confió en el PSOE de Zapatero o en el PP de Rajoy, les otorgaron una minoría mayoritaria ampliada por el sistema electoral, por la simple razón de que creían que les convenía. No son electores de centro, son electores centrados en sus intereses y por eso les votaron. Por tanto, ese supuesto Centro político donde se ganan las elecciones no existe, y ellos lo saben muy bien. Lo que existe es una mayoría de personas que votan con el bolsillo o el estómago, no con la cabeza o el corazón. De ahí que todos los mensajes estuvieran dirigidos al bolsillo o al estómago, no a la cabeza, lobotomizados como estuvimos por la burbuja económica española.

Hoy, por el contrario, las cosas han cambiado. La aparición en escena de Podemos ha recolocado los discursos políticos y los ha puesto en su sitio. Ahora que Podemos no se define según los viejos parámetros de izquierda y derecha, precisamente ahora, el PP sí es de derechas y el PSOE de izquierdas, incluso IU es de "muy de izquierdas", no la "izquierda verdadera" que se decía antes. Todos se han recolocado para llamar a su, de nuevo, supuesto electorado fiel, el que les vota con el estómago, el que va a las urnas como se va al campo de fútbol, a defender a muerte los colores. Se trata de una estrategia netamente perdedora, pues cada partido está definiendo su espacio electoral de manera centrípeta, cerrando un círculo entorno a unos supuestos valores de su tradición, precisamente cuando la gente ya no va a votar en función de valores, sino de emociones y sentimientos, en función de quién es capaz de generar esperanza. 

El discurso del PP no puede ser más erróneo. Se basa en llamar a un prietas las filas, en conseguir que los electores fieles, los que votan con el bolsillo y el estómago, no se vayan al desánimo, porque si lo hacen llegarán los de Podemos que son unos rojos muy peligrosos que les van a quitar su casa y les van a subir los impuestos. Además, insisten ahora, son tan corruptos como los del PP; ahí están los casos de Errejón y Monedero. Al primero lo dibujan como un haragán enchufado que no da palo al agua y vive de los amigotes de la Universidad; al segundo, como un frescales que en cuanto puede se la pega al fisco. Sí, ya sabemos que en el PP hay corrupción, que su sede se pagó con dinero negro, que se repartían sobres fruto de mordidas, que crearon varias redes para extraer dinero público, como Gürtel o Púnica, y que su forma de actuar no tiene disculpa. Pero, el PP es tú partido y debes votarle. Esta forma de argumentar es errónea porque el PP sólo puede pretender que le voten con el bolsillo el 15% de la población que les va bien con ellos. O que les voten con el estómago entre un 5 y 10% más que lo harán como hooligans, el resto no se moverá a votarles con esos criterios. Así lo demuestran las encuestas. Un 12% de voto directo y un 15% de voto más simpatía, es decir, bolsillo más estómago. Da la sensación de que la estrategia del PP es perder lo menos posible de cara a unas poselecciones.

En el PSOE no están mejor. Su propuesta es volver a las supuestas esencias socialistas, llamarse de izquierdas, pero seguir con la misma táctica anterior: pactar con el PP aquello que les parece de Estado y hacer propuestas que ni su electorado puede creer porque los hechos las desmienten. La sangría hacia Podemos es evidente y no tiene fin, de momento. El voto útil, hoy, es para Podemos. Cuando llegue el día de las elecciones, los votantes socialistas se plantearán si quieren que vuelva a gobernar el PP o no. La respuesta es evidente y votarán a Podemos, excepto los que votan con el bolsillo, porque tienen algún enchufe, o los que votan con el estómago, porque vibran con los colores. En todo caso, su techo electoral para las elecciones generales no sobrepasa el 20%, con una alta probabilidad de bajar del 15%.

¿Y Podemos? Pues, Podemos ha sabido canalizar la rabia, pero también la esperanza. A esto se une el voto útil que sangrará a IU a UPyD y al PSOE. Yo coincido con el análisis de Iglesias y Errejón en lo que hace a la distinción izquierda y derecha. Hoy de nada sirven esas distinciones, porque la verdadera distinción social es entre los que se aprovechan de un sistema corrupto y los que se ven perjudicados. Es decir, Podemos ha sabido ganar aquel supuesto Centro político sin necesidad de demagogia. No dicen a la gente lo que quieren oír, eso lo hacen PP y PSOE. Uno, porque anuncia la catástrofe más absoluta si ellos nos gobierna, el otro porque se postulan como los garantes de una Estado social que ayudaron a derruir. Ambos partidos han perdido ya el juego, les quedan unos minutos y están enmarranando el partido, como en el baloncesto cuando lo único que puedes hacer es faltas y faltas para ganar tiempo, aunque sabes que acabarás perdiendo el partido. A no ser que, como siempre sucedía con Italia, acabara ganando un partido que tenían perdido gracias a los árbitros.

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