miércoles, 7 de octubre de 2015

El legado de Casandra

Hay una frase proverbial que resume bien la situación de muchos revolucionarios de salón y plaza pública: 'los muertos que vos matáis gozan de buena salud'. Para muchos, los causantes y las causas que nos han puesto en una situación peligrosa como país, ya han sido vencidos. Supuestamente, el pueblo ha abierto los ojos y ha empezado a dar de lado a los corruptos y mangantes que se han enseñoreado de nuestro país en los últimos 15 años. El advenimiento de una fuerza política nueva y novedosa es el derrumbe de los que erigieron un erial en la nación y la convirtieron en un solar con un cartel que decía 'For sale'. Pero, la realidad es tozuda, los sinvergüenzas persistentes y la gente, esa pobre gente que supuestamente había sido engañada por una casta corrupta, prefiere seguir siendo engañada antes que abrir los ojos a la realidad, a la dura realidad de la destrucción sistemática de las bases que permiten la subsistencia de España como un país, como una nación, como un proyecto común, como un lugar civilizado. Los sueños del mayo del 68 se tornaron la pesadilla del neoliberalismo rampante que nos gobierna; las quimeras del 15M mutarán en monstruos peligrosos capaces de devorar niños e ilusiones. Tras cada derrota de la población surge con más fuerza la barbarie de la Bestia.

No es posible derribar gigantes con canciones; expulsar de la ciudad a los asaltantes con reuniones en las plazas; reorganizar el sistema productivo con buenos deseos. Nada de esto es posible con sólo buena voluntad, hace falta una voluntad determinada a la acción, a una acción decidida y férrea, que tenga claros los objetivos y que no ceda ante ningún tipo de consideración. Sólo una voluntad férrea cambiará el futuro de barbarie por una posibilidad de seguir viviendo como seres humanos. Mientras sigamos con reuniones, convocatorias públicas, petición de firmas, círculos de la gente y demás sandeces pueriles, la Bestia sigue con pie firme avanzando hacia la conquista plena de los espacios de humanidad que quedan, escasos y asediados. Estamos en medio de la última revolución neoliberal que va a poner al servicio de la élite golbal los pocos recursos que aún no controlaban. Tras las transformaciones, la segunda gran transformación, de los años 90 y 2000, ahora toca arrastrar con lo que queda con el fin de salvar a la Bestia: los recursos públicos de los Estados puestos al servicio de las corporaciones mediante tratados como el TTIP, los derechos sociales y humanos pisoteados para conseguir crear empleo, los bienes comunes privatizados y la misma vida humana puesta al servicio de la avaricia y el lucro. Esto es lo que se nos viene encima.


Pero, nosotros seguimos como si tal cosa no fuese a suceder. Nos tragamos el cuento, porque no es otra cosa que un cuento, de la recuperación, del futuro crecimiento del empleo y de la posibilidad de seguir consumiendo al ritmo que creemos que nos gusta. Mientras, la deuda, esa arma poderosa que vence las voluntades de los pueblos, sigue creciendo de manera imparable para financiar el crecimiento privado y eliminar las trabas al enriquecimiento, siempre ilícito, de los que viven a costa de los demás. ¿Qué más tendrá que suceder para que la gente entienda que así no podemos seguir? Creo que tendrá que suceder lo peor, y aún así, no existirá la conciencia necesaria para una transformación positiva. Por eso, necesitamos seguir venciendo el discurso dominante, para que, al menos, cuando llegue el día, se acuerden que hay una luz y un camino. Como el pueblo hebreo tras la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor, se acordó que Jeremías había advertido.

Mientras unos siguen con sus círculos de humo, otros avanzan con pie firme sobre la humanidad. A nosotros nos queda el desgraciado legado de Casandra, la hija de Príamo y Hécuba, que tenía el don de la profecía y profetizó lo del caballo de Troya, pero tenía una maldición también, que nadie creería sus profecías.

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