La acción del ser humano sobre el planeta corre el riesgo de destruir el medio en el que vive. Nos hemos tomado el planeta más como una herencia de nuestros mayores que como un préstamo de nuestros hijos. De hecho, uno de los legados de esta crisis mundial será la enorme deuda que varias generaciones tendrán que pagar porque nosotros hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades. Aunque esto tiene una vertiente moral inexcusable, ahora nos interesa más la vertiente meramente física de la cuestión. Me refiero a la marca que dejamos con nuestro modo de vida en el planeta, una marca que se antoja indeleble, pues costará, si es que se puede revertir el proceso, siglos restablecer un equilibrio.
En 1996, Rees y Wackernagel, publicaron su afamado libro, Nuestra huella ecológica, en el que hacían un análisis pormenorizado del impacto del modo de vida en el planeta tierra. Sus logros siguen siendo válidos. Teniendo en cuenta los habitantes del planeta tierra y el número de hectáreas útiles en el mismo, el resultado de una simple división nos dice que cada habitante actual del planeta tierra dispone de 1,78 hectáreas biológicamente productivas. Para calcular el consumo de hectáreas por habitante, la huella ecológica, se tienen en cuenta tanto las tierras dedicadas a la producción alimentaria, como al ganado, la producción de vestido, la vivienda, las zonas acuáticas y las zonas boscosas que se requieren para absorber las emisiones de CO2 a la atmósfera. Con todos estos datos, aplicado a cada país, el resultado arroja una inquietante realidad: el modelo de vida actual consume 2,23 hectáreas por habitante. Este dato indica que estamos consumiendo, de media, sobre un tercio más de lo que el planeta puede soportar. Esta huella ecológica, que el planeta lleva soportando, no por casualidad, desde que el neoliberalismo se impuso en los noventa, nos llevará a una catástrofe humana y natural de proporciones nunca vistas. No hace falta ser muy espabilado para comprender que si consumimos un tercio más de lo que el planeta puede soportar, el colapso ecológico está a la vuelta de la esquina.
Pero, como siempre, los datos son interpretables. Los hay que culpan al hombre, así, genéricamente, de la destrucción del medio natural, sin hacer ningún tipo de distinción entre unos y otros, y postulan la vuelta a modelos de vida preindustriales. Estos cometen dos errores. El primero es que ya no podemos volver a la era preindustrial, ello conllevaría la necesaria desaparición de dos tercios de la humanidad como mínimo, si no la humanidad completa pues se han perdido las técnicas ancestrales que permitían vivir al hombre. Hoy el conocimiento socialmente necesario para la reproducción de la humanidad reside en las industrias, no en los pueblos. Pocos sabrían ya cómo hacer viviendas, hacer ropa, cultivar o sanar. Pero el peor error es el de injusticia. Cuando se atribuye al hombre la responsabilidad del impacto en el medio natural, no se atiende a que en África no se llegan, ni por asomo, a las 1,78 hectáreas que les correspondería (0,5 es su lote), porque en Europa nos apropiamos de 3 y en USA de casi 6. He aquí donde está el verdadero problema. Los países enriquecidos despilfarran mucho más de lo que les correspondería. Harían falta tres planetas tierra para que todos los habitantes del planeta vivieran como los españoles, y seis para que todos viviéramos como los estadounidenses. El mal está en el sistema económico y político en el que vivimos, donde se vive según el criterio del uso y abuso de los recursos para la satisfacción momentánea de las preferencias del consumidor. Es el sistema capitalista, el Killer Kapitalismus el que está acabando con el planeta y con el ser humano. La humanidad y el capitalismo no cabemos en el mismo planeta: ¡Expulsémoslo!
En 1996, Rees y Wackernagel, publicaron su afamado libro, Nuestra huella ecológica, en el que hacían un análisis pormenorizado del impacto del modo de vida en el planeta tierra. Sus logros siguen siendo válidos. Teniendo en cuenta los habitantes del planeta tierra y el número de hectáreas útiles en el mismo, el resultado de una simple división nos dice que cada habitante actual del planeta tierra dispone de 1,78 hectáreas biológicamente productivas. Para calcular el consumo de hectáreas por habitante, la huella ecológica, se tienen en cuenta tanto las tierras dedicadas a la producción alimentaria, como al ganado, la producción de vestido, la vivienda, las zonas acuáticas y las zonas boscosas que se requieren para absorber las emisiones de CO2 a la atmósfera. Con todos estos datos, aplicado a cada país, el resultado arroja una inquietante realidad: el modelo de vida actual consume 2,23 hectáreas por habitante. Este dato indica que estamos consumiendo, de media, sobre un tercio más de lo que el planeta puede soportar. Esta huella ecológica, que el planeta lleva soportando, no por casualidad, desde que el neoliberalismo se impuso en los noventa, nos llevará a una catástrofe humana y natural de proporciones nunca vistas. No hace falta ser muy espabilado para comprender que si consumimos un tercio más de lo que el planeta puede soportar, el colapso ecológico está a la vuelta de la esquina.
Pero, como siempre, los datos son interpretables. Los hay que culpan al hombre, así, genéricamente, de la destrucción del medio natural, sin hacer ningún tipo de distinción entre unos y otros, y postulan la vuelta a modelos de vida preindustriales. Estos cometen dos errores. El primero es que ya no podemos volver a la era preindustrial, ello conllevaría la necesaria desaparición de dos tercios de la humanidad como mínimo, si no la humanidad completa pues se han perdido las técnicas ancestrales que permitían vivir al hombre. Hoy el conocimiento socialmente necesario para la reproducción de la humanidad reside en las industrias, no en los pueblos. Pocos sabrían ya cómo hacer viviendas, hacer ropa, cultivar o sanar. Pero el peor error es el de injusticia. Cuando se atribuye al hombre la responsabilidad del impacto en el medio natural, no se atiende a que en África no se llegan, ni por asomo, a las 1,78 hectáreas que les correspondería (0,5 es su lote), porque en Europa nos apropiamos de 3 y en USA de casi 6. He aquí donde está el verdadero problema. Los países enriquecidos despilfarran mucho más de lo que les correspondería. Harían falta tres planetas tierra para que todos los habitantes del planeta vivieran como los españoles, y seis para que todos viviéramos como los estadounidenses. El mal está en el sistema económico y político en el que vivimos, donde se vive según el criterio del uso y abuso de los recursos para la satisfacción momentánea de las preferencias del consumidor. Es el sistema capitalista, el Killer Kapitalismus el que está acabando con el planeta y con el ser humano. La humanidad y el capitalismo no cabemos en el mismo planeta: ¡Expulsémoslo!
17 comentarios:
Son varios los problemas que se suscitan en tu reflexión. Destaco dos que me preocupan. Uno es ético y, para los creyentes, teologal, pues tiene que ver con la voluntad de Dios, que ha destinado la tierra y todo lo que ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. Por tanto, allí donde los recursos no llegan a todos, no se cumple la voluntad de Dios. Otro problema es la conjunción de la técnica con la necesaria base ecológica. La técnica puede contribuir a mejorar la vida humana, pero no debemos olvidar que siempre dependemos de la naturaleza. El objetivo humano sería emancipar al hombre de la naturaleza sin destruir la base ecológica.
Uno de los objetivos, Martín, de los movimientos naturistas, ecologistas y pacifistas tenía mucho que ver con la recomendación de Epicuro: "conformate a la naturaleza". Claro que aquel filósofo griego entendía por naturaleza (Physis) algo diferente a la comprensión actual. Creo que este sería el camino a seguir. Respetar los límites naturales, entiendo que son queridos por Dios hasta la Nueva Creación, y vivir conforme a nuestras posibilidades reales.
Esta creación, de la que formamos parte importante, deberá llegar hasta la "consumación entrópica", pero no debemos acelerar el proceso, para ello hemos de aplicar criterios éticos y políticos. Me gusta como lo expresa Hans Jonas, "Nuevos imperativos categóricos": "actúa de tal forma que de tu acción se siga la vida futura en el planeta tierra". Gracias Martín por tu intervención.
Bernardo
Hola Bernardo. Soy Desiderio. Estoy "paseando" por tu blog, y en fin, espero poder darme más paseos, y comentar algunos temas. Vaya por delante una reflexión un tanto precipitada en referencia al tema que tocas. El hecho de que el consumo haya bajado tanto estos últimos meses, indica los excedentes -en la mayor parte de los casos innecesarios- en que nos gastábamos el dinero antes. ¡Ojalá en tiempos de bonanza sigamos con este criterio de austeridad y podamos compartir más con los que tienen menos!
Un saludo.
Estimado Desiderio, bienvenido a este espacio que quiero compartir de reflexión y análisis. Espero que te "pasees" mucho por aquí, porque tus comentario poseen calidad y amabilidad, esto último una "rara avis" en la blogosfera.
Suscribo lo que dices sobre la disminución del consumo, pero no sé si, de arreglarse esto, no volveremos a las andadas. Creo que lo más seguro, como comentábamos en el blog de Martín Gelabert, es cierta "coacción" social que discrimine a los despilfarradores, unida a la "coacción" legal que los castigue.
Sea como fuere, está claro que algo debe cambiar.
Saludos cordiales
Bernardo
Gracias.
Eso de la coacción social no lo acabo de comprender. ¿Qué quieres decir exactamente?
Pues lo de la "coacción social" es algo muy sencillo, y quizá más efectivo que la mera coacción legal. Las conductas que socialmente están mal vistas tienden a desincentivarse y los individuos no las realizan. El la Edad Media estaba mal vista la usura entre los católicos y pocos la hacían abiertamente, quedaba reservada para los judíos. En nuestros tiempos está mal vista la discriminación sexual y, al menos, de boquilla, no se admite. A esto es a lo que me refiero con "coacción social", por supuesto que no estoy pensando en que un tipo de represión social violenta.
Bernardo
Creo que hay un mal enfoque y peor interpretación del "dominarás la tierra" del Gánesis. El ser humano ha adoptado un enfoque antropomórfico respecto a la naturaleza, y quienes viven y la habitan. Ha entrado como un "destroyer", con prepotencia, como elefante en cacharrería, en los ritmos naturales,con que Dios creó la naturaleza, perdiendo la conexión con su raiz, con el lugar que Dios le asignó en su creación, y la naturaleza responde ( cambio climático, tsunamis..)Y ya que se cita a nuestros hermanos hebreos, bueno es recordar como conectan parte de sus fiestas con los diversos ritmos de la naturaleza ( plantar arboles, por ejemplo...). El ser humano forma parte de la naturaleza. Y le fue asignado su cuidado, no su explotación. ¿ Es rentable cuidar la naturaleza?
Le sigo dando vueltas a esto de la coacción. Si no te interpreto mal, cuando hablas de coacción social te refieres a una especie de forma de comportamiento habitual en la comunidad, una especie de “usos y costumbres”, de manera que quien no se comporte en esa línea sería mal visto, y él mismo se sentiría tan incómodo que desecharía ese comportamiento. ¿Es así? Pero, ¿y la coacción legal?, ¿cómo la articularías?
¿Sabes lo que pasa?, que me cuesta enlazar cualquier tipo de coacción con la libertad radical del mensaje evangélico, no sé muy bien cómo hacerlo.
El problema está en no distinguir adecuadamente entre libertad de elegir y libertad de ser. Normalmente se confunde una con otra y se reduce toda la libertad a mera elección de "preferencias". Como sabían los medievales, elegir el mal no es fruto de una razón libre. Pero lo peor está en que el libre albedrío se reduce a una mera elección, descargada de la pena que conlleva todo acto humano, es decir, "liberada" de la responsabilidad. Como he indicado en otro post, el hombre jibarizado ya no sabe distinguir las consecuencias reales de sus actos y, por tanto, no es libre. Es aquí donde entra lo legal, si alguien no sabe cuáles son las consecuencias de sus actos debe ser "reprimido" hasta que lo aprenda, y eso es un proceso de enseñanza, no digo de castigo. Por ejemplo, la ley debería impedir que abusáramos del medio natural. El parlamento europeo acaba de aprobar una directiva contra España por haber liberalizado la ley del suelo. De aquella libertad irrestricta del año 1997 nacen todos los desmanes urbanísticos actuales. La ley debe castigar a todo aquel que atenta contra la libertad social abusando de su supuesta libertad individual. A mi entender, esto es lo que dice el Evangelio: el amor por encima de la ley. Pero el amor es el que falla hoy día.
Estoy perfectamente de acuerdo contigo en este campo. Efectivamente, uno de los papeles del Estado es salvaguardar el orden social (y natural) mediante una legislación adecuada, de manera que los intereses particulares —y a menudo, egoístas— no perjudiquen el bien de la sociedad. Para que haya verdadera libertad, debe haber responsabilidad; si no, la libertad es una mera pantomima.
Pero yo quería reconducir la conversación hacia otro sentido. La idea que me ronda la cabeza es la siguiente. Yo hablo de esa persona que no hace mal a nadie, que cumple con sus parámetros sociales (trabaja, contribuye, respeta su entorno,…), pero ya está, se queda con eso. Cumple, no molesta, y ya está. Disfruta del dinero que ha ganado honradamente y ya está. La cuestión para mí es que ese hombre está muy lejos del mensaje cristiano. Obviamente no es que haga mal a nadie, pero podría hacer mucho bien que no hace. La pregunta que quiero plantear es la siguiente: ¿es lícito “obligar” a esa persona a vivir de manera austera, a compartir sus bienes con los que tienen menos? Lo que yo pensaba cuando hablabas de coacción legal era que ibas por estos derroteros, pero no sé si estaba equivocado. En fin, lanzo la pregunta. Un saludo.
Si quieres poner la conversación en esos parámetros, hay que cambiar de perspectiva. Dentro del modelo capitalista es imposible que se pueda obligar a quien ¿honradamente? gana su dinero y no está dispuesto a compartirlo.
En primer lugar hemos de echar mano de los Santos Padres griegos: "toda riqueza es fruto de la injusticia",no sólo la ilegítima o la excesiva, toda, sin atenuantes. La razón es obvia, si todos somos usufructuarios de este planeta, a todos nos toca por igual en el reparto. Quien disponga de riqueza habrá sido porque otros no pueden llegar a los mínimos. Los datos de renta percapita mundial así lo atestiguan. La renta media son unos 9.000 $ por persona. Pero el caso es que unos disfrutamos de 25.000 mientras otros sólo disponen de 365 $ al año. La media permitiría vivir con holgura a todos, eso quiere decir que podríamos aliviar la presión sobre el medio y así vivir con menos deterioro del planeta.
Se trata de luchar contra la riqueza y no contra la pobreza, reconvirtiendo toda la producción en bien social. Porque en el fondo es así. Cuando alguien pretexta que "su" dinero lo ha conseguido con su trabajo, no se da cuenta que el dinero no puede ser suyo sino del César, es decir, del modelo económico que ha estimado la producción social en moneda como forma de objetivar el valor social producido. En último término, la "riqueza" siempre es un valor social, nunca algo individual, como les gusta esgrimir a los empresarios. Ellos dicen: "nosotros creamos riqueza en este país", y esto no sólo es mentira, sino que es pura ideología. La riqueza nunca la crea el capital, que está muerto, sino el ser humano, aquél en el que reside el Espíritu de creación de algo nuevo. De los parámetros de la producción, sólo el trabajo, es decir, la persona humana, es la que crea, lo demás no puede sino absorver el valor creado por el hombre.
Concluyo, se trata de cambiar el modelo, pero eso implica cambiar de mentalidad (metanoia) para comprender que somos en la medida que nos es dado el ser. En términos económicos, tenemos en la medida en que la sociedad nos permite producir.
Saludos cordiales
Sigo con este tema, Bernardo. Como he comentado en una de los comentarios a otros posts más recientes, creo que en el fondo estamos totalmente de acuerdo, pero me cuesta acabar de captar tu idea sobre cómo llevar este tema a la práctica. Es cierto que, aunque pensamos que somos dueños de nuestras vidas, no lo somos más que en la medida en que contribuimos a esa gran maquinaria productiva que responde a la ley del mercado: si no entramos a jugar, seremos aplastados como vulgares mosquitos. Es cierto que debemos luchar, como muy bien dices, para reconvertir la riqueza en bien social. Pero no es menos cierto, por lo menos a mi entender, que eso se debe conseguir desde una libertad personal y radical. Con ello no quiero decir que desde el gobierno se permita todo, y que cada uno decida hacer lo que se le antoje, ni mucho menos. Voy más en la línea de que para que verdaderamente tenga sentido ese poner en común, ese poner a disposición de los demás, se ha de hacer desde un verdadero acto personal de entrega, libre y responsable. Es necesaria esa metanoia, ese cambio de mentalidad radical, y entiendo que eso se debe hacer, más que por imposiciones legales, por una evangelización, pues en el primer caso efectivamente compartiré mis bienes, pero no tendrá ningún sentido trascendente, pues mis actos irán por un lado y mi conciencia por otro. Leí hace poco una idea de Mounier, en la que afirmaba que en el fondo, tanto ricos como pobres (se entiende dentro de una sociedad occidental) en el fondo eran iguales, en el sentido de que si a los menos afortunados les dabas los bienes de que disponían los otros, probablemente se comportarían igual (esto me recuerda a los que seguían a Jesucristo tan sólo por obtener sus favores, pero que en el fondo no entendían nada). ¿Cómo se puede cambiar esto? Pues yo entiendo que realmente a través dé esa metanoia, ese cambio de mentalidad, tanto en unos como en otros, pues entonces el objetivo no será tanto poseer yo sólo, como que poseamos todos. Y ese cambio de mentalidad, independientemente de que desde el gobierno se fomenten leyes bajo este punto de vista, entiendo que se debe hacer desde el apostolado y la concienciación social. En el fondo no sé yo si estamos diciendo lo mismo pero con distintas palabras. Un saludo afectuoso.
Creo que estamos en la misma línea, pero con distintos acentos. Traer a Mounier por aquí es magnífico. Imagino que recordarás su tema recurrente: "el desorden establecido", por ahí voy yo. Ricos y pobres son iguales, porque les une el mismo "desorden establecido", de lo que se trata es de establecer un "orden", llámale moral, en el que no exista la posibilidad de ser rico o pobre.
Si yo permitiera que mis hijos fueran primero individuos libres para después poder "elegir" compartir sus bienes, estaría poniendo malas bases. Primero los he de educar en la comunión, para que realmente puedan ser libres de ejercerla o no. Si su ambiente es de austeridad y comunión, ellos podrán ser austeros y comunionales. Si se les enseña a amar y respetar el medio, serán libres para hacerlo.
No, no hay libertad en el vacío, la libertad está siempre situada, nuestro problema está en que hemos nacido en una sociedad "no libre".
Una buena educación haría casi innecesaria la coacción, aunque esta siempre debe estar ahí. Los que tenemos adolescentes como alumnos sabemos muy bien que no hay educación posible sin autoridad y que la autoridad, en último término, se asienta en la potestad, lo queramos o no.
Saludos
Coincido en lo necesario de la educación para sentar una buena base de comportamiento. Como muy bien dices, no se trata de educar en la abundancia para que luego los jóvenes opten entre la abundancia o la austeridad, sino más bien al revés. También coincido en que la libertad “pura” no existe, en el sentido de que todos nacemos en un entorno que es histórico, y por ello nos vemos afectados indiscutiblemente por ese entorno. Otra cosa es que desde nuestra madurez podamos ir modificando ese comportamiento adquirido según nuestras ideas personales (las cuales también pienso que estarán impregnadas de alguna manea por la cultura en que hemos crecido). También coincido en que la educación debe ir acompañada de cierta autoridad.
Ahora bien, como tú muy bien sabrás como educador que eres, es fácil que ante una misma educación para todos, algunos educandos salgan… “torcidos”, ya me entiendes, a los cuales, dentro del proceso educativo, se les puede aplicar cierta disciplina autoritaria. Pero si nos trasladamos al mundo “adulto”, es indudable que hay innumerables ejemplares “torcidos”. Y ya no me refiero sólo a los que están fuera de nuestro ámbito: dentro de los que están con nosotros, dentro de los que forman parte de nuestra comunidad, qué duda cabe de que también habrá ovejas negras. Mi pregunta es qué hacer con ellos, qué hacer con los que, desde su “madurez”, no siguen el camino que entendemos, que entiende la comunidad, que es el correcto. Entiendo que cuando hablas de algún tipo de coacción te refieres a estos casos, pero me cuesta captar tu idea de coacción, y más cuando se aplica a personas adultas. Vaya que no esta dando de sí este post. Un saludo.
Yo no tengo ningún problema en aceptar que la coacción debe ser por la fuerza, si es necesario física, para reconducir al extraviado. Creo que tu insistencia está más bien en qué hacer con aquellos que no han cometido ninguna falta ante la sociedad, pero no quieren seguir el camino indicado. Bueno, entonces diálogo, comprensión, y si su conducta no daña, dejémosle. Pero si la conducta es dañina, y te pongo por ejemplo el último post del blog, las empresas contaminanates, entonces hay que actuar para impedirlo. Pongamos el caso de una persona que se ha edificado una casa en terreno útil para el cultivo y no permitido, lo adecuado es que se le tire la casa, pague los gastos y asuma una multa. Y eso sólo puede hacerse mediante un aparato social adecuado.
En fin, creo que la libertad debe ser respetada siempre que no colisione con los bienes colectivos, y si su colisión es leve, puede dialogarse para ver qué hacer.
Pronto publicaré otro post sobre los efectos de la huella ecológica y saldrá otra vez el tema.
Saludos cordiales
La verdad es que me doy cuenta de que, como muy bien has comentado en otro comentario de este post, estamos en la misma línea pero con distintos matices. Hay algo en tus comentarios que no deja de chirriarme. No sé yo si estamos hablando en planos diferentes. Supongo que poco a poco nos iremos conociendo.
Por cierto, me deja totalmente impresionado el conocimiento que tienes de todos estos temas a nivel mundial. Gracias por compartirlos con nosotros. Un saludo afectuoso.
Publicar un comentario