domingo, 5 de abril de 2009

La culpa global

En 1945, Karl Jaspers (El problema de la culpa, Barcelona 1998) aún podía diferenciar entre culpa moral y culpa metafísica con el fin de dirimir el grado de responsabilidad de sus compatriotas en los crímenes nazis. Para ello establece una separación entre cuatro tipos de culpa: criminal, política, moral y metafísica. La culpa criminal es atribuible a quien ha cometido el crimen y nada más. El juez dictamina y el castigo cae sobre el reo. La culpa política recae de forma indirecta sobre todos aquellos que aceptaron las decisiones de los estadistas. Los vencedores juzgan y la responsabilidad será la carga de los culpables. La culpa moral recae en toda acción y omisión que realiza cualquier hombre y no puede ni confundirse con las anteriores ni extenderse a los demás, cada cual tiene su propia culpa moral, de la que su conciencia es juez y que le debe llevar a la conversión si es consciente de la repercusión de su acción. La culpa metafísica, por último, implica la solidaridad de todo el género humano y hace a cada uno responsable de toda injusticia que se cometa. Sólo Dios juzga, es la instancia de juicio y la consecuencia en el hombre debe ser la humildad.
Hoy no podemos hacer esta cuádruple distinción. Si Zygmunt Bauman está en lo cierto, con la globalización la culpa metafísica se ha tornado en culpa moral. Todo ser humano es culpable en su conciencia de toda la injusticia que se comete en el mundo. Todo hombre es culpable moralmente de la estructura de pecado en que vivimos, compartimos la responsabilidad por el pecado del mundo, somos pecadores solidarios. Pero existe la posibilidad de ir más allá y unir la culpabilidad moral con la política, de modo que también somos culpables de todo aquello que nuestros estadistas hagan si no hemos opuestos todas nuestras fuerzas para evitarlo. De esta forma, cada uno de nosotros es culpable de todo el mal estructural que se ha generado, porque todos somos cómplices de este mundo. Al fin y al cabo todos usufructuamos los bienes injustamente obtenidos y el fruto de la destrucción del planeta, sea porque utilizamos los productos de las multinacionales, todas ellas destructoras del ser humano y el planeta, sea porque nos repercute el beneficio de esos actos. Así visto, podríamos ser juzgados criminalmente, porque un cómplice de un crimen es tan culpable como el criminal que materialmente lo cometió. Por tanto, de las cuatro culpabilidades de Jaspers, solo nos quedan dos: la moral, que todos compartimos y en grado muy amplio en la globalización; y la criminal, de la que somos reos si nos beneficiamos del fruto de los crímenes.
Hay dos formas de enfrentar la culpa, una inauténtica y otra auténtica. Sólo esta última nos permite madurar como personas y crecer como colectivo. La forma inauténtica puede tener varias expresiones (negación, huida, banalización), pero todas ellas se resuelven en una dis-culpa que no asume los actos. Únicamente la forma auténtica nos lleva al proceso de exculpación por el camino de la asunción de la culpa y sus consecuencias. El proceso tiene cuatro pasos: reconocimiento, arrepentimiento, metanoia y reparación (X. M. Domínguez Prieto).
Para poder salir de esta situación hemos de crear unas estructuras de gracia en las que el ser humano pueda ser culpable del amor y la felicidad de los demás. La religión tiene un papel fundamental que jugar, y sobre todo la religión profética que puede desvelar el camino de salida hacia un mundo de verdad, justicia y amor.

4 comentarios:

M. Gelabert dijo...

Estructuras de gracia. Me ha encantado la expresión, porque yo mismo la he utilizado. Me inspiré en la "Sollicitudo Rei Socialis" de Juan Pablo II. Aunque exactamente él no emplea la expresión, la idea está claramente presente. Estructuras de gracia, que como el pecado, van más allá de la corta vida de los individuos. Una estructura de gracia, por poner un ejemplo, son las instituciones solidarias que trabajan a favor de los necesitados. Y los cristianos, independientemente de si son confesionales o no, deberíamos apoyarlas. Hoy importa que nos unamos creyentes y no creyentes en la defensa de lo humano. Solo tengo una duda: este mundo sigue y seguirá siendo un mundo ambiguo, en el que coexisten el pecado y la gracia, las estructuras de pecado y las estructuras de gracia; en medio de la desgracia despunta la gracia y en la gracia también hay desgracia; y no siempre es fácil hacer separaciones netas. La perfección no es de este mundo, el trigo y la cizaña duran hasta el final. ¿Qué podemos hacer mientras tanto? Seguir en la lucha, luchando con todas nuestras fuerzas personales e institucionales a favor de la gracia. Porque si bien la gracia es gracia, no tiene nada de pasividad ni nada de barata.

Desiderio dijo...

Me he fijado en la viñeta que acompaña al post. Aunque es muy ilustrativa, creo que no es del todo correcta: aparece en ella que el poderoso don Occidente le da las migajas a los países menos desarrollados, pero pienso que no es cierto ¡es que incluso les quitaría las suyas si pudiera! Tal es su afán voraz y “globalizador”.
Y efectivamente, todos somos culpables. Participamos de las estructuras de pecado que muy bien definió Juan Pablo II, y debemos hacer lo que esté en nuestras manos para solventarlo. ¿Y qué es lo que está en nuestras manos hacer? ¿Qué podemos hacer para contribuir a generar esas estructuras de gracia —me parece genial esta expresión— en nuestra sociedad, y por ende, en el mundo? ¿Qué hacer en mi día a día, con la gente que me rodea? En la teoría más o menos lo podemos tener claro, quizá sea más problemático descender a la práctica.

Ana dijo...

Magnífico post: claro, conciso y muy bien estructurado.
Absolutamente de acuerdo contigo: todos somos, de alguna manera, culpables de las injusticias que se producen en el mundo. Sin embargo, el concepto de culpa va íntimamente unido al de culpabilidad o "sentimiento de culpa" y este sentimiento es subjetivo: alguien culpable puede no sentirlo, mientras, al contrario, un inocente puede verse abrumado por la culpabilidad. Sin el "sentimiento de culpa" difícilmente puede producirse el arrepentimiento.
Tengo otra duda: ¿a qué te refieres exactamente al hablar de "estructuras de gracia"?. Puedo tener una ligera idea, pero es un concepto nuevo para mí y no sabría darle un significado concreto.
Saludos.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

La expresión concreta fue utilizada por Juan Pablo II en Solicitudo Rei Socialis, en los números del 36 al 40. Allí constataba el Papa que el mal que hay hoy en el mundo no es fruto del pecado personal, sino que existen unas "estructuras de pecado" que se han ido configurando en el mundo como consecuencia de la suma del pecado personal y el añadido del egoísmo, el odio y la envidia sociales. Las características de estas estructuras de pecado estriba en el "afán de ganancia exclusiva" y la "sed de poder", de ahí que el Papa proponga la entrega a los demás y el servicio humilde como forma de romper estas estructuras. Pero no vio el Sumo pontífice que, si hay estructuras que generan el pecado, no pueden combatirse meramente con actitudes o acciones individuales, se necesitan, entiendo, estructuras de gracia que luchen contra las estructuras de pecado y creen un mundo de justicia y amor. Esas estructuras podrán ser desde formas nuevas de organización social, a creación de empresas donde se gobiernen por el bien común, o grupos de presión que combatan eficazmente a las estructuras de pecado.

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