Uno de los grandes problemas que nos encontramos en esta sociedad es la pérdida de las dimensiones de profundidad en el hombre. No aportamos nada nuevo, son muchos los que han pensado esto mismo (Beck, Lipovetsky, Ascher, Baudrillard, Bauman), pero sí creo que hemos de destacar uno de los síntomas que nos indicarían por dónde puede ir la solución a este enorme problema. Salta a la vista una unión muy profunda entre el fin de las utopías, la pérdida del anhelo por el futuro y la concentración en el hedonismo del presente. En la sociedad actual en occidente se ha perdido tanto el pasado como el futuro. El pasado ha dejado de ser la tradición que permite entendernos en medio de un mundo con tareas asignadas. Lo máximo que se consigue del pasado es reservarlo en un museo o hacerle un monumento, cosas ambas que permiten seguir generando ingresos, pero que no pueden dar vida a lo que acaba siendo una pieza de un mausoleo. El futuro, por su parte, se ha perdido porque no se pretende más que la eternización del presente y su replicación perfecta. Léase en este sentido la importancia dada a los seguros de todo tipo, pero también a lo enormes gastos que la clase gozante dedica a miles de potingues para mantener cada día el aspecto más joven posible; o las múltiples intervenciones quirúrgicas a las que se someten desde bien temprana edad: se cuenta que muchas chicas piden como regalo de cumpleaños una intervención que les de el aspecto que desean.
Estamos en una neofilía (amor por lo nuevo), al decir de Lipovetsky, como forma de conservar el presente y repetirlo constantemente. El mismo consumo desaforado sería el intento por renovar repetidamente lo que de por sí es caduco. El hombre hipermoderno no es ya meramente hedonista, por el contrario, se ha esclavizado de la moda, del culto al cuerpo, de la comida sana, de los lifting, de la pérdida de peso, del ejercicio físico, de la obsesión narcisista por la salud, el aspecto físico y la longevidad. En realidad, este hiperindividuo ha perdido la fe en el futuro y no tiene anclaje en el pasado, es un neonato absoluto; sin referencias válidas ni proyecciones ilusionantes, su vida se consume en la rueda de los placeres obsesivos que convierten su existencia en un eterno retorno de lo idéntico: comprar, gastar, consumir y vuelta a comprar. Estamos en el reino de lo efímero, donde el hombre no puede hacerse a sí mismo, ya no es sujeto de su existencia, más bien objeto de las modas, la publicidad y la mercancía. Este individuo precario, habita un mundo provisional, donde las satisfacciones son fugaces y el ser transitorio.
La pérdida de la memoria, encerrada en los simples recuerdos de lo habido al estilo de la moda retro y de los programas de televisión tipo qué fue de…, o los mejores años..., genera la amnesia social necesaria para que no puedan producirse discursos alternativos que puedan modificar el sistema; la pérdida de la utopía, aprisionada por la revolución tecnológica que nos promete la felicidad plena a un solo tic del último aparato, impide la concepción de una esperanza, de la posibilidad de crear y vivir otra realidad. Ambas pérdidas, del pasado y del futuro, sumen al ser humano y a su mundo en el mayor de los infiernos conocidos: el enclaustramiento egolátrico en un presente eterno que se torna tedio vital, hastío existencial, languidez moral.
Despertar al difunto que mora tras el lustroso cuerpo hipermoderno; sacudir la modorra existencial del presente; remover las conciencias hipnotizadas; zarandear las coyunturas por donde puede llegar a supurar la infección del hombre en esta sociedad anémica que vive para el consumo de su propia existencia, son algunas de las tareas que hemos de llevar a cabo para poder resucitar al sujeto que yace en el interior del individuo hipermoderno.
4 comentarios:
La paradoja tiempo-eternidad es un continuum que tiene a la muerte como pasaje necesario. Solo eso : un pasaje. Cuando ella está el ser humano ya tras-pasa a otra dimensión de la Vida. Eterna paradoja : la Eternidad es un Presente Eterno, sin tiempo ni espacio. De ahí que tratar de vivir el Presente con total consciencia y energía es una preparación a vivir en la Eternidad. Porque vivir así en el presente rompe la barreras espacio-temporales: tomamos conciencia de nuestro Ser Eterno, que se nos da en continuo presente,pues Él Es sin tiempo ni espacio. En esta hipermodernidad paradojicamente hay una sed de Absoluto. El hombre hipermoderno como el de antaño sigue siendo un buscador de la Perla más preciada. Porque ante el "horror vacui" o se llena de más Vida, o se baja del tren,cuando el nihilismo ahoga por completo. Y más bien pronto que tarde descubrirá que la lleva dentro. Cuando todo está oscuro a veces es por exceso de luz. Siempre un rayo de esperanza.Un punto y seguido, en vez del "punto-y-pelota" tan hipermoderno Un saludo
Me gustaría estar de acuerdo contigo, anónimo, pero no puedo. Si la muerte no es el fin, la muerte no es tal y no puede aportar al hombre la definitividad de la madurez y la moralidad por la que somos humanos y no animales o dioses. Con la muerte todo termina, pero puede que la memoria del Amante conserve en sí lo que de nosotros pueda haber de amor, eso será la resurrección, no una victoria sobre la muerte sino desde la muerte.
Gracias por la intervención.
Estoy totalmente de acuerdo con Anónimo1 (por llamarlo así). Sabias palabras.
Si el hombre de estos tiempos busca la "forma de conservar el presente y repetirlo constantemente", a mi me parece que estamos frente a un hecho de suma importancia, no estoy de acuerdo con que "En la sociedad actual en occidente se ha perdido tanto el pasado como el futuro." El querer conservar el presente es estar aferrándose del pasado, es no aceptar el paso del tiempo, no aceptar nuestro cuerpo biológico. Si viviésemos en el presente realmente no estaríamos preocupándonos por nuestra apariencia, porque, en mi opinión, hacerse intervenciones quirúrgicas es preocuparse por el futuro, preocuparse por el que dirán. Como decía, conservar el presente es tenerle miedo al presente, al "futuro presente", es vivir algo que no sos, eso es utópico, creer que si cambias tu imagen cambias tu realidad, vas a seguir siendo la misma persona con diferente máscara, hoy y mañana. Aceptarse uno es aceptar la vida, aceptar el momento eterno, aceptar el presente.
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