El trabajo puede ser entendido como la puesta en práctica del espíritu humano con el fin de convertir los recursos naturales en productos con un valor social. Por tanto, hay que tener en cuenta los tres elementos fundamentales en el trabajo: el ser humano concreto, artífice del mismo, la naturaleza en tanto que potencialidad absoluta, y la sociedad como el fin y la condición necesaria para la creación de algún tipo de valor nuevo en el mundo. Si la naturaleza queda como está, no puede darse humanización posible. A lo largo de la historia, el hombre se ha dedicado a humanizar el medio a través del trabajo para poder vivir: el hombre no es un animal como otros, necesita hacer suyo el mundo. Pero sin el grupo social, el trabajo no avanza. Tiene sentido en la medida que otros lo requieren, lo aprenden y lo transmiten. La creación de novedad es una exigencia del grupo. El individuo lo pone en práctica, pero es la sociedad la propietaria del trabajo, porque a ella va destinado y de ella proviene el estímulo.
Ahora bien, como nos recuerda la Doctrina Social de la Iglesia, el trabajo es la persona del trabajador, no un ente abstracto. Mediante el trabajo, el ser humano alcanza su dignidad máxima, porque pone en práctica sus dones y los comparte con el grupo del que depende y al que debe servir. De ahí que poner el trabajo al nivel de cualquier mercancía, como hace el capitalismo global, es rebajar la dignidad del ser humano. Si el trabajo se compra y se vende en un mercado como cualquier producto de la actividad humana, es el mismo ser humano el que está siendo comprado y vendido al precio que fije el mercado. El mercado se convierte en el esclavista que reduce lo más digno del ser humano: su ser co-creador del mundo mediante el trabajo, en un mero producto subsumido en el proceso productivo. Esto implica que trabajar en el modelo de producción capitalista, no se distingue mucho de prostituirse.
De los distintos factores que intervienen en la producción, el trabajo es el que aporta valor y es el más importante. Si nosotros queremos que un determinado bien natural, pongamos por caso el algodón, se transforme en un valor socialmente aprovechable: unos pantalones, hemos de aplicar energía y maquinaria. Aún así, el algodón seguiría siendo algodón. Únicamente cuando ponemos el trabajo de un ser humano socialmente capacitado, podemos llegar a tener el valor social: los pantalones. De aquí se infiere que el que aporta algo realmente novedoso, el que aporta valor, es el trabajo por ser el ser humano quien lo ejerce; y lo que distingue al ser humano es su propio espíritu, que para los cristianos procede del propio Espíritu Santo. Por eso, vender el propio trabajo es como vender el Espíritu que Dios nos otorga. He aquí la máxima perversión del capitalismo, es un modelo donde el Espíritu es cosificado, convertido en capital, y este apropiado por unos pocos.
Un verdadero modelo humano y cristiano de trabajo sería aquel en el que los seres humanos ponemos nuestro espíritu en juego e intercambiamos los productos de este mismo espíritu, sean estos productos o servicios. Lo que nos humaniza es el don que recibimos y el que devolvemos, no la venta de nuestro propio ser a otros que apenas se diferencian de los proxenetas. La verdadera economía humana sería una economía del don recíproco y redistributivo, no el mercadeo del ser humano.
En la fiesta del trabajo, no se trata de pedir que no empeoren las condiciones laborales, sino de que cambiemos el modelo, por eso se equivocan los sindicatos mayoritarios.
1 comentario:
Por aquellos que no tienen trabajo, por aquellos que lo buscan y no encuentran, por quienes son explotados, por quienes enferman por las condiciones laborales, por los adictos al trabajo, por quienes trabajan en lo que no les agrada, por aquellos que a pesar de ello, cada mañana acuden a su puesto de trabajo e intentan hacer con su actitud un mundo mejor. Por aquellos que luchan por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores ( y que no suelen ser los sindicatos).
A todos ellos un afectuoso recuerdo y mis mejores deseos de que sus expectativas laborales se cumplan
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