lunes, 29 de junio de 2009

Amar para Vivir

Amar no es nada fácil en estos tiempos que corren. Enamorarse sí lo es, es más, nos invitan a ello constantemente. La televisión no para de incitarnos, propaga la necesidad imperiosa de estar enamorados como manera de sentirnos vivos, de ser alguien en este mundo. No otra es la intención de los spots publicitarios: convencernos de que la última chorrada que saca al mercado nuestra marca favorita nos va a hacer felices, nos va a enamorar. El enamoramiento no sabe de compromisos ni de estabilidad, exige la vivencia del momento, el hic et nunc que diría un latino, o dicho en la jerga actual aquí te pillo y aquí te mato. Gozar del momento lo más posible, vivir la vida como si no hubiera consecuencias de los actos, extraer el máximo beneficio propio a todo lo que pase por nuestro lado. Pero así no se consigue hacer un mundo habitable ni un ser humano cabal. Sí se consigue que el ser humano retroceda en el proceso evolutivo hasta ser un mero mono desnudo, un mono sapiens, pero poco más. Lo que nos hace humanos es el compromiso con nosostros mismos por medio de los demás; la tarea asumida de construir a otros en nuestros actos; generar vida dando la nuestra y renunciando a la pléyade de posibilidades que la libertad nos abre.
Ser libres no es hacer lo que nos venga en gana, eso está claro para cualquier mente normal, es hacer aquello que nos hemos comprometido a hacer por otro, con otros, para los demás. Ser libres es construir nuestra vida como un compromiso constante de entrega y de servicio, sin mirar las consecuencias de nuestros actos y sin especulaciones sobre el futuro. Se es libre aquí y ahora, sin miramientos, con contundencia y valor. Por eso, la única manera de amar es ser libres y la única manera de ser libres es amar. Porque el amor implica la entrega libre y la libertad lleva al amor entregado. Don y tarea son los gestos máximos que nos construyen como seres humanos.
Si queremos que este mundo siga siendo habitable habremos de enseñar el amor como medio de vivir en libertad, porque sólo soy libre cuando me niego a mí mismo y acepto que lo que soy lo debo a otros, a otro, a lo otro; por eso amar significa renunciar a lo que podría ser en función de lo que quiero ser con otros. Para mí esto es fundamental, porque yo podría querer ser piloto de caza o astronauta, pero no es lo que quiero ser con otros. Yo quiero ser con otros, constructor de un mundo justo y solidario, educador de la conciencia colectiva, exprimidor de mentes jóvenes que quieren sacarle el jugo a su existencia. Esto implica que yo debo renunciar a otras muchas cosas, pero esa renuncia no es una pérdida sino una ganancia, como dijera el de Tarso. Para mí, vivir en el amor es una ganancia y todo lo demás es pérdida, por eso gano mi vida cuando la pierdo y la perdería si creyera ganarla. Ya no se trata de ser más o mejor, sino de SER yo mismo, pero he de serlo con los otros, con los que amo y me aman, con mi familia especialmente, para ser yo mismo ellos han de ser ellos mismos. He aquí el misterio de la salvación humana: sólo nos salvamos en colectivo, no hay salvación individual. El universo entero debe entrar en el proceso de salvación, yo he de arrastrar a cuantos amo y debo ser arrastrado por todos aquellos que me aman.
Sé que hay muchas dificultades y resistencias para vivir como creyentes en la vida y el amor, pero no queda otra, hay que forzar a entrar en el camino del amor a todos aquellos que se han visto seducidos por este mundo y hacer de éste un mundo posible para todos, entonces estaremos salvados, más allá de sufrimientos y dolores.

3 comentarios:

Desiderio dijo...

¡Qué razón tienes! No nos salvamos solos, nos salvamos con otros. Y si no somos conscientes de que nuestra vida no es para nosotros mismos sino para vivirla para los otros, si no logramos descubrir que lo que nos define como personas es ese “ser para”, vivimos atrapados en nuestro ego, en nuestro mundo, en nuestra miseria. Esta idea me parece genial: no se trata de lo que uno quiera ser, sino de lo que quiera ser con otros. Supongo que eso es vivir en comunidad, vivir en la entrega, vivir en la caridad. El enamoramiento nos encierra, el amor nos abre; lo inmediato nos encierra, lo eterno nos abre. La verdadera libertad sólo se entiende así, pues en caso contrario simplemente es una esclavitud de nuestras pasiones y egoísmos.

M. Gelabert dijo...

Siempre suelo estar de acuerdo con el fondo de lo que escribes. Y en esta ocasión también. Pero la forma del primer párrafo es la que me mueve a protestar amicalmente. Me parece que cargas las tintas en el lado "erotico" del enamoramiento. No cabe duda que este momento de eros hay que integrarlo en el momento de la filia y del agapé, pero integrarlo no es anularlo. Al contrario, un poco de eros en la caridad no estorba y le da color y calor.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Creo que no me he expresado del todo bien si entiendes Martín que "he cargodo las tintas en el lado erótico". Lo que quiero expresar es más lo que dice Desiderio: "el enamoramiento nos encierra", en el sentido de que se pretende que nos encerremos en lo transitorio del enamoramiento. Es una fase necesaria de todo amor maduro, el problema es hacela permanente, que es lo que pretende clarificar. Totalmente de acuerdo en que hay que integrar el eros en la caridad, de lo contrario no podría vivirse la vida marital.
Saludos afectuosos

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