domingo, 21 de junio de 2009

Una revolución en colores

En los últimos diez años hemos asistido a una decena de revoluciones de colores. Desde Serbia, pasando por Ukrania, Georgia, Kirgikistan, Líbano, el intento fallido en Rumanía y la de ahora en Irán. Todas ellas cumplen un mismo patrón de actuación, en todas ellas se dan los mismos mimbres y actores internacionales, en todas ellas tenemos los mismos beneficiados y en todas ellas los mismos resultados: nada. Nada ha cambiado en ninguna de esos países, salvo que las oligarquías se han hecho más poderosas y han ocupado el poder que las urnas les negaban, el político. Detrás de todas estas involuciones se encuentra una agencia para promover la democracia en el mundo: National Endowment for Democracy (NED). Es la heredera de las agencias estadounidenses que se encargaron de promover la democracia made in McCarthy en América Latina y que tuvieron como resultado varias décadas de salvajes dictaduras militares en la mayor parte del subcontinente. Tras la llegada de Kissinger se modificaron los nombres, pero las acciones son las mismas. Ahora lo que encontramos es un plan perfectamente orquestado para deslegitimar primero a los enemigos de la democracia y legitimar después cualquier intervención directa o subversión del orden social reconocido internacionalmente.
La estrategia en Irán ha sido muy clara, pero sería bueno un poco de historia, de memoria histórica que nos ponga en antecedentes. Hay que recordar que el Sha de Persia fue impuesto por la fuerza de los intereses internacionales y que su régimen fue uno de los más crueles de la zona. La revolución de Jomeini depuso al Sha e instauró un modelo social nuevo en el que se unía el Islam con una concepción moderna de la sociedad, cosa que siempre se oculta en los análisis de los medios de desinformación. Para contrarrestar al Irán revolucionario, la CIA armó y preparó a Sadam Hussein en Irak para que diera un golpe de estado y se convirtiera en un estado tapón. Se le armó hasta los dientes y se le permitió ejercer cuanta represión quiso, pero como decían entonces en la casa blanca: “es un hijo de p., pero es nuestro hijo de p.”. La guerra contra Irán desangró a ambos países y sólo sirvió para que el dictador se consolidara. Acabada la guerra y ante el nuevo horizonte internacional, Sadam invadió Kuwait con el consentimiento de Estados Unidos, el resto es ya conocido.
Como por las armas no se ha podido eliminar a un enemigo, se ha intentado la deslegitimación de su actuación. Primero fue porque no había libertad, como eso no funcionó puesto que el régimen iraní es homologable a otros que son nuestros amigos, se intentó con lo de las armas nucleares que Irán no tiene y a las cuales tiene el mismo derecho que Estados Unidos. Por cierto, Irán sí ha firmado el protocolo de no proliferación de armas nucleares mientras USA no lo ha hecho. Bien, como esta vía tampoco funciona por motivos evidentes para cualquier mente sana, a no ser que digamos lo único posible: que todos eliminen sus armas, se puso en marcha la maquinaria de la NED: la revolución de color. Esta revolución sigue el mismo patrón: en primer lugar se busca un emblema que aglutine a la oposición, después un slogan y por último se agitan grupos violentos que den la excusa para que los medios internacionales de formación de opinión repitan hasta la saciedad el manual revolucionario. Esto ha funcionado perfectamente en las revoluciones naranja de los antiguos países del este, menos en Rumanía. En Irán se escoge el color verde, que es el del Islam, para aglutinar a las clases medias y altas que viven en los barrios ricos de las grandes ciudades y que apenas suponen un tercio de la población.
El plan se veía venir. No sabemos cómo, todos los medios de información daban por segura la victoria de Musaví sin contar con más elementos que las encuestas realizadas, a ver si lo adivinan… Sí, por la NED. Se repitió hasta la saciedad y las imágenes de mujeres pomposamente vestidas y jóvenes universitarios homologables a los nuestros eran sistemáticamente anunciadas como la prueba irrefutable de la segura victoria electoral de Musaví. Llegan los resultados electorales y resulta que nuestro candidato ha perdido y por goleada, como eso no es posible deducimos que ha habido pucherazo. La cobertura mediática a las manifestaciones pro Musaví es del 99% respecto a las mismas de los partidarios del vencedor. Tras repetir una y otra vez que las elecciones no han sido legítimas, se empieza la deslegitimación del gobierno y pronto dará comienzo una nueva etapa en este intento de golpe de estado.
Por cierto, sería bueno que los medios de comunicación españoles prestaran algún tipo de cobertura al pucherazo que hubo en nuestras europeas con alguna lista electoral en algunos colegios donde miles de votos no fueron contados y otros cambiaron el signo. Claro, el nuestro es un país democrático en el que vota el 50% mientras que Irán es una dictadura donde vota el 80%.

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