lunes, 21 de septiembre de 2009

Teodramática: las tres kénosis divinas.


El gran teólogo Hans Ur Von Balthassar, escribió una obra inmensa que denominó Teodramática, quiero recoger el título mas no el contenido para explicar lo que entiendo que es la expresión de Dios en la creación como kénosis (abajamiento o nihilización), kénosis que abarca a todo lo creado.Para empezar considero el acto creador es el primer episodio de la teodramática: Dios ha querido devenir y eso es el tiempo, pero para devenir había de renunciar a la aseidad para abrazar la r(el)atio. He aquí la primera kénosis divina: el engendramiento del logos (ratio) como abandono de la aseidad y el nacimiento del tiempo. Esta relación fundante se expresa como aliento vital que insufla vida en el corazón mismo del devenir. El Espíritu expresa la relación esencial de la divinidad, pero también se expresa ad extra la vida en el universo. Las cuatro fuerzas que rigen el universo: gravedad, electromagnetismo, interacción débil y fuerte, son la expresión física de esta vitalidad desbordante. Los átomos se mantienen unidos por la fuerza que atrae electrones y protones; las galaxias giran por el amor que se profesan los astros; los animales procrean debido al espíritu vital que anida en ellos; los hombres construyen el Reino por la fuerza abrasadora del Espíritu Santo que les empuja a la comunión en el ágape del Hijo.


La segunda kénosis es la renuncia a la omnisciencia, sólo si Dios renuncia a ella es posible la existencia de la libertad en el universo. Las leyes físicas están regidas por el azar y la necesidad, ese azar es el ámbito físico de la libertad en el universo, sin el azar aún estarían las moléculas combinando proteínas sin dar con nada nuevo, pero por su causa la materia pudo llegar a la consciencia y ésta alcanzó el espíritu, pero una conciencia libre puede negar su origen en la comunión amorosa de todo lo existente y querer vivir para sí mismo, de aquí nace el mal en todos sus niveles, hasta llegar a las estructuras de pecado que son los reinos de este mundo, donde los hombres son masacrados en virtud de una razón instrumental que lo reduce todo a conseguir el máximo beneficio para unos cuantos en el planeta. Esta era la consecuencia negativa de la segunda kénosis, pero era necesario asumirla como condición para poder devenir, ser en relación. Sólo hay amor si este es libre y sólo hay conciencia espiritual si nace del hombre, luego la libertad es condición imprescindible para la comunión, y ésta es el camino para la divinización plena y definitiva de todo lo existente, cuando Dios sea todo en todas las cosas existentes, cuando Dios sea definitivamente.


La última kénosis está por realizarse, precisamente cuando Dios sea todo en todas las cosas. En ese instante, todas las cosas serán en Dios y Dios será todas las cosas en sí mismo. El proceso de la renuncia absoluta de Dios a sí mismo como devenir de Dios en todas las cosas es lo que llamamos creación-salvación. Este proceso está plagado de muchas kénosis, tantas como seres humanos que las aceptan en su vida entre los últimos, siendo los más pequeños y servidores y al final en la muerte como final definitivo de su kénosis. Pero quien entra en el proceso kenótico ha entrado en Dios mismo que deviene con el universo en su Kénosis divina y Vive en "El que Es" hasta que todo el universo se haya consumado, entonces veremos los cielos nuevos y la tierra nueva donde habita la justicia, conoceremos como somos conocidos y el mar ya no existirá. El proceso habrá concluido y la Vida se extenderá sin fin para todos aquellos que la perdieron. Los que no aceptaron la kénosis y vivieron su vida, la perderán definitivamente.

Estas tres kénosis divinas tienen un correlato negativo, una ganancia por sobreabundancia en Dios mismo. La única de sus dimensiones que no sufre kénosis porque lo es en sí misma es el amor benevolente. Omnipotencia y omnisciencia quedan asumidas en la pura benevolencia divina. Es la misma benevolencia la que ha provocado todo el proceso kenótico que ha dado lugar al universo, al ser humano y a la asunción de todo en Dios mismo. El final es una perijoresis ampliada que llega a abarcar la entera creación. El amor es la última realidad que permanece, la única substancia, porque Dios es Amor y los que aman están en Dios.

2 comentarios:

Martín Gelabert dijo...

Has tocado un tema muy interesante, muy actual, muy propio del diálogo de la fe con la ciencia. Cuestiones muy serias que necesitan aún su tiempo para madurar. Cierto, algunos autores hablan de un Dios que renuncia a la omnisciencia, como haces tú en el post. Habría que matizar, a mi modo de ver: "desde nuestro punto de vista" hay algo en Dios que se corresponde con una renuncia a la omnisciencia, y nos plantea la pregunta de si el futuro no tiene algo de desconocido para él hasta que lo determinan las acciones de las criaturas. En todo caso, Dios ha renunciado a existir solo en sí y para sí. Si hay hombres es porque Dios quería existir fuera de sí. Y esto nos obliga a considerar a Dios de forma distinta que si consideramos a Dios sin el hombre. Enhorabuena por tocar estos temas que ayudan a ofrecer otra visión de la teología.

Desiderio dijo...

Creo, Bernardo, que para comentar este post me voy a esperar a leer el libro que me recomendaste. Tengo así en principio un par de comentarios para hacerte, pero si te parece voy a esperar a leer el libro, que supongo que me aportará nuevas ideas.
Por otro lado, no sé si este planteamiento concuerda de alguna manera con el pensamiento de Escoto Eriúgena, el cual suscitó en mí mucho interés y tengo pendiente profundizar en él (por desgracia tengo muchas tareas pendientes). Como profesor de Filosofía Medieval que eres, supongo que podrás decirme mejor que yo mismo si esta apreciación es correcta.
Un abrazo, y gracias por tu comentario del Nihil Obstat.

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