En el artículo he querido recoger los momentos más significativos del proceso por el que la Modernidad se ha construido como una máquina enorme con la que el Sujeto europeo construye la realidad por medio de la Razón. Lo real sólo tiene ser en la medida que el Sujeto se lo concede por un acto a priori de su voluntad soberana. La Razón aporta los elementos para esa construcción y genera la posibilidad de ser a aquello que Occidente ha considerado oportuno. Dentro de este marco, la Postmodernidad debe entenderse como la consecuencia necesaria del proceso de construcción de la realidad, pero en este caso se trata de una des-construcción, cuando no una destrucción pura y simple, de los elementos sobre los que se había asentado la creación de este gigante voraz. Amenazado ante el riesgo de perder su hegemonía, prefirió automutilarse defenestrando la posibilidad de revertir el proceso. La Razón se torna mera técnica y el Sujeto un individuo manejable, incapaz de crear algo más que su mera reproducción mecánica. El último de los pilares de esta Modernidad agonizante es el concepto de Historia, descompuesto en simples relatos para no poder albergar la alternativa a su ser omnímodo. "Torres más altas han caído" y las hemos visto con nuestros propios ojos, pero las verdaderas torres que sustentaban la Modernidad, cayeron silenciosamente, sin estrépito. Un rumor sordo recorre desde entonces el mundo, las ondas de expansión de su caída siguen provocando réplicas ocasionales y la zona cero ha implosionado creando un agujero negro de enormes consecuencias históricas. Si la Postmodernidad es este agujero negro dejado tras la caída de las torres que sustentaban la Modernidad, deberemos superarla para evitar el tan cacareado y ansiado fin de la historia, pero esta vez real[1].
Sujeto y Razón, seguirán siendo necesarios para construir, esta vez sí, un mundo más humano, aquel que tiene como referente el Reino de Dios que Jesús predicó y por el que fue ejecutado por el imperio del momento haciendo uso de la Razón soberana de estado mucho antes de que la formulara Maquiavelo. Deberemos rescatar estos conceptos de las garras de una postmodernidad que no es sino el sueño capitalista convertido en realidad: un mundo sin oposición y sin ningún tipo de alternativas fácticas. Es nuestro deber con las generaciones futuras pensar un mundo posible de justicia y amor donde todos podamos vivir; y porque debemos podemos, como diría el de Königsberg, aunque sólo lo comparto en este aserto que acabo de citar. Porque "torres más altas han caído", seguimos teniendo esperanza que otras pueden caer.
[1] La reflexión sobre el fin de la historia puede verse en: Bernardo Pérez Andreo, “Torres más altas… ¿el fin de la historia?” Carthaginensia 24:45 (2008) 73-92. Puede descargarse también en la barra lateral.
1 comentario:
De acuerdo con tu reflexión. Tiempos que nos demandan a todos creatividad, ir soltando lastre del pasado para asumir este tiempo nuevo. La razón sintiente zambraniana, buen mimbre para este cesto nuevo. Tiempo de paradojas, mas cercanas a la Einstein, la física cuantica,espiritualidad transreligiosa: Es la era del Ruah-Espíritu que ya nos anunciaban los victorinos, allá por la Edad Media. Dejar atrás definitivamente siglos anteriores, y vivir este siglo XXI que trae nuevos paradigmas . Aunque místicos como R. Panikkar abogan por un tiempo sin paradigma. Ya se sabe,que los místicos navegan a velocidad de la Luz. Al menos, sigamos su estela. Saludos cordiales.
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