miércoles, 11 de noviembre de 2009

"Bienaventurados los pobres porque seréis rentables"

El Wall Street Journal, en su edición en castellano del 6 de Noviembre, publica un artículo que no tiene desperdicio. En el enlace que relacionamos se puede leer el artículo (pinchar aquí) altamene recomendable si se quiere saber por donde van los tiros en la capital del capital del imperio. Andan cavilando cómo pueden obtener beneficios de nada menos que 4.000 millones de posibles clientes que se estándesperdiciando sin hacer nada y sin producir rentabilidad. Imagínense, ¡4.000 millones de clientes para una empresa!, sería fabuloso la cantidad de capital que eso puede producir. Pero hay un problema y es que no son, según sus propias palabras, un mercado, porque un mercado de consumo es "nada más y nada menos que un estilo de vida construido en torno a un producto". Los pobres no han sido instruidos para ese estilo de vida. Son tan torpes que ni siquiera sienten la necesidad de los productos que se les podrían vender, si tuvieran con qué comprar, pero claro ese no es el problema de las empresas. Para Wall Street el problema de los pobres es que no son un mercado de consumo; y su gran desafío es crear ese mismo mercado, para conseguirlo habrá que educar a las comunidades de la base de la "pirámide social" (así lo llaman en su jerga), de modo que se creen estilos de vida amoldados a los productos que las empresas venden, es decir, que hay que hacerles comprender que necesitan los productos para vivir y ser felices. En sus propias palabras: "las compañías deben crear mercados —nuevos estilos de vida— para los consumidores pobres. Deben hacer que la idea de pagar por los productos parezca natural, deben inducir a los consumidores a que incorporen esos bienes a sus hábitos".

Además de la obscenidad de la noticia y el cinismo con el que se expresan, el artículo, nacido en el corazón del capitalismo financiero, nos permite vislumbrar cuál es el verdadero peligro que se ciñe sobre el sistema: la sobreproducción y la hiperinflación. Si las empresas están buscando nuevos mercados es porque tienen un exceso de oferta debido a la gran liquedez con la que han inundado los mercados financieros. Esta liquidez puede producir a su vez y riesgo claro de hiperinflación porque hay mucho más dinero corriendo detrás de las mismas mercancías (así lo afirma la doctrina económica ortodoxa). La solución está en encontrar nuevos mercados o en reducir la producción y por tanto los beneficios. Como es obvio buscan lo primero, pero no es fácil encontrar nuevos mercados. En primer lugar porque los haítos occidentales no pueden consumir más, y en segundo lugar porque el planeta tiene límites y aún no se ha encontrado la forma rápida y eficaz de emigrar a otro. Por tanto, queda sacar rentabilidad a los pobres, pero estos no saben vivir en una economía de mercado. Ellos no necesitan tantos productos como nosotros, ellos todavía son seres humanos. La idea es destruirlos como seres humanos y formatearlos como consumidores. Del dinero no hay problema, se lo prestamos, a nosotros nos sobran papelitos de esos, pero nos faltan consumidores.

Bienaventurados vosotros los pobres porque aún sois seres humanos.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Al govierno le viene muy bien no drales denro a los pobres, porque por mucho que digan que vana a ayudarlos y de más.
No lo intentan simplemente se quedan ellos con ese dinero o peor se lo dan a los bancos.
No se que es peor si el sistema de gobierno o los que gobiernan.
¿Esta deacuerdo Bernardo?

M. Gelabert dijo...

"La mejor forma de vender a la base de la pirámide". Eso de la base de la pirámide son seres humanos aplastados, que sostienen el enorme peso de unos pocos privilegiados. De lo que se trata es de ver si puede aún soportar más peso. ¿He entendido bien? A veces pienso que eso de la economía funciona independientemente de la voluntad de los que manejan los hilos. Los que manejan los hilos son manejados por unas estructuras que están programadas para sustituir a los que dejan de cumplir el papel que tienen asignado. Digo que a veces lo pienso. Pero es un mal pensamiento. Porque eso sería tanto como decir que el bien no tiene nada que hacer. Y yo soy de los ingenuos que piensan que, a pesar de todo, vale la pena luchar por el bien, porque el bien, en contra de las apariencias, triunfará. Y a mi siempre me ha gustado estar con los triunfadores.

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