La alimentación es siempre una apropiación, pero esta apropiación, en el hombre, es una apropiación del mundo, del mundo humano. Cuando esa planta que decíamos toma los elementos que necesita de la naturaleza, lo hace de un modo, digamos, mecánico: lo hace por ser precisamente una planta, en el momento que no lo hiciera dejaría de ser planta. Su ser-planta es su modo específico de apropiación. Puede decirse lo mismo de los animales. Un cordero, por ejemplo, lo es por su modo específico de apropiación, la estructura de su organismo está preparada para producirse mediante esa forma concreta de apropiación de lo que le es ajeno: la hierba, los frutos, los cereales. Se ve claramente la diferencia si ponemos el ejemplo opuesto, el lobo. El lobo posee un modo específico de apropiación que es ingerir lo que caza, por ejemplo el cordero.
En el hombre, el modo específico de apropiación es la apropiación del mundo de los hombres. Una de las claves para distinguir en el proceso evolutivo de los homínidos cuando nos encontramos ante humanos propiamente hablando es su forma de alimentarse. La preparación de los alimentos, esto es, el cocinamiento, es un índice de humanidad. El hombre no posee ni fuerte estómago para digerir gran cantidad de carne cruda o raíces y hierbas; ni posee potentes caninos ni fuertes garras para desgarrar; tampoco fornidos molares que trituren el grano, de ahí que deba fabricar utensilios y cocinar los alimentos. Al hombre no le vale, como al hominoideo, con cazar la pieza y devorarla directamente de cualquier manera. No, el hombre necesita preparar la pieza, separar sus partes, desechar lo que no sirve o puede ser perjudicial, cocinarla y, por último, ingerirla mediante el rito que es la comida. La alimentación es, en el hombre, un acto humano, por lo que su forma y contenido viene determinado por el grupo humano y por su forma de apropiación del mundo. Lo que sí es común a todos los grupos humanos es hacer de la alimentación un acto que va más allá de la simple ingesta de alimentos, como sucede en los animales cuyo cuerpo está preparado para ingerir su alimento de forma automática. En cambio, en el hombre, debido a su inadaptación específica, primero ha de hacer digerible humanamente el alimento. La preparación del alimento y su consumo son acciones colectivas realizadas entorno al fuego que cocina el alimento, calienta y alumbra. Ese fuego actúa de foco desde el que parte, en la noche de los tiempos, el hogar familiar, donde se comparten los avatares del día, se proyectan los actos futuros y se comunica el calor del cariño y la cercanía.
No sólo somos lo que comemos sino que somos el modo específico de apropiación del mundo. Si nos apropiamos del mundo expropiándolo tenemos un ser humano muy diferente a la apropiación del mundo que vivimos en el ágape eucarístico.
1 comentario:
Me ha parecido muy sugerente el enfoque que has hecho de la alimentación. Igual que tú, entiendo que el modo que tiene el ser humano de alimentarse, de apropiarse del mundo, es distinto del resto de los seres vivos. El protozoo, el cordero, el lobo,… tienen su manera específica de alimentarse, y no así el ser humano, que de algún modo tiene que crearla; y en esa creación de su modo de apropiarse del mundo, entiendo que se va autodeterminando: el ser humano decide continuamente, y en esas decisiones va marcando las sendas por las que su vida discurrirá. La dualidad que comentas al final del post, entiendo que no es más que la que en definitiva surge de dos posiciones enfrentadas en lo que a nuestra posición radical ante la realidad se refiere: o yo soy para el mundo, o el mundo es para mí. Un saludo.
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