En los últimos 80 años, el capitalismo ha sufrido una serie de crisis periódicas, todas ellas motivadas por el mal congénito de este sistema económico: la sobreproducción. La primera gran crisis capitalista se solventó con la lucha entre los distintos agentes del modelo económico para ver quién se llevaba el gato al agua y se quedaba con el pastel; fue la segunda guerra mundial, de la que salió victorioso el modelo capitalista USA, pero con el contrapeso de la URSS. De aquí nacen los famosos 30 gloriosos, 1945-1975, en los cuales el crecimiento económico se realizó al ritmo del 5%. En este tiempo los salarios crecieron el 3,8% anual y las rentas del capital el 7,4%. Esta distribución "casi igualitaria" fue propiciada por la fortaleza de los movimientos de trabajadores que podían azuzar el espantajo de la revolución ante el ogro capitalista. Pero en las subsiguientes crisis económicas: 1973, 1981, 1991 y 2001, la distribución de renta dio un giro brutal, llegando en la última de las crisis y primera del siglo XXI hasta el 1,8% para los salarios y el 10,8% para el capital. Estos datos nos dicen que las crisis son utilizadas sistemáticamente para meter en cintura las rentas salariales y hacer que el pastel se redistribuya hacia arriba. Cada vez la parte de la renta mundial que va a manos de "los que poseen las riquezas" es mayor y como la economía es un juego de suma cero, para el resto queda menos. En román paladino: la crisis es un sistema de robo sistemático de los ricos hacia los pobres. Claro que a unos se les roba más que a otros. A los que apenas contaban con dos dólares para vivir en este mundo, ahora se les deja con uno sólo (cerca de 2000 millones de seres humanos); los que disfrutaban de un único dólar diario, han pasado a engrosar las filas de la miseria más absoluta (1100 millones y subiendo); y los que se regocijaban con rentas superiores a los dos dólares diarios (casi 3000 millones) verán notablemente menguados sus ingresos. Luego alguien nos vendrá con sesudas explicaciones sobre ideologías peligrosas y lavados de cerebro para explicar el extremismo y el terrorismo suicida. Pero las causas están ahí, claras con el agua pura para quien tenga ojos para ver y oídos para oír los gritos de desesperación de la humanidad.
Esta crisis tiene visos de ir por los mismos caminos que las anteriores, pero ahora multiplicados sus efectos por diez. En España, de forma constante se pierde capacidad de ingreso por parte de las rentas salariales. El 67% de los asalariados españoles cobran menos de 14.000 euros brutos al año, es decir, son menos de mileuristas. Mientras, el 1% más rico de la población ha visto cómo sus rentas netas se han multiplicado por dos en los últimos dos años. En términos netos ha habido una transferencia de renta desde el estrato bajo de población (40% de la misma) al estrato más alto. Más o menos, la cantidad que unos han perdido otros la han ganado. Esto es un robo, pero el ladrón no es una persona sino un sistema económico organizado para esto. La crisis actúa de ganzúa para abrir la puerta de nuestro asentimiento. De este modo nos quedamos quietos mientras nos roban la cartera. Los que vivimos en el tramo medio de la pirámide poblacional: las clases medias, estamos siendo saqueados poco a poco, sin que nos demos cuenta. No nos han metido la mano directamente en la cartera, pero la han metido en la cartera de nuestros hijos, mediante el endeudamiento; en la cartera de nuestros mayores, con el recorte sanitario; y en la cartera de nuestro futuro, mediante la reducción de servicios sociales básicos y la privatización progresiva de las instituciones que garantizan nuestra vida.
Esta crisis es ideológica, es una herramienta para conseguir nuestro asentimiento a otra vuelta de tuerca en la ideología ultraliberal que nos rige y que lleva el mundo a la mayor catástrofe humana y ecológica de la historia. No estaría de más que empezáramos a quitarnos las gafas que nos colocan para no ver y, si es necesario, arrancarnos los miembros que son motivo de escándalo: por ejemplo los ojos y los oídos. Habrá que gritar aquello de ¡Effetah!, ¡ábrete! en los cerrados oídos de este mundo.
2 comentarios:
Me han contado que una señora rica de Madrid que ahora sale mucho por la tele, dijo en una entrevista que la crisis afectaba más a los ricos que a los pobres, porque "los pobres ya están acostumbrados" a vivir en la penuria. Esta señora no se ha enterado de que a lo malo nunca se acostumbra uno. ¡Qué Dios nos conserve la vista, el sentido común, la capacidad de autocrítica y a los cristianos que nos renueve y remueva con una fuerte llamada a la conversión! ¡Feliz año, Bernardo!
Gracias Martín. Yo también te deseo lo mejor para este año tan incierto en tantas cosas. Eso de la señora rica creo que también lo he oído yo. He leído que una cantante, Maria Carei, creo que se llama, comentó que cuando ve esas imágenes de niños negritos tan flaquitos le da por llorar porque, explica, "a mí también me gustaría estar así, pero sin las moscas y todo eso". No sé si es cierto, pero puede ser una buena metáfora de lo que sucede.
Aprovecho también para felicitar el año a todos los lectores del blog y a los que se irán sumando este año.
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