El momento de la gran movilización virtual y real ha llegado. Es intolerable que un grupo de plutócratas atenten gravemente contra el destino de la humanidad en su conjunto.
El momento de la revuelta de la sociedad civil no puede demorarse. Debemos fijar una fecha no lejana para que sean millones los ciudadanos que, a través de los medios informáticos de comunicación, a través de manifestaciones y actos de la más diversa índole, levanten la voz, pacífica pero firmemente. Se cumpliría así el inicio de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos…”.
El momento de la revuelta de la sociedad civil no puede demorarse. Debemos fijar una fecha no lejana para que sean millones los ciudadanos que, a través de los medios informáticos de comunicación, a través de manifestaciones y actos de la más diversa índole, levanten la voz, pacífica pero firmemente. Se cumpliría así el inicio de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos…”.
Ya va quedando poco tiempo para hacer que el pueblo, los pueblos del mundo, tomen el poder real en sus manos y hagan de esta bendita Tierra un lugar digno para la vida de todos y cada uno de los seres humanos que la habitan y que lo hacen, según nuestra común fe en Jesús, por voluntad del Padre amoroso que quiere que todos tengan vida plena. No, no se trata de la típica perorata de progres resabiados que no sacan tajada del capitalismo. Es una necesidad real de supervivencia de la especie humana en el único planeta que conocemos con posibilidades reales de vivir en él. Hemos de avanzar decididos hacia la revolución, pero una revolución conservadora, como dice Alba Rico, una revolución que conserve al hombre, la naturaleza, los valores humanos y los medios de subsistencia; pero también una revolución que barra de una vez la basura de la historia con el viento huracanado del amor comprometido hasta el extremo; que extermine al pulgón egocéntrico y avaro que aniquila el planeta, a la plutocracia que despilfarra los dones de Dios comunes para todos, a la élite que gobierna impune y se lucra con la muerte de tantos millones de hermanos que padecen innecesariamente en este mundo.
Es hora de rebelarse, es hora de la revolución definitiva que traiga el Reino de Dios a un mundo que lo anhela con dolores de parto. Que todos los hombres y mujeres de bien que hay en el mundo oigan la voz de Mayor Zaragoza y se sumen a la llamada, a la última llamada antes del fin.
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