viernes, 15 de enero de 2010

"No hay mal que por bien no venga"


Tras el terremoto que ha afectado a Haití surgen nuevas posibilidades de negocio para las multinacionales, sobre todo para las maquiladoras. Desde que USA y Francia dieran un golpe de estado y derrocaran al gobierno legítimo de Haití dirigido por Aristide, se crearon las condiciones idóneas para que grandes empresas de ropa se instalaran allí en las llamadas zonas francas y utilizaran la barata mano de obra del país en la producción. Fue en 2004 el derrocamiento de un gobierno afín a los llamados "populismos latinoamericanos" y enemigo de los intereses imperiales de las multinacionales. Eso no podía ser consentido y se optó por la solución tradicional: destruir al enemigo. La diferencia estaba en el modo; fue la primera vez que la ONU legitimó desde el principio la intervención y sigue haciéndolo manteniendo allí un destacamento de cascos azules. Desde aquel año en el que se torció la anhelada democracia tras la barbarie de los Duvalier auspiciada por Francia, Haití ha vuelto a formar parte de su mundo: de la pobreza, miseria, muerte y destrucción sistemática de las condiciones de vida para que las multinacionales puedan aprovechar ese caldo de cultivo para producir a precios irrisorios y así nutrir a los hambrientos consumidores occidentales, ávidos de productos baratos que les dejen un amplio margen para el ocio y el turismo.


La naturaleza, tan estresada por el agotamiento de sus recursos y por la presión del modelo económico mundial, se ha quejado, y su queja ha afectado a los más pobres. Muchos apuntan a la verdad de la pobreza como causa de tantas muertes. Si esto mismo hubiera sucedido en Japón, el número de víctimas sería escasísimo. Como en Haití no hay posibilidad de hacer construcciones resistentes a los terrremotos, los edificios no resistieron el temblor de la naturaleza. Pero esta es sólo una parte de la verdad. Si en Haití hubiera un gobierno y unas instituciones, se podrían paliar las consecuencias del desastre. Se prevé que el número de muertos sea mayor debido a la imposibilidad de los rescates y a la nula atención a los damnificados que al terremoto en sí. Un gobierno, el que hubo y fue derrocado, por ejemplo, tendría capacidad de respuesta, de coordinación de la ayuda, de liderazgo y de resolución; pero lo que hay en Haití, impuesto por Estados Unidos y Francia y auspiciado por la ONU, es una pandilla de mafiosos sinvergüenzas que están allí por haber hecho el trabajo sucio a las potencias coloniales. Se ve con meridiana claridad que no existe gobierno, no es que no tenga medios, es que no actúa y que se limita a salvarse a sí mismo y a su dinero.

Toda esa ayuda que se está dando y prometiendo no tiene dónde llegar ni cómo ser repartida; la catástrofe se vislumbra descomunal y dantesca, pero los únicos responsables de esto serán los que destruyeron el estado haitiano para crear un paraíso de las multinacionales, del tráfico de armas y de prostitución. No hay que buscar al responsable ni en el interior de la tierra ni en lo alto del cielo; en el interior de la tierra porque la geología es así y no puede ser cambiada; en lo alto del cielo porque no tiene sentido exculparse de algo que es cosa nuestra. Somos los seres humanos, nuestros sistemas de organización y gobierno, los que podemos prever y evitar catástrofes. El gobierno que hubo podría haber evitado lo peor, que es lo que se avecina ahora.

Pero, como dice el título del post, no hay mal que por bien no venga. El FMI dará un préstamo de 100 millones de dólares para la reconstrucción del país, con ese dinero, como ya se hizo tras el golpe de estado, se equiparán las zonas francas para que las multinacionales pueden mejorar sus sistemas productivos y dar más empleo; se construirán carreteras para que los trabajadores puedan asistir a las maquilas y aeropuertos para exportar los productos; los bancos locales dispondrán de efectivo para financiar las transacciones, sean estas de droga, armas, mujeres, etc., o bien la mafia gubernamental dispondrá de dinero limpio que llevarse a sus cuentas en USA, Francia, Suiza o donde sea más conveniente.

5 comentarios:

Martín dijo...

Estamos de acuerdo: la responsabilidad por lo ocurrido no hay que pedirla al cielo, sino a nuestros sistemas de organización, tan marcados y condicionados por el dinero. Has sido fuerte con este titular: no hay mal que por bien no venga. Y queda muy claro que el bien que va a provocar el mal actual es un bien para unos pocos, muy pocos, que hará daño a muchos. Es un pseudo-bien. Vamos, un bien que no es bien, porque los trascendentales son inseparables y no hay bien sin bondad y sin belleza. La belleza que resplandece en la dignidad humana, ahora y tantas veces pisoteada.

Martín dijo...

Perdón por el error cometido con los trascendentales. Quise decir que no hay bien sin verdad y sin belleza. Y en el mundo del dinero hay poca verdad, posiblemente ninguna.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Tienes razón, Martín, he olvidado poner las comillas al título. No se trata de un sentido literal sino irónico. Cuanto más tiempo pasa más percibo el asco que me produce este sistema social en que vivimos. Que el Señor nos asista.

Martín dijo...

Por cierto, hoy aparecen en el ABC unas declaraciones de Jean Métellus, novelista y poeta haitiano, diciendo: "es de temer que gobernantes, diputados, senadores, policías, militares, se entreguen al robo y pillaje de la ayuda internacional". Sin comentarios.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Tengo la certeza de que esos pillajes "programados" están contemplados por los "donantes" como medio de pagar futuras compensaciones. De los cien millones que ofrece Obama saldrán los dineros para financiar sus 10.000 soldados y de los otros cien del FMI saldrán los dineros para pagar a sus funcionarios y otros cuervos que se acerquen por allí.
La palabra "ayuda" como la palabra "solidaridad" son basureros ideológicos del capitalismo del desastre en que vivimos

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...