Se han cumplido los treinta años del asesinato-martirio de Monseñor Romero y poco a poco sale a la luz la verdad que todos conocíamos desde el principio. Porque nada hay oculto que no se sepa alguna vez, ninguna mentira puede durar eternamente y los criminales acaban confesando sus actos. Así ha sido en el caso de Romero. Uno de los implicados en el caso ha confesado quién decidió su muerte, cómo se organizó y quién lo ejecutó. Puede leerse todo en elfaro.net. El ex capitán Álvaro Saravia implica al ex presidente Molina y al general D'Aubuisson, es decir, confirma lo que todos sabíamos. Por su parte, Saravia ha descendido al infierno más profundo de El Salvador, aquel infierno que Romero quería redimir y que los militares ayudaron a crear con las políticas antisubersivas dirigidas desde Estados Unidos. El lugar donde ahora vive, refugiado de sus propios compañeros de crimen, refleja la misma situación que produjo la conversión de Romero. Romero abrió los ojos al mundo de injusticia en que estaba sumido su país y los abrió a la luz del Evangelio de Jesús de Nazaret. Esta luz le llevó a encabezar una lucha por la justicia que acabaría con su ejecución por parte de las fuerzas armadas que representaban a los ricos y potentados del país.
Allí donde ahora vive el ex capitán Saravia pueden verse situaciones como las que refiere el periodista que lo ha entrevista. La descripción descarnada de la infame y lacerante realidad no deja lugar a dudas sobre lo poco que hemos avanzado en estos tres decenios tras el martirio:
"Una niña de cinco años se acurruca para defecar en el monte. El microcosmos que se apoderó hace tiempo de su sistema digestivo desecha los alimentos en forma de una diarrea verde, apestosa. No ha terminado cuando ya algunas moscas comienzan a invadir la escena. Al acecho, un perro espera a que la niña termine para alimentarse de esa plasta verde. Esta es la cadena alimenticia de la miseria. Aquí no se desperdicia nada. Solo las moscas tienen la nutrición adecuada. Enormes y ruidosas, se aparean para después desovar en la espalda de las vacas, de los perros, de los niños. A los pocos días, la picadita se va abultando y adquiere vida propia. Es un tórsalo que comienza a moverse solo en la espalda de la vaca, del perro, del niño. Y pica, pica, pica con desesperación hasta que duele de tanto rasparse la espalda. Son gusanos que solo salen a pedazos, exprimiéndolos como una espinilla gigante, morada".
Romero sigue vivo en el pueblo donde él mismo dijo que resucitaría, pero también sigue viva la necesidad de lucha contra un orden criminal del mundo que condena a la muerte a millones de seres humanos, muchos de ellos niños, mientras de forma obscena pasean sus riquezas los que han organizado el latrocinio mundial. Esta situación es modificable si el mundo se organizara con criterio humanos y no mediante una tupida red de corrupción moral consentida para lograr el enriquecimiento de unos pocos. Necesitamos muchos Romeros que estén dispuestos a llegar al final de su compromiso. Espero que nunca nos falten, pero mucho me temo que el modelo globalizado postmoderno de sociedad ha sabido desactivar el principio esperanza y cerrar el paso a la utopía. Creyeron que mataban a Romero, pero sólo sembraron más Romeros por todo el mundo, especialmente en América.
2 comentarios:
Como bien sabes yo mismo escribí un post hace unos días sobre Romero. Un post muy voluntarista. Y así lo califico porque hoy mismo se publica que la causa sigue parada, ya que en Roma no tienen claros los mótivos de su asesinato: si fueron motivos religiosos o políticos. Pues las dos cosas, queridos monseñores, las dos, porque las dos están tan imbricadas que resulta imposible separarlas. ¿A Jesús le matarón por razones políticas o religiosas? Por las dos. Una religión sin implicaciones en la "polis", ¿qué clase de religión es?
Como tú también sabes, allí mismo comenté que se intentaba dulcificar su imagen. Es curioso que en las multitudinarias canonizaciones de hace unos años no se preguntaran si eran políticos o religiosos los motivos. Si les preocupa eso que se queden quietos, el pueblo ya ha reconocido a los suyos.
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