miércoles, 7 de abril de 2010

El sustento del hombre

Llevo unos días de descanso en los que he aprovechado para reciclar mis conocimientos en historia económica. Lo he hecho espoleado por una encuesta que indica que los españoles somos los occidentales con menos conocimientos en la materia que más debería interesarnos, ante todo teniendo presente la situación en la que nos vemos. Con el propósito firme de elevar la media de los conocimientos en economía de mis conciudadanos, he devorado el precioso libro de José David Sacristán editado por Bellaterra: Entre el fracaso y la utopía. Los próximos veinte años. Se trata de la continuación necesaria a la anterior reflexión que nos regaló en La próxima Edad Media, inquietante relato sobre cómo y por qué nos vemos ante el abismo de una nueva época de retroceso de la humanidad. Uno y otro libros son buenos para ponernos al día de las consecuencias de un capitalismo desbocado que no sabe cómo sobrevivir sino destruyendo todo a su paso. Por cierto, que nadie piense que el autor es procomunista ni tiene veleidades de ese tipo, su crítica a lo que se conoció como socialismo real es inmisericorde y de buen tono.

También he leído con más pena que otra cosa Decrecimiento o barbarie. Para una salida noviolenta del capitalismo, de Paolo Cacciari. En el texto, muy mal traducido, se intenta postular una salida al capitalismo desde posiciones un tanto sincréticas: ecologismo, socialismo, anarquismo y cierto misticismo sesentaochentero. Digo que lo he leído con pena porque promete mucho y no nos aporta nada. La mitad del libro es un análisis de sobra conocido y la otra mitad peca de un enorme voluntarismo. Ahora bien, leído este último con el texto más realista de Sacristán, podemos tener una visión de la realidad bastante equilibrada. Dudo mucho que se pueda salir del capitalismo sin violencia y no porque los que queremos una salida a tal sistema económico seamos violentos, no, sino porque el capitalismo se resistirá a morir y no quedará más remedio que matarlo. Ahora bien, debemos ser conscientes de la necesidad de mantener la barca mientras encontramos otra cosa para poder navegar. En este sentido puede venir muy bien la lectura de El Sujeto, ensayo de antropología política, de François Laplantine. Según lo que yo entiendo de esta obra, es necesario reconsiderar la necesidad de volver al sujeto, pero esta vez al sujeto sujetado por los otros. Yo no soy nada hasta que no soy constituido en mi mismidad por otros. Es evidente que esto ya había sido dicho por toda una corriente francesa de pensamiento de la alteridad, pero el autor, antropólogo, pone los fundamentos de una nueva percepción global del hombre para el mundo por venir.

Y vamos al libro que da título al post. El sustento del hombre, del antropólogo Karl Polanyi es la continuación de su magnífica e indispensable La gran transformación. Crítica del liberalismo económico. Si en esta obra sienta las bases para una crítica de la ortodoxia económica nacida de la crisis del 29, en El sustento del hombre hace el análisis del modo humano de proveer su sustento. Haciendo un análisis pormenorizado de lo que ha sido el hombre desde el nacimiento del hombre paleolítico, deja en claro que el modelo natural de producción y distribución de los recursos, poco tiene que ver con el liberalismo capitalista. La base sobre la que se sustenta este no es otra que la extensión del Mercado como medio de producción a todos los ámbitos de la existencia. Esto llevó a la destrucción de la humanidad tal y como se había desarrollado en los diez milenios anteriores y al establecimiento de unas relaciones entre los hombres y con el medio abolutamente destructivas. En las sociedades tradicionales, la economía está "empotrada" en otras relaciones sociales como las relaciones de parentesco o las prácticas religiosas, pero en el capitalismo se ha emancipado la economía y ha acaparado al resto de ámbitos humanos. De este modo todo es económico: la familia no es sino una relación de producción, la religión es la legitimación de la misma esfera económica, la sociedad, al fin, no es sino un apéndice de la economía. Este burdo economicismo ha reducido al ser humano a un mero homo oeconomicus, que dedica su vida a producir y consumir sin ser realmente él mismo. Volver a someter la economía a las relaciones sociales, a la política en fin, sería el medio para llevar a la humanidad hacia un mundo realmente humano. El sustento del hombre es el problema de los próximos veinte años entre la utopía y el fracaso, entre el decrecimiento y la barbarie. Años serán en los que habrá que reinventar al Sujeto moderno con el fin de hacer un lugar para la humanidad.

6 comentarios:

Martín dijo...

Me ha gustado esto del sujeto sujetado. Porque uno no es sujeto de si mismo mientras no está sujeto a los demás. Por lo demás, ¿qué decir de una economía deshumanizada? Actualmente en España hay hambre, gente que tiene hambre. Y cada día hay más. Hay gente a la que le da verguenza ir a pedir ayuda a economatos sociales, porque les conocen; eran trabajadores autónomos que ahora no tienen para dar de comer a sus hijos. Hay jóvenes que duermen en coches. Eso de la economía, desgraciadamente, tiene rostros humanos que sufren por su causa. Mal vamos, mal.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

La expresión no es mía sino de Lacan: "le sujet est sujet", unida a las expresiones levinasianas del sí mismo como otro.
Tienes razón en que van mal las cosas, y entre otros motivos porque nos empecinamos en mantener el cáncer del mundo que es este modelo económico.

Desiderio dijo...

¡Qué cierta es esa idea de que no somos nada hasta que no somos constituidos por los otros! Como dices, lo negativo de la situación actual es que se ha convertido el éxito económico en un fin en sí mismo a costa de lo que sea… y de quien sea. Esto es, se ha desvinculado la economía de cualquier otra valoración ajena a sus cometidos.
Me surge la reflexión de si, por suerte o por desgracia, no es eso mismo lo que ha acontecido en todos los sistemas económicos. Si no ha ocurrido en ellos esa misma desviación de sus fines originarios, para ir curvándose subrepticiamente hacia los que ostentan el poder. Y eso ocurre cuando dejamos de mirar al otro como “otro yo”, para pasar a ser un medio para mí.
Independientemente de las bondades o maldades de los sistemas económicos, que en todos las hay, en unos más y en otros menos, el problema para mí radica principalmente en nosotros, en las personas —obviamente no todas con la misma responsabilidad, pero ya me entiendes—, en la manera que tenemos de enfocar —o desenfocar— las cosas, en las ansias que tenemos de enriquecernos, de ser poseedores de reconocimiento, de fama o de poder. Siempre que nos pongamos a nosotros mismos y a nuestros intereses en el centro de nuestro actuar, difícilmente podremos vivir en armonía. Y por desgracia, eso es lo que suele ocurrir: antes prefiero vivir en mi castillo, que en la plaza con los demás; prefiero vivir sólo —o no vivir—, que como dices, ser constituido por los otros.
Un saludo.

Anónimo dijo...

He encontrado tu temprano y generoso comentario sobre mi libro "Ente el fracaso y la utopía". Te lo agradezco. De paso, he visto también la reseña al ltibro de Dawkins "El espejismo de Dios". Yo también lo he leído. Te preguntas por qué, desde uan perspectiva atea, ha de ser mejor ser honesto y coherente que un simple vividor, puesto que no hay nada que nos impuso más en una dirección que en la otra. Yo creo que hay motivos y razones de diversa índole para sustentar una ética sin dioses. He tratado de exponerlo en mi libro "Vivir sin dioses. Utópía,ética y progreso despues del mito" (Ediciones del Serbal). Te invitaría a leerlo,pero apenas se ha difundido, por su precio excesivo para una edición más bien pobre.
José David Sacristán.

Anónimo dijo...

Agradezco tu comentario, generoso y temprano (acaba de editarse) sobre mi libro "Ente el fracaso y la utopía". De paso, he visto también la reseña sobre el libro de Dawkins "El espejismo de Dios". Entiendes que, desde una óptica atea, no habría mayor motivo para ser honesto y coherente que un simple vividor, puesto que nada hábría que nos impulsara en una dirección más que en la otra. Yo creo que sí hay argumentos biológicos, culturales y racionales que permiten sustentar una sólida ética puramente mundana. He tratado sobre ello en mi libro "Vivir sin dioses. Utopía, ética y progreso después del mito" (Ediciones del Serbal, Colección Delos, Barcelona, 2006. Siento que apenas se haya difundido, por un precio excesivo para una edición más bien pobre. Si te interesa y no lo encuentras, dímelo.
J.D.S.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Estimado José David:
lamento que no podamos conocernos en persona, seguro que tenemos mucho en común, aunque la fe no sea una de esas cosas comunes. Pero, qué importa eso. Tu análisis del mundo en que vivimos me ayuda a fundar mi fe, por extraño que parezca a unos y a otros.
Efectivmente, no conocía el libro que me citas y lo voy a buscar. Si no lo encontrara, como me dices, te lo pido. Entiendo que este es el medio por el que debo hacerlo, no dispongo de tu mail. El mío está en este blog en mi perfil.
Un cordial saludo.

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