miércoles, 5 de mayo de 2010

Jesús y las malas mujeres

Me dicen que el libro ya ha aparecido en las librerías de Madrid y que en cuestión de días lo hará en el resto de España. Para mí es una satisfacción saber que tanta gente que se ha interesado por el libro va a poder acceder a él, al menos podrá verlo y manosearlo, cosa muy interesante cuando se trata de un libro. En ocasiones el continente es tan importante como el contenido y he de felicitar al editor por la labor magnífica realizada. Personas a las que respeto mucho han realizado comentarios elegiosos a la edición, espero que estos continúen después de su lectura. En todo caso, estoy convencido de que su lectura dejará indiferentes a pocos, no porque el libro sea morboso, no lo es, sino porque el personaje nunca dejó a nadie tranquilo. Todos los que se cruzaron con él en vida hubieron de decidirse a favor o en contra. Según nos cuentan los evangelios, los jefes del pueblo se compincharon para ver cómo matarlo sin soliviantar al pueblo, y el mismo Jesús actúa con cautela cuando se acerca la cena de la Pascua: "id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro: seguidle; donde entre entrad y decid que el maestro quiere celebrar la cena" (Mc 14, 13-14). No son palabras de alguien que esté muy tranquilo respecto a su futuro, antes bien de alguien que debe esconderse para poder entrar en la ciudad.

Uno de los motivos que podía tener para temer algo contra él era su actitud con las mujeres. No hay ni una sola ocasión en los evangelios en la que se muestre a Jesús con actitud de desprecio, sometimiento o dominio sobre alguna mujer. Es justo lo contrario: siempre acoge, anima, ayuda, incorpora e incluye a las mujeres a su grupo. Entre ellas las hubo prostitutas, y de ellas dijo que serían guías del Reino para los bienpensantes. También se incorporaron mujeres que no dependían de varón para vivir e iban "por libre", como el mismo Jesús. Incluso alguna de ellas, como la Magdalena, pudo tener alguna función similar entre las mujers a la que Pedro alcanzó entre los varones. Con el paso del tiempo se fue diluyendo esta paridad femenina en el grupo de Jesús y los varones acapararon los relatos. Aún así, no pudieron evitar que el primer testigo de la Resurrección fuera una mujer, hecho que debieron matizar en los propios evangelio canónicos.

La elección de Jesús de no casarse debe ser entendida como una forma de respeto absoluto a la mujer. La mujer era tenida en tanto que madre y sustentadora de la familia, de la que el varón era dueño y señor. La renuncia a la creación de una familia unida por vínculos de sangre es un signo de la nueva familia que Jesús vivió, anunció y propagó; una familia donde las mujeres son consideradas en pie de igualdad con los varones, hermanas y compañeras, no esposas y sirvientas.

1 comentario:

Martín dijo...

No hay ninguna duda: Jesús se rodeó de un grupo de discípulas y de discípulos. No hay que olvidar que los autores de todos los escritos que poseemos sobre Jesús son varones que emplean un lenguaje genérico y sexista que oculta la presencia de las mujeres. Pero la presencia de mujeres siguiendo a Jesús debió de resultar tan sorprendente que estos autores varones no pueden ocultar una realidad que se les impone a pesar de sus resistencias culturales. Hoy, cuando en muchos casos, las mujeres son la mayoría visible en la Iglesia, es imporante dejar esto claro, como tú bien haces.

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