jueves, 27 de mayo de 2010

Mi Reino es para este mundo

Hay un nexo, por extraño que parezca, entre ciertos grupos pseudocatólicos, los neocons y los postliberales estadounidenses: es su alianza en tanto que cristianos. Se llaman a sí mismos cristianos y establecen una serie de lemas que son repetidos cual mantras redentores, sobre todo dos: "dad al César lo que es del César..." y "mi Reino no es de este mundo". Con ambas expresiones, arrancadas del Evangelio y descontextualizadas, se pretende hacer coincidir el cristianismo de corte apocalíptico-mesiánico con una versión de la política que defiende los valores tradicionales del capitalismo, específicamente el capitalismo de hegemonía estadounidense. Con esta bandera supuestamente cristiana, ganó Bush hijo dos elecciones a la presidencia de la potencia imperial actual; llevó a su país a dos guerras por el control de los recursos energéticos; y embarcó a la humanidad en una era de violencia sistémica que acabará por hacer real lo que tanto anunciaron como medio para conseguir votos: el fin del mundo. La actual administración Obama lleva los mismos objetivos, aunque lo hace con distintas apariencias. Supuestamente es una administración laica, pero está sometida a los criterios de esos supuestos cristianos que tanto poder han amasado durante los años de Bush. Hasta el punto que han acabado por abrazar la doctrina del New American Century, es decir, la doctrina que define el siglo XXI como el siglo de América. América, del norte se entiende, debe ejercer su hegemonía en todos los ámbitos de la realidad, de lo contrario el caos se apoderaría del mundo y Satanás tomará posesión de él.
Lo más grave, desde la perspectiva cristiana, es que el imperio se ha apropiado del evangelio con la intención de legitimar su pax americana. Existe un intento por secuestrar el Evangelio para utilizarlo como ideología legitimadora del poder ejercido por las élites globales. Sin embargo, esto es lo más alejado del mismo. Con el Evangelio en la mano es imposible legitimar ese tipo de ideologías, antes bien estaría en las antípodas de ese pensamiento. Esos textos que hemos citado más arriba significan justo lo contrario de lo que se les obliga a decir en el discurso de estos grupos. Al emperardor/césar/presidente hay que darle lo suyo, las imágenes de las monedas, pero tu persona, que es imagen de Dios, sólo puedes dársela a Dios. Dicho en otros términos: no deis al César lo que es de Dios, por tanto, no colaboréis con el imperio ni os sometáis a su ideología. Como mucho debemos utilizar la estrategia inteligente de no enfrentarse por la fuerza, de ahí que se paga la moneda.
Lo mismo cabe decir del otro texto, tan manido y tan mal utilizado siempre. La traducción más correcta dado el contexto es esta: "mi reino no es como los de este mundo". Si el reino de Jesús fuera como los de esta organización del mundo, entonces se organizaría mediante la violencia y el poder, sin embargo, es un reino de amor, servicio y pobreza, como se puede ver, completamente diferente a los reinos de este mundo. El Reino de Dios, aquello por lo que vivió y murió Jesús, es un Reino para este mundo, pero de un orden completamente diferente, tan diferente que nos cuesta mucho comprenderlo. Hace falta un cambio de mente, una metanoia, para asumirlo, y hace falta mucho amor para ponerlo en práctica.

*El texto inserto en la imagen está tomado de la página 51 del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano. Viene a decir que el proceso de transformación será largo, pero se necesitará de una acontecimiento catastrófico y catalizador que lo provoque, como un nuevo Pearl Harbor.

2 comentarios:

Desiderio dijo...

Por lo que dices, esta gente —como por otro lado tantos otros a lo largo de la historia— utiliza el mensaje religioso para sus puros intereses terrenos, intereses de poder y riqueza, de egoísmo y sometimiento. En el fondo para nada llegan a captar el verdadero mensaje de la Iglesia o del mismo Jesucristo. ¿Por qué? Porque como dices, no están en el orden de Jesús, sino en otro orden totalmente diferente. Lo único que hacen, es adaptar el mensaje evangélico a sus intereses, intentando conseguir así esa autoridad legitimadora de la que por sí mismo adolecen. Y es que si no se produce ese cambio radical de mentalidad en nuestras vidas es totalmente imposible entender, o por lo menos acercarnos a entender, el verdadero mensaje de Jesucristo. A menudo intentamos trasladar el evangelio a nuestros esquemas cuando, por el contrario, estamos precisamente en la onda evangélica cuando somos capaces —en el buen sentido— de anular nuestro entendimiento, de negarnos a nosotros mismos, para dar ese salto a la piscina que supone arriesgarse a dar tu vida por Jesucristo, aun en contra de tus propios esquemas humanos. Y para eso —como dices genialmente— hace falta mucho amor.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Sí, Desiderio, hace falta mucho amor, entre otras cosas porque Dios es amor, lo cual vendría a decir que hace falta mucho Dios. Y sólo porque creemos en la fuerza invencible del amor de Dios, estamos dispuestos a poner en riesgo todo como único medio de ganarlo todo. El que pierda su vida la ganará y están por llegar esos días en los que serán los de su propia casa los que traicionen...

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