Todo esto no es más que por nuestro bien. Ahora podremos volver a consumir tranquilamente, sin preocuparnos por el corte del crédito o la quiebra de nuestras marcas de referencia; la vida volverá a ser la misma que antes: se revalorizarán nuestras inversiones, las casas retomarán la senda ascendente y nuestros ahorros sumarán más ceros en las cuentas corrientes. Todo volverá a ser igual ahora que el capitalismo ha vuelto con más fuerza. ¡Viva el capital! ¡Viva el consumismo! ¡Viva la riqueza!
Pero, qué ocurre que no estamos tan contentos. Qué sucede para que seamos tan desagradecidos. ¿Que nos bajan el sueldo para pagar la deuda generada por los bancos? ¿Y quién la va a pagar, los banqueros? ¿Que habrá que recortar el gasto en sanidad, educación e investigación? ¿Y de dónde si no va a salir el dinero, de los capitalistas? ¿Que tendremos que empezar a pagar por servicios que antes eran gratuitos? ¿Y cómo se conseguiría aumentar las tasas de plusvalía del capital? No podemos pretender tener un sistema capitalista y a la vez justo, ecológico y solidario. Eso era antes, cuando existían incentivos para que el capitalismo tuviera un rostro casi humano, ahora ya no hay ningún motivo para que el capitalismo se travista de humanidad, ahora puede y debe mostrar su verdad, su ser más profundo.
Tras el crash del 29, las políticas keynesianas dieron al capitalismo un barniz de justicia durante más de treinta años. Después de la Segunda Guerra Mundial, el miedo al bloque soviético permitió que el capitalismo compartiera sus migajas con las clases trabajadoras durante cincuenta años. Caído el socialismo real, la globalización permitió que grandes masas asalariadas de los países enriquecidos accedieran al lujo que años atrás estuvo reservado a las élites. Pero ahora, una vez que la renta del capital ha llegado a mínimos, éste sólo puede obtener el enriquecimiento mediante la usurpación de los bienes públicos que tantos años costó construir. La inmensa deuda privada generada los últimos dos lustros, se ha reconvertido en deuda pública. Las entidades financieras han pasado de ser deudoras a ser acreedoras. Los deudores son ahora los estados sociales de occidente; los acreedores, aquellos que fueron rescatados con dinero público. El capitalismo funciona, vaya que si funciona. Es el único sistema posible. ¿O no?
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