Hace ya más de medio siglo que nació este exclusivo club de sinvergüenzas unidos sin fronteras y sin moral, el Club de Bilderberg. Fue un tocayo mío el que lo inició, el rey Bernardo de Holanda en 1954, en el hotel Bildelberg, de ahí el nombre. En principio se trataba de reunir a las personalidades más importantes en occidente del mundo de la banca, la industria y la política. Su intención manifiesta era discutir sobre el futuro de los países occidentales, pero en realidad lo que hacían era marcar las líneas fundamentales de la política que se llevarían a cabo durante el años siguiente. En los últimos decenios este club se ha reunido justo antes que el G8 (antes G7) y sus decisiones han marcado la agenda política y económica mundial. Es notorio que los allí reunidos forman parte de la élite mundial y que todos juntos amasan más de la mitad de la riqueza sustraída al planeta. Tanto secretismo en sus reuniones no se debe a que se dediquen a jugar a las cartas. Allí se habla del futuro de la humanidad, son el verdadero gobierno del mundo, pero en la sombra. Nadie los ha elegido, nadie les puede censurar, pero ellos son los que deciden quién gobierna y cómo lo hace. Si este año se reunen en España no es por casulidad. También se reunieron aquí durante la transición y siempre eligen el país con una intencionalidad claramente política. España es hoy el tablaro donde se juega la política financiera global. Si el asunto español sale bien, tendrán asegurados sus ingresos durante mucho tiempo.
Dicen las malas lenguas que nadie es presidente sin su asentimiento. Así, estuvieron en las reuniones del club antes de ser presidentes Bill Clinton, Tony Blair, Felipe González y otros más. Podríamos argumentar que el mundo está en sus manos y allí se decidirá lo que suceda en los próximos meses, sería menester que alguien pudiera sacar la información que allí se produzca, entre otras cosas por aquello de la democracia. Seguramente la vida y la muerte de millones de seres humanos dependa de las decisiones que allí se tomen. Bien sabemos que el aumento del precio de los cereales se tomó en este club y que de esa decisión dependió el incremento en 250 millones del número de hambrientos. Al que escribe le resuenan los versículos del profeta: "Ay de aquellos que maquinan iniquidades y piensan en cómo quitar el pan de mi pueblo". Más les valdrían, digo yo, que se encajaran una piedra de molino al cuello y se arrojaran al mar, y si no es posible esto que los detengan y les obliguen a confesar sus crímenes.
4 comentarios:
Lo peor es que no sabemos en qué manos estamos. O mejor, unos poquitos lo saben y quieren seguir en esas manos. La mayoría de la población no lo sabe. Los pecados tienen responsables concretos y no genéricos: no es el capitalismo el mal, son los capitalistas; las estructuras perversas tienen su origen en decisiones personales, que terminan independizándose de aquellos que las pusieron en marcha y parece que funcionan solas. Pero del mismo modo que fueron decisiones personales las que las pusieron en marcha, también pueden ser paradas con otras decisiones personales. Eso sí, a costa de mucho sacrificio. De ahí la necesidad de buena información y buena reflexión, como la que tú haces. Gracias.
La maldad siempre tiene un autor. No hay maldad mostrenca. Pero nos sorprendería descubrir que esos personajes, que creemos tan poderosos, son tan esclavos de las dinámicas de poder como cualquier otro pobre diablo. La maldad también tiene un misterioso componente de anonimato, que compele a todos. Al final, como en la película del mago de Oz, ¿quién detenta realmente el poder?
Arent hablaba de "la banalidad del mal", pero el mal también ha de ejercerse de forma consciente. Estos, aunque son esclavos de su propia realidad, la ejercen a sabiendas. Es imposible hacer tanto daño sin proponérselo. Pero es cierto que la máquina les traga y acaban siendo también víctimas de unas estructuras del mal objetivas. Se trata de cambiarlas.
Me gustaria que escucharas esta cancion creo que te va a gustar http://www.youtube.com/watch?v=e6PJ39RZ458 no se si la habras escuhado
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