La disputada victoria de la selección española de fútbol en el mundial de Suráfrica puede tener diversas lecturas, pero hoy quiero hacer una que seguro que no va a salir reflejada en los medios "oficiales" de comunicación. El partido que ayer pudimos contemplar posee muchas semejanzas con el modelo económico y social del capitalismo financierizado en el que nos encontramos. Veamos cuáles son esas semejanzas. Las primeras son obvias y servirían para cualquier modelo social: un mismo terreno de juego puede tener semejanza con el medio natural en el que vivimos; unas normas comunes aceptadas por todos son fáciles de asimilar al estado de derecho en el que se desenvuelve la vida social; unos árbitros que moderan y aplican esas normas, léase gobierno y fuerzas del estado. Podríamos ir más allá y comparar al público presente y a la audiencia televisiva como la imagen de la divinidad que todo lo ve sin intervenir más que para jalear a "su" equipo, la típica deidad complaciente de los imperios. Esto valdría para cualquier partido de fútbol, que en sí, como cualquier deporte mayoritario en un sociedad, es un trasunto del orden social y una metáfora de la vida humana. Pero el partido que vimos ayer tiene un plus de sentido. Creo que no hace falta ser español para haber contemplado como la selección española quiso hacer fútbol mientras la holandesa salió al terreno de juego a evitarlo, consciente de su inferioridad como equipo y con la clarísima intención de romper cualquier posibilidad de que el equipo rival armara su juego. Para conseguirlo recurrió al juego sucio, intimidando a los jugadores de la selección española e intentando cortar lo antes posible el famoso "tiqui-taca", que tan letal podía resultar a Holanda. Se plantaron muy bien en el terreno de juego propio, especulando con la posibilidad de coger al rival a la contra o en una jugada aislada a balón parado; ese ha sido su juego en todo el mundial y le ha dado grandes réditos, pero ese juego sólo es posible porque los encargados de aplicar las normas las interpretan de forma laxa o con una mal entendida ecuanimidad. De esta manera, pudimos ver cómo en cuanto la selección española construyó su hermoso juego, durante los primeros 15 minutos, la holandesa se dedicó a repartir golpes con muy mala intención, presionando por demás al árbitro que no se atrevía a ser expeditivo. Esto fue aprovechado para seguir con la táctica y les dio el esperado beneficio: durante más de sesenta minutos, la selección española fue incapaz de jugar a lo suyo y acabó haciendo el juego, zafio y burdo, de los holandeses. Al final, no sin cierta justicia, la selección que ha puesto el mejor fútbol de los últimos años y que siempre ha querido salir a jugar, se llevó el triunfo, pero no fue gracias a quien debía aplicar las normas.
En el modelo capitalista auspiciado por los grandes ideólogos de la escuela de Chicago, los Chicago boys de Friedman (que se pudra en el infierno), los gobiernos y las leyes sólo deben cumplir la función que en el partido de la final del mundial de fútbol, adoptó el árbitro: dar "libertad" para que cada cual haga lo que quiera siempre que no se salga del terreno de juego y asegurar que las "normas" se aplican con ecuanimidad, castigando por igual a los dos contendientes y sin dejarse llevar por criterios de justicia que van más allá de las normas. Fue evidente que Holanda salió ayer a romper el partido y eso el árbitro debía haberlo cortado desde el principio, porque su papel no es ser ecuánime sino velar porque se juegue lo mejor posible. De la misma manera, la función de los estados y gobiernos no es permitir que haya economía y que esta se mueva según criterios supuestamente racionales, sino permitir que los seres humanos lo sean sin que los más fuertes puedan imponerse a los demás.
Esta es una lección del fútbol que podríamos aplicar al mundo de hoy. Ojalá en el mundo actual venzan también los que buscan un mundo justo donde todos podamos vivir y que los gobiernos se apliquen a ello y no a dejar una ilusoria libertad económica que sólo beneficia a los usureros y a los especuladores.
3 comentarios:
Elfútbol como parábola de la vida. Susceptible de ser leído en clave política-económica. Caben otras lecturas, porque la vida es poliédrica. Por ejemplo: el fútbol como lo que une a un grupo que, a veces, parece dividido por tantas otras cosas. Buscar lo que nos une y no acentuar lo que nos separa. Un canal catalán, el 3/24 dedicó varias horas de programación en catalán, naturalmente, a analizar positivamente el juego de "España" (decía España, no La Roja) y a conectar con distintas ciudades catalanas, entre otras Girona y, por supuesto Barcelona, en la que los aficcionados lucían banderas españolas y jaleaban el triunfo español. Debajo de muchas diferencias puede que haya cosas más fuertes que nos unan. Támbién a los creyentes en una Iglesia plural. El fútbol como parábola de la vida, y de la vida eclesial. Ojalá
Comparación muy acertada. Dice el viejo refrán que en la mesa y en el juego se conoce al caballero. La selección española ha mostrado en su juego la mejor cara de los españoles.
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
mario benedetti
a la Roja
ese niño que llevamos dentro
y sigue jugando
en el tiki-taka de la vida
Publicar un comentario