sábado, 6 de marzo de 2010

El enano jorobado

Andaba últimamente un poco alicaído con la cuestión del mesianismo cristiano y me ha llegado, como el hijo pródigo, el texto de José Antonio Zamora en el último número de Iglesia Viva. El artículo lleva un título muy ajustado a mis preocupaciones actuales: "Mesianismo y escatología: la resurrección política de Pablo". El artículo-regalo de Zamora no tiene desperdicio y viene a poner un poco de orden filosófico y político en el año paulino que tantas aberraciones nos ha dejado en el campo teológico. Sus preocupaciones coinciden con las mías casi punto por punto, y los autores que le sirven de apoyo y acicate forman el trasfondo de mi pensamiento. Una frase de Zizek puede ayudarnos a entender lo que digo, porque cuando un ateo declarado es capaz de escribir que "el auténtico legado cristiano es demasiado precioso para dejarlo en manos de fundamentalistas perturbados", entonces es que algo va muy mal en el cristianismo y en el mundo. En el cristianismo porque otros perciben lo que nosotros no somos capaces ni de oler; en el mundo, porque hace tiempo que perdió el horizonte salvífico que la vena escatológica cristiana había insuflado en él.
El llorado Walter Benjamin tenía una experiencia semejante en los años previos a su suicidio provocado. Perseguido en España por los esbirros nazis, prefirió elegir la muerte antes que se la impusieran. Entre los papeles que dejó había un texto que ha traído cola desde entonces en el campo de la teología lúcida. El texto lleva el nombre genérico de Sobre el concepto de historia y recoge una reflexión sobre la necesidad de recuperar de las garras de una teología exangüe, tanto cristiana como judía, el concepto mesiánico de la historia y el acontecimiento como oposición frontal a la ontología del ser griega que fundamenta todos los imperialismos de la historia. En aquel texto nos refiere la historia de un autómata jugador de ajedrez que siempre vencía a sus contrincantes. El muñeco, vestido a la turca, parecía mover las piezas él mismo, pero en realidad, mediante un ingeniosos juego de espejos, bajo la mesa, se ocultaba un enano jorobado que movía mediante hilos invisibles los brazos del autómata. Según Benjamin, el autómata es el materialismo histórico y el enano jorobado la teología. Ambos deben hacer una especie de pacto tácito con el fin de salvar lo salvable del mundo. Pero tan importante como es este pacto para el mundo, lo es para la teología porque de lo contrario queda fuera de juego en el mundo y se convierte en un instrumento de legitimación del orden criminal del mundo. Como dice Zamora con absoluta precisión "cuando se condena la teología a un fuera de juego político, se construye una religión de sustitución tan alienante como la ideología religiosa". Esto es lo que viene sucediendo desde hace unos decenios, tras la eclosión de los sesenta. La teología ha olvidado su núcleo transformador y revolucionario: la resurrección de los muertos, que nos aboca a una visión mesiánica de lo real y a la expectativa escatológica.

Pablo vivió esta fe de forma radical, inaugurando una teología política subversiva del orden imperial romano y eterno. Frente a la apoteosis helenística del nomos (ley), Pablo propone el crucifiacado por ese mismo nomos imperial. La ley es negada radicalmente como estructura de poder del orden político y la sabiduría de este mundo (la metafísica griega) es sustituida por otro logos, el logos de la cruz. Frente a la ontología griega se propone el acontecimiento mesiánico de la resurrección. No hay ya ser sino hacer; no hay ley natural, sino libertad radical para postular el acto de afirmación de las víctimas de este mundo frente a todos los victimarios. En Pablo, y con él las primeras comunidades perseguidas, el acontecimiento del Mesías representa la ruptura con el orden ontológico del mundo imperial romano.
No puedo sino dar las gracias a José Antonio Zamora por venir a iluminar mis noches oscuras en el quehacer teológico y a darme ánimos para seguir en la brecha de hacer posible lo imposible como única política realista. Los que vivimos del crucificado somos pesimistas por naturaleza, por eso estamos cargados con la esperanza de la resurrección, no como un milagro sino como la posibilidad de la imposibilidad suma. Sólo si lo imposible puede ser pensado, será llevado al acto máximo y allí, en el momento definitivo, tendrá sentido. Ahora bien, éste es el momento difinitivo, no hay otro. El mundo pasará, mis palabras no pasarán.

*La fotografía es de Walter Benjamin. Puede sentirse en ella la apertura pesimista ante el fin definitivo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La alianza que vincula a Dios con el hombre, se hace presente no solo en la revelación, sino también en la redención. El Reinado de Dios es un proceso dinámico que implica el llegar a ser de la humanidad en su plenitud. El Cristo Total. Las formas históricas concretas están en plena evolución. Del aparente caos siempre surge un orden un tiempo nuevo. En esas estamos. W. Benjamín identificó al final de su vida el mesianismo religioso y político. Quizá la prevalencia de lo politico le hizo optar por el tipo de salida de lo histórico. Cuando lo histórico ya no pertenecía a su propia vida. Y no consintió que le escribieran el guión. El materialismo histórico al final de su vida le llevó a la desesperación.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Efectivamente, el materialismo histórico, ya en tiempos de Benjamin por la influencia de la escuela soviética a las órdenes de Stalin, ya no era más que un autómata que hacía un servicio a la estructura de poder soviético. Aquello llevó a la pérdida del poder revolucionario, toda vez que la sociedad sin clases llegaría de todas todas como un deus ex machina que resuelve los problemas al final. De alguna manera, el materialismo histórico se convirtió en lo que hoy es el Reino de Dios para muchos teólogos, un deus ex machina que asegura el triunfo de Dios.
Como muy bien afirma usted en el comentario, "lo histórico ya no pertenecía a su propia vida", porque él no pertenecía a ese mundo, como nosotros los cristianos tampoco pertenecemos a este mundo en que vivimos. También es cierto que no nos vence la desesperanza porque siempre existe el momento de la decisión final.

Anónimo dijo...

Gracias Bernardo, por su comentario. Diría que nuestra esperanza es que Él resucitó. El cristianismo lleva implicito por la fé que como él, tambien nosotros resucitaremos. No podemos caer más bajo que en las manos del Señor. El mesianismo judío necesita de una espera más dilatada en el espacio-tiempo : el Mesías, aún tiene uqe llegar. Y a muchos les urge la salida, no tienen espera: el dolor de la historia les axfixia antes. La misericordia supera al juicio

Un cordial saludo. Gracias por no maquillar la lucidez en almibar.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Magnífica expresión: "no maquillar la lucidez en almibar". Muy acertada, de ahora en adelante se la copio si no tiene problema en ello.

Un cordial saludo

Anónimo dijo...

Un honor compartir el "copy" de la lucidez y el almibar. Buceando en el concepto,da para un post con enjundia
¡ Peaje del "anonimo" en internet ! :-))

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