Pero, en las actuales circunstancias, las élites gobernantes, no los gobiernos sino los que realmente mandan, han decidido que las cosas deben cambiar y que ya está bien de ser solidarios con los haraganes y los descamisados, que ha llegado la hora de poner las cosas en su sitio y de hacer que los que quieran comer trabajen. La solidaridad debe ser con aquellos que producen, que aumentan la riqueza, que mueven el mundo, con los ricos. Ha llegado el momento de que todo ese dinero que los estados dedican a las gentes normales, vuelva a sus verdaderos depositarios y ellos lo disfruten como es debido. Nada de gasto social, que los parados se ganen su plato diario, que los pensionistas reduzcan sus pretensiones y que los privilegiados que tienen trabajo apechuguen con más años de cotización y menos ingresos. Ha llegado el momento de hacer que el capitalismo lo sea de verdad y no esa parodia de socialdemocracia que sólo tenía sentido por el miedo a la revolución bolchevique. Ha llegado el momento de la revolución de los ricos, que según Baffet están ganando la lucha de clases y lo hacen mediante la inversión copernicana de los fundamentos del modelo económico industrial de los últimos doscientos años. Ahora son los asalariados los que corren con todos los riesgos: paro, disminución de ingresos, inestabilidad, inseguridad. Y los dueños lo que tienen todos los seguros contra el riesgo de la crisis.
Este curso va a ser largo y desembocará en la mayor operación de reescritura del modelo económico y social occidental. Ahora, la solidaridad será con los ricos. ¿Hay motivos o no los hay para protestar?
*Como está claro en la imagen, hay que ser solidarios con ellos.
4 comentarios:
¿Preparando la huelga general, compadre? Las encuestas en España preveen un-rajoy-en-la-moncloa, para darle más glamour a las ruedas de prensa.
Pues no vamos a mustiarnos a principios de septiembre, que esto no ha hecho más que empezar. Al final misterobama tocará a rebato, y todos firmes.
Unos mueren de exito y otros de hambre. A los primeros, ya les puede ir dando...p'al pelo y el colesterol.
¡ Buena rentrée y no nos castigue mister blogger con muchos post-gore, denos un respirito de vez en cuando que es usted very pero que muy very fuerte. Saludos
Hasta que no pertenezcamos todos al Bildelberg-club, nada que hacer.
Otoño caliente. Huelga general. Probable cambio de inquilino en la Moncloa.
Si los ricos tambien lloran, los pobres se tragan las lágrimas, aprietan los dientes y tiran p'alante.
¿ Preparando la huelga general ? No nos castigue con muchos post-gore, denos un respirito misterblogguer !
Buena rentrée !
Yo creo que el tema no es tan “blanco o negro”, Bernardo. Como sabes mejor que yo, los beneficios sociales que pueda otorgar el Estado no surgen de la nada, sino que surgen de todo el entramado empresarial, que en España se basa sobre todo en la pequeña y mediana empresa. Cuando hablas de centrar la inversión en el gasto público, me surge la duda de quién va a sufragar ese gasto público. A mí entender, lo privado y lo público deben ir de la mano, en un equilibrio dinámico en el que la última palabra, o en el que un control adecuado lo debe realizar el gobierno. Para mí el crédito privado no es negativo —entiendo que todos lo usamos—, sino que lo que es negativo es el crédito privado excesivo, ajeno a la realidad, y que es lo que ha ocurrido en estos años, situación de la que entiendo que todos somos culpables: Estado por no controlar semejante vorágine; bancos por centrarse enfermizamente en sus beneficios sin atender a la realidad económica; y ciudadanos por querer aspirar a más de lo que razonablemente podían. ¿Cómo no va a reducir el Estado sus prestaciones económicas? ¿Cómo las iba a pagar? Lo que yo creo que tendría que haber hecho es haber tomado medidas hace mucho tiempo para no llegar a esta situación tan deplorable para todos, aunque es como suele ocurrir el más débil —el ciudadano de a pie— el que paga el pato.
Efectivamente, estimado Desiderio, el Estado es responsable civil subsidiario, por decirlo de alguna manera, pero ahora se trata de una situación límite. Ya no estamos ante una posibilidad de esto o aquello, sino que se trata de salvar la economía, es decir, salvar el país. Las medidas deben ser extremas y es el Estado quien debe tomar las riendas y asumir las funciones de las que ha hecho dejación durante tantos años.
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