Para mí es evidente lo que los datos nos muestran tozudamente, a saber: que en los últimos tres años el número de muy ricos se ha visto incrementado en un 10%, siendo su riqueza un 30% superior a los años anteriores a la crisis; que, paralelamente, el número de pobres ha crecido otro 10%, viendo disminuidos sus ingresos en otro tanto en conjunto; que los principales causantes de esto, los bancos, siguen teniendo beneficios; que el número de parados se ha multiplicado por dos, mientras los beneficios empresariales siguen subiendo, un moderado 5%; que la enorme deuda de las entidades financieras ahora computa en el debe del estado y por ello hemos de pagar los intereses correspondientes; que aquella odiosa deuda sirvió para salvar a los bancos, bien esté, pero también a los banqueros, responsables a la sazón del desaguisado; que la Seguridad Social obtuvo un superávit en 2009, año malísimo para el empleo, de 7.000 millones de euros, sumando ya más de 30.000 de ahorro en su caja; que durante los últimos 10 años se han recortado los impuestos a las clases altas, un total de ahorro para ellas de 10.000 millones; que la Seguridad Social ha perdido en ingresos otros 10.000 millones por las reducciones de cotizaciones de empresas y demás regalos fiscales; que las grandes fortunas siguen sin tributar y se llevan los dineros a paraísos fiscales y lo más que hacemos es rogarles que lo devuelvan a su amado país; que con un 10% de la riqueza de los muy ricos bastaría para no tener que ir a esos mercados internacionales a pedir financiación; y suma y sigue.
Si no tuviéramos tal nivel de amnesia, quizás nos indignarían todas estas verdades y saldría la fuerza y bravura suficiente para hacer frente a una realidad que puede cambiarse con arrojo y valentía suficientes, aunque muy bien conozco el problema que nos atenaza, ese problema tiene un nombre: los medios de intoxicación de masas. Son los medios los que nos convencieron de que era necesario salvar a los bancos y, cómo no, a los banqueros; fueron esos mismos medios los que jalearon las medidas a tomar como imprescindibles, y son también los medios los que repiten machaconamente el discurso estúpido y pueril que exige pagar a los mercados internacionales su tributo. Hay que ser muy estúpido o estar fuertemente ideologizado para aceptar el chantaje del ultraliberalismo dictatorial que nos gobierna. Eso, o que no tenemos sangre en las venas. Cada cual que elija la opción que le parezca más oportuna: o amnesia o anemia.
1 comentario:
No hay ningún medio de información generalista que ofrezca los datos que tú ofreces. Para saber de ellos hay que rebuscar por internet. Tus datos son buenos, claro, pero no es un problema de pérdida de memoria (amnesia) cuanto de falta de información y de buena explicación. La gente sabe de su sueldo, de si se lo suben o lo se lo bajan. Y hasta ahí llegan sus conocimientos económicos. Falta formación e información. Ah, y desgraciadamente, ni aquellos que tienen buen sueldo se preocupan de mucho más, ni aquellos que lo tienen malo pueden ocuparse de otra cosa que no sea sobrevivir. La macroeconomía es como un fantasma etereo que está por ahí, pero nadie sabe cómo agarrar. Eso me lleva a una idea antigua, que quizás habría que revitalizar: concientizar, concientizar, concientizar. Gracias por tu grano de arena.
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