sábado, 23 de octubre de 2010

La cólera de Haití

Suma y sigue en Haití. A la catástrofe natural del terremoto se sumó la humana de una pésima organización de la ayuda y de los intereses geoestratégicos de las potencias de la zona. Ahora viene a llover sobre mojado. Una epidemia de cólera se ha abatido sobre este pueblo castigado por la desgracia. La epidemia se ha desatado en un lugar que el terremoto dejó intacto y donde miles de refugiados buscaron el asilo que no encontraron en otro lugar. Pero como no se tuvo suficiente previsión, las condiciones de hacinamiento y miseria fueron el caldo de cultivo perfecto para que la enfermedad hiciera aparición y se tornara una epidemia en toda regla. Es muy probable que las aguas fecales de los campamentos de refugiados, contaminadas con la bacteria, hayan llegado al río y por medio de este infecten a una población considerable. El problema se veía venir, pero Haití ha dejado de estar en los medios hace mucho y la ayuda internacional se restringe a lo que puedan hacer las ongs, que están desbordadas.
El gran problema de Haití sigue siendo el mismo que denunciamos aquí en su momento: la falta de un gobierno real. Haití es un país invadido por tropas extranjeras que únicamente se dedican a asegurar los intereses de sus multinacionales y la política geoestratégica. Nada han hecho esas tropas por impedir el verdadero peligro que se cierne sobre la población: el hambre, la miseria y las enfermedades. De lo que sí se han cuidado muy bien es de impedir que la voluntad popular expresada en las urnas hace años sea respetada y que el gobierno legítimo tome posesión. Lo que ahora sucede en Haití es lo mismo que en Guatemala. La diferencia en que en este último país el terremoto fue político. Personalmente no creo en las casualidades y entiendo que las circunstancias siempre favorecen los intereses bastardos de los más poderosos. Haría falta una verdadera epidemia de cólera mundial, pero de cólera moral ante tanto atropello a los derechos de los seres humanos, sobre todo los más débiles. Con todo lo que las tropas de ocupación de Haití han dedicado a su misión invasora se podría haber puesto en funcionamiento un mínimo gobierno que ejecutara una política por el pueblo. Después de todo este tiempo aún estamos como en los aciagos días del terremoto y no hay visos de solución.

La cólera y no el cólera, debería ser nuestra fuerza para la sublevación moral ante tanta injusticia en este mundo. La Santa ira, con la que se nos remueven las entrañas ante tanto sufrimiento injusto y evitable, ante tanto dolor sin más sentido que el de permitir el lujo y despilfarro de unos cuantos. A ver si el cólera en Haití despierta la cólera entre los hombres de buena fe.

2 comentarios:

Martín dijo...

El asunto de la pobreza que engendra más pobreza, de la riqueza que siempre se multiplica, del poder que se corrompe defendiendo los intereses del rico y del poderoso, cada día me preocupa más. La liturgia dominical de hoy comienza con una lectura que dice que "Dios no es parcial con el pobre". Eso se entiende en un contexto que era actual cuando eso se escribió y sigue siendo actual hoy: el contexto de los ricos y poderosos que corrompen a los jueces, unos jueces que son parciales, que siempre aplican la ley beneficiando al rico. Dios no es así. Y ese Dios nos llama a ser parciales con los oprimidos. Acabo de leer algo sobre lo que te invito a reflexionar (a lo mejor escribo yo algo, pero podemos compartir la idea): no debemos plantearnos en teología el problema de Dios después de Auschwitz, sino en Auschwitz, o en Haiti.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Recojo el guante, Martín. Me parece que es la única manera de abordar la teodicea en sentido cristiano: Dios en el dolor, en el sufrimiento, en el pecado y en la muerte. A ver qué sale.

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