viernes, 25 de febrero de 2011

Sit tibi terra gravis

Acaba de acontecer uno de esos hechos que marcan una época. A modo de metáfora, la muerte de uno de los apologistas del neoliberalismo sirve como sinécdoque de la muerte del capitalismo global. El deceso de Daniel Bell marca un hito en el desarrollo de la apología del capitalismo, su muerte es el último acto de su apología obscena. No se equivocó en su último libro fundamental, Las contradicciones culturales del capitalismo, en que el desarrollo del deseo de satisfacción instantáneo acabaría con el propio capitalismo, nacido al calor de la concepción calvinista del trabajo y del esfuerzo. A diferencia del catolicismo, para el calvinismo, la riqueza es el signo externo de la elección divina y esa riqueza es fruto del esfuerzo y la labor de años de esfuerzo. De ningún modo la riqueza es ostentación para un verdadero calvinista, ni tampoco el disfrute puro y simple, es la demostración palpable de la elección divina y de la presencia en él de la gracia. Pero la deriva consumista y hedonista del capitalismo de los últimos 20 años lo llevaba inexorablemente a la profunda crisis donde ahora se ve. Como digo, es lo único en lo que este cripto-ideólogo acertó. Él, que propugnó el fin de la ideología, fue el mayor ideólogo vivo; él, que nos advirtió de la llegada de la sociedad postindustrial y el fin del trabajo como esfuerzo penoso, pasando todos a vivir en una sociedad del gozo de vivir, ocultó el verdadero efecto de esa sociedad: el traslado a los países empobrecidos de la penosa producción industrial y la externalización de los costes de producción.

Sit tibi terra gravis, Daniel, para que así llegues a comprender el daño que tus reflexiones han ayudado a producir en el mundo entero y ese sea el motivo de tu difícil redención. Al menos, tu pensamiento morirá con el sistema social que ayudaste a producir y en toda la tierra no quedará memoria de ti ni de los que son como tú.
Pereat in pacem.

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