De las rebeliones populares que se están produciendo en el mundo musulmán, la de Libia es muy diferente al resto, es la única que se parece a lo sucedido en Irak, y se parece demasiado como para no temer un mismo final. Aunque en principio en Libia no había un régimen amigo, como sí lo fue el de Sadam Husseín, Gadafi ha sido domesticado mediante el palo y la zanahoria, sobre todo la zanahoria de la riqueza. El coronel y sus allegados han acumulado una enorme riqueza en los países europeos y en paraísos fiscales donde está bien segura. Además, ha sido uno de los mejores clientes de las empresas de armas, uno de los mejores gendarmes de la frontera sur y uno de los mejores subcontratistas en la lucha contra el llamado terrorismo islámico.
Pero ahora las cosas han cambiado. Tal y como se perfila el futuro del petróleo, controlar el 3% de las reservas mundiales probadas de petróleo y gas que hay en Libia no es para despreciarlo. Si por el 7% mereció la muerte de más de un millón de personas en Irak, el 3% bien puede merecer medio millón. Hasta ahora se habían adelantado China y Rusia y eso estaba exigiendo dar un golpe de timón y como la ocasión la pintan calva, aprovechando las revueltas que se producían en Egipto y Túnez, se armó milicias contra Gadafi, como estamos conociendo, desde antes de diciembre (The Independet).
Gadafi es un dictador cruel y sanguinario, como tantos dictadores que están siendo protegidos hoy día: Arabia Saudí, Qatar, Kuwait, Guinea Ecuatorial... Todos ellos están cortados por el mismo patrón, la única diferencia con Gadafi es que éste es un estorbo ahora y esa es la causa de su fin. Este fin llegará mediante una intervención militar, como quieren los gobiernos europeos, amparándose en el precedente de Kosovo. Se realizaría una supuesta intervención humanitaria para evitar más crímenes. Pero como en Kosovo, los crímenes serán evitados a costa de más crímenes y las secuelas serán impredecibles. Además, una intervención de este tipo establecería un precedente peligroso de injerencia en los asuntos de un país. Si esta intervención llega sin el amparo de la ONU o con él, Irán puede echarse a temblar, y volveremos al déjà vu constante en que se ha convertido la historia en la postmodernidad.
Hacia un mundo en quiebra vamos...
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