martes, 17 de mayo de 2011

"Casualidades" cósmicas

Hace unos años impartía un curso sobre las circunstancias que son necesarias para la existencia del ser humano en este pequeño rincón del Universo que llamamos Tierra. Utilizaba un título que recordaba el del precioso libro de Gribbin y Rees, Coincidencias cósmicas. Yo prefería llamarlas "casualidades", como cuando decimos "qué casualidad" en tono irónico. Porque ese era el tono que tenía todo el curso, el de cierta ironía sobre los parámetros necesarios para la vida. Esta ironía me vino a la mente leyendo el susodicho libro. Allí nos dicen estos autores que si la intensidad de la gravedad fuera sólo 10 elevado a 26 veces más débil que la eléctrica en lugar de ser de 10 elevado a 36, el Universo sería mucho más pequeño y los procesos estelares ocurrirían a mucha mayor velocidad, impidiendo la suficiente estabilidad para generar la vida que conocemos. Pero si la diferencia fuese mayor, entonces sería mucho más grande, impidiendo también el desarrollo de la vida. Y yo me dije, -"qué casualidad". Esto me llevó a investigar más y descubrí unas cuantas de estas "casualidades".

La primera es ya en la formación del sistema solar. Hace 4.500 millones de años, cuando la Tierra era una bola de magma incandescente en proceso de enfriamiento, un planeta del tamaño de Marte chocó con una inclinación de 45º con la Tierra. El impacto provocó que los núcleos de ambos planetas quedaran fusionados, mientras de la corteza de la Tierra salieran disparados materiales suficientes como para conformar la Luna. Estos materiales quedaron atrapados por la gravedad de la nueva Tierra e crearon algo muy extraño en el sistema solar y, en general, en los sistemas que conocemos: un planeta rocoso con un satélite de un tercio su tamaño. Pues bien, todos sabemos la importancia de la Luna para la tierra en la cuestión de las mareas y como esto influye en la creación y distribución de la vida marina, pero lo primero y más importante es que la Luna permite que el eje de rotación de la Tierra permanezca estable, con una oscilación de un grado como máximo. Esta estabilidad es la que permite la regularidad estacional y la climática, y por tanto la vida de seres superiores y no la mera existencia de bacterias.

Volviendo al choque inicial; resulta que aquella fusión de los núcleos creó lo que también es una rareza entre los planetas rocosos: su doble núcleo masivo de hierro y níquel. El níquel, menos pesado, gira alrededor del hierro. Esta fricción genera el campo electromagnético, que nos protege de los mortales rayos solares. Sin este escudo la tierra sería un erial azotado por enormes huracanes provocados por el calor de los rayos solares y cualquier vida debería darse en lugares escondidos de la radiación. Por tanto, aquel impacto es la causa remota de la existencia de vida y de vida compleja y desarrollada. Tengamos en cuenta que el planeta Tierra es uno de los raros planetas que se encuentran en la zona habitable de su estrella para la vida. Pero estando en la zona habitable está muy cerca del Sol y eso hace que los rayos solares sean mortales para la vida. Sin embargo, ese escudo nos protege. ¿No es casualidad?

Andando los millones de años la vida se desarrolló de forma inmediata, en cuanto pudo. Llenos los océanos de seres capaces de producir oxígeno, este gas, veneno para el resto, empezó a colmar la atmósfera, pero hasta una cantidad adecuada. Si hubiera más de un 25% de oxígeno, la atmósfera ardería en cualquier tormenta; si menos de un 15%, la vida sería casi imposible para seres superiores fuera del agua. Esa proporción, sobre un 20%, es la adecuada para la aparición de seres como nosotros, ni más ni menos. No deja de maravillarme que seres sin ningún tipo de conciencia acaben produciendo justo lo que es necesario para la existencia de los humanos. Pero esto no es todo. A lo largo de la existencia de la vida en la Tierra se han producido cinco extinciones masivas de la misma. En todas ellas, la vida ha tomado un rumbo que nos acercaba más hacia los humanos. Como ejemplo tomemos dos de ellas: la extinción del cámbrico y la de los dinosaurios.

Durante el cámbrico, hace unos 500 millones de años, se produjo una extinción masiva del 90% de los seres vivos, todos marinos. De los supervivientes, Pikaia es el más importante. Mientras los extinguidos eran todos de caparazón externo, Pikaia era un cordado, es decir, poseía lo que luego se convertirá por evolución en la columna vertebral de los mamíferos. De no haberse producido la extinción del resto, al estar mejor adapatados hubieran impedido la evolución de esta línea que acabaría en los peces, los reptiles y los mamíferos y de ahí a los humanos. Lo mismo que sucedió hace unos 65 millones de años, cuando un meteorito acabó en dos años con todos los seres vivos no marinos de más de 25 kilogramos de peso. Esa extinción fue milagrosa, porque los mamíferos, muy pequeños, tenían impedida un evolución libre. El meteorito modificó las condiciones de vida precisamente en la línea necesario para producir a los humanos. ¿No es casualidad?

Dejo un pequeño vídeo explicativo.

4 comentarios:

Martín dijo...

Sabes de sobra que los días 8, 9 y 10 de junio hay un encuentro en Valladolid sobre el tema "Diálogo Ciencia y Fe". No sé si tendremos ocasión de vernos allí. En todo caso, tu post es un buen aperitivo. Lo más interesante de todos estos datos son las preguntas que suscitan aún cuando pretenden dar respuestas. No porque las preguntas conduzcan a Dios, sino porque las preguntas dejan abierto el problema.

Joaquín dijo...

Pertenezco al club de quienes no les convence el argumento antrópico, que no es más que una ilusión óptica. Como decir: "es maravilloso que tengamos dos pies, para que, al caminar, uno siempre vaya delante y otro detrás, alternadamente".

El argumento antrópico sería válido si la historia del universo conocido fuera única. Pero si aceptamos como hipótesis los múltiples universos, y una secuencia indefinida de expansiones y disoluciones, la configuración de nuestros parámetros no deja de ser una combinación casual. También el universo juega al "ensayo y error": en algunas versiones del cosmos habrá aparecido la vida, y en otras no (o al menos, configurada tal como la conocemos aquí).

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Y ¿no es maravilloso, querido Joaquín, que el Universo juegue al ensayo-error y haya salido la cosa tan bien? A mí me sigue causando admiración la perfecta armonía que hay en todo y cómo todo se confabula para la existencia de un ser autoconsciente. El principio antrópico puede ser una perogrullada, en el fondo, pero tú y yo estamos aquí y eso es maravilloso.

Un cordial saludo

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Querido Martín, no podré estar en el Congreso. El tema es apetitoso y estaré al tanto de la publicación.

Un abrazo

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