miércoles, 1 de junio de 2011

Un planeta con freno y marcha atrás

Se hace evidente, para quien quiera abrir los ojos y mirar sin las anteojeras ideológicas del modelo imperante, que este planeta necesita urgentemente que tiremos del freno de emergencia y que pronto empecemos a circular en la dirección opuesta a la que hemos estado avanzando sin sentido y a toda velocidad hacia el abismo de la destrucción física de los medios de vida de la humanidad. Los datos no dejan de confirmarlo de forma pertinaz, como la famosa sequía franquista, y sistemática, como la aparición del Espíritu en la filosofía hegeliana. Ayer mismo, la Agencia Internacional de la Energía nos amenazaba con la cifra de emisiones de CO2 del año 2010: 30 gigatoneladas. Esta cantidad es un 5% superior a la de 2008, tras el breve receso de 2009. Esto indica que la manida crisis no ha supuesto una disminución de las emisiones contaminantes, pues el uso masivo de energías fósiles, un 40% de carbón, un 36% de petróleo y el resto de gas, no deja de incrementarse por momentos, sin que se vea en el horizonte un verdadero interés por su reducción. Es más, el paulatino incremento en el uso de energías limpias no ha impedido, sino todo lo contrario, el aumento imparable de las energías fósiles. Las energías alternativas están siendo utilizadas para cubrir el expediente ecológico, o bien, como complemento de las energías tradicionales. Si se cumpliera la teoría que nos machacan a diario, el incremento de los parques eólicos y solares debería tener el efecto de disminuir la utilización de petróleo o carbón, sin embargo, lo que sucede es lo contrario. El petróleo y el carbón aumentan su consumo y el gasto energético total aumenta.

A este ritmo, la fecha que el Panel Intergumental para el Cambio Climático da como límite para tomar medidas eficaces de reducción de las emisiones contaminantes, 2020, se antoja imposible de cumplir, toda vez que en este año en el que estamos deberíamos reducir un 15% las emisiones sobre 2007 y lo que estamos haciendo es aumentar en un 10%. Con estos datos, de forma totalmente realista, la Agencia Internacional de la Energía, ha dicho que será imposible evitar el aumento de 2ºC a final de siglo. Es más, lo seguro es que superaremos los 3ºC en 2050 y eso es catastrófico. Aunque lo más catastrófico sería que la alternativa, ya dejada de lado por algunos, de la energía nuclear se impusiera como modelo energético futuro. Ya hemos visto las consecuencias que la imprevisión y la disminución de inversión en seguridad ha tenido en Japón. La semana pasada reconocía la empresa propietaria de Fukushima que al día siguiente del tsunami ya se había fundido el núcleo de tres reactores, no de uno. Hoy nos dicen que creen poder controlar la temperatura y que evitarán lo peor: que se funda la vasija del reactor y el magma nuclear se filtre hacia el subsuelo. Pero, a estas alturas quién los cree.

Debemos tirar del freno de emergencia y dar marcha atrás. Es necesario que pongamos nuestras mentes a pensar rápidamente y reduzcamos de forma drástica nuestro nivel de consumo. Habría que establecer un sistema de cartillas de racionamiento para los productos básicos y para la energía y distribuir así lo que es escaso en el planeta. Hay que poner en práctica la filosofía del decrecimiento y todas las medidas ecológicas que el movimiento ecologista ha estado siempre impulsando. Ya no hay tiempo para dilaciones, hemos llegado a la era de las consecuencias y sólo podemos tomar medidas de emergencia.

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