sábado, 2 de julio de 2011

El Espíritu y la Letra y el Sagrado Corazón

La realidad más difícil de todas las que han de vivirse en sociedad es saber aplicar el espíritu de la letra de la Ley. Por fuerza, la Ley debe ser escrita, el corpus legal es el que permite evitar la arbitrariedad, de ahí que deba ponerse por escrito, pero una vez en negro sobre blanco hay que llevar a cabo un proceso de interpretación constante que debe hacerse con prudencia e inteligencia. Una Ley que se aplicara tal cual aparece en su letra sería inhumana, no se adaptaría a las circunstancias y acabaría muerta al poco de ser promulgada; pero una Ley que pudiera interpretarse al libre arbitrio de cada cual impediría la necesaria estabilidad que las relaciones sociales necesitan para poder mantenerse a lo largo del tiempo.
El problema no es nuevo y tiene tantos años como los grupos sociales. Recordemos el Código de leyes más importante de la antigüedad: el de Hammurabi. Allí se ponía por escrito la famosa ley del Talión, ojo por ojo y diente por diente. Aquello, que hoy nos parece anticuado, era un gran avance, pues limitaba el derecho consuetudinario a la venganza. Mediante ésta, nunca tiene fin la violencia, pues cada cual es libre de interpretar hasta donde llega su derecho a la venganza. La ley del Talión permite establecer un límite: cada cual debe ser castigado o resarcido en proporción al mal causado o padecido. A partir de ahí, el legislador intervendrá para evitar la violencia infinita del código de venganza.
El Nuevo Testamento también sabe mucho de esto. El propio Jesús nos dice que hay que sustituir la proporcionalidad del Talión por el perdón extremo, incluso por la propia ignominia ante los demás con el fin de cortar la ley de la venganza. Lo ha expresado con rotundidad René Girard en La violencia y lo Sagrado. La sociedad intenta desviar la violencia destructora hacia una víctima propiciatoria, el chivo expiatorio, que salda las deudas sociales contraídas en la vida de las comunidades. Se trata de aceptar el hecho y convertirse uno a sí mismo en la víctima propiciatoria para cortar con la violencia destructora, como Jesús. Pero el problema es cómo legislar, es decir, poner por escrito algo que es puro don, puro espíritu. He ahí el problema de la Ley y la interpretación, del Espíritu y la Letra, del Sagrado Corazón capaz de darse en pleno a todos sin reservarse nada para sí. He aquí la más pura inocencia, el amor que todo lo sana, el sentido más pleno de toda Ley.

Ayer, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, fue a Casa del Padre Pedro de Fátima, franciscano y profesor de derecho canónico en el Instituto Teológico de Murcia. Ha sido profesor de muchas generaciones y los que hemos tenido la suerte de ser sus alumnos hemos aprendido la dificultad que entraña la interpretación de la Ley como medio de salvación. Siempre es el Espíritu lo que importa, pero ese Espíritu se da en la Carne de la letra y ahí es donde los hombres hemos de dar las interpretaciones para hacerlo vida. Como otrora hiciera el poverello, el P. Pedro de Fátima intentó vehicular el espíritu del Evangelio en la letra de las normas y a fe que lo consiguió en sus alumnos. Todos estamos agredecidos y rogamos al Padre para que reserve el lugar privilegiado entre los que ya sólo aman y no deben interpretar. Elegir el día del Sagrado Corazón para presentarse al Padre es lo más ajustado a su enseñanza constante.

Terminamos este recuerdo emocionado del maestro con unas de sus muchas y sabias palabras, que transmitía en clase y recogió en sus libros:

"Desde los primeros siglos la institución se va afirmando a sí misma, hasta el extremo de que ya nadie podrá pretender suplantarla. Y lo que comenzó siendo, y siempre debió ser, instrumento subsidiario de servicio, se convirtió muy pronto en un instrumento de poder. Ya no será sólo 'auctoritas', motriz de servicio, sino verdadera 'potestas' de impositivo poder y dominio".
Carisma e institución, Publicaciones del Instituto Teológico Franciscano, Editorial Espigas, Murcia 1994, 70.

¡Qué bien explicaba usted, Padre Pedro, eso de "instrumento subsidiario" en clase. Ahora podrá explicarlo a todos los corazones en la Comunión de los Santos.

1 comentario:

Martín dijo...

Me uno al dolor por el fallecimiento de este sabio hermano franciscano. Por lo que dices debía saber distinguir y relacionar muy bien Ley y Alianza. Seguro que Dios lo ha acogido en su Alianza, que es la que inspira y al mismo tiempo critica todas las leyes.

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