En el combate que tengo abierto contra los postulados inhumanos de la sociedad postmoderna globalizada capitalista me he visto con muchos aliados del pasado. Tomás de Aquino me ha sido muy útil, sobre todo por su consideración de la justicia y del Bien común, pero también hay otros autores útiles. Últimamente me encuentro con el difícil y aleccionador pensamiento de Duns Scoto, el doctor sutil que llamaban los clásicos. Este pensador franciscano recoge lo mejor de la tradición cristiana dentro de la más pura filosofía metafísica, pero una metafísica poco tradicional. De ahí que su pensamiento sea muy útil para dialogar con este mundo postmoderno al que repugna lo metafísico. El pensamiento de este filósofo y teólogo abunda en lo que hay de común entre Dios y las criaturas, el concepto de ente y de la relación entre Dios, el hombre y la Creación. La cuestión es cómo pensar la relación de elementos tan diferentes. Pues bien, entiende Duns Scoto que el hombre, creado ut amati, tiene una potencia obedencial dirigida hacia la potencia de Dios para crear. La potencia obedencial del hombre adulto y la voluntad salvífica de Dios se unen en la fe infusa y en el hábito de la caridad en vistas a la salvación humana. El hombre, creado para ser amado, es salvado en el acto de obediencia a su mismo ser. No tiene que violentarse el hombre para ser salvo, basta con ser lo que Dios quiere de él: un ser amado y amante. Pero, para que el hombre pueda salvarse ha de vivir en medio de una realidad que lo permita, como nos dice Martín Carbajo en la obra que ha editado la Comisión escotista, Giovanni Duns Scoto. Studi e ricerche nel VII Centenario della sua morte, Antonianum, Roma 2008. El pensamiento del doctor sutil puede ampliar el horizonte de un mundo cerrado, como es el postmoderno. En aparente contradicción, la sociedad de la información es la sociedad clausurada. El hombre postmoderno se ha cerrado sobre sí mismo y es incapaz de abrirse al diálogo con el otro, con los otros, con lo otro y con el Otro. Este diálogo, fundamento real del ser humano, es negado en la sociedad liberal capitalista, como nos dice Carbajo “el yo dominador reduce la naturaleza a un conjunto de objetos que él tiene que modelar a su antojo, pues no les reconoce entidad ni sentido en sí mismos. El liberalismo capitalista no siente respeto ni veneración por ella y la utiliza sin escrúpulos, en función de los intereses del momento” (483). La mentalidad postmoderna, competitiva y utilitarista, impide tanto el altruismo como el diálogo, que son Scoto son las fuentes del ser del hombre. Frente a la visión negativa de la naturaleza y del hombre, Scoto propone una antropología basada en la gratuidad y abierta a la trascendencia. Somos dignos porque somos amados y nuestro valor es independiente de lo que poseemos o de la utilidad que mostramos a los demás. El ser es un don y por tanto, las relaciones comerciales del homo oeconomicus, deben subordinarse a la gratuidad, la contemplación, el arte y el gozo desinteresado. Este es el gran regalo de Scoto para el mundo de hoy: el fundamento de una filosofía del diálogo que permita al hombre postmoderno comprenderse a sí mismo y al mundo como lo que son, regalo gratuito y amor constante.
Es grato ver cómo las fuentes del cristianismo están en la línea de combate contra un modelo social que impide al ser lo que Dios quiere de él y reflejar con nitidez la imagen divina que porta. El mundo creado y el hombre son valiosos por sí mismos, no por el producto que pueda obtenerse, como el capitalismo predica. El cristianismo, me atrevo a decir, es anticapitalista por esencia, simplemente porque defiende la Creación de Dios: el hombre y la naturaleza.
1 comentario:
Te leía a tí, leía el texto de Scoto y recordaba al Vaticano II: el hombre, única criatura a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.
Publicar un comentario