Una de las visitas que más nos ha gustado a toda la familia este verano ha sido la casa donde vivió Antonio Machado durante 13 años en Segovia. Fue una visita muy especial, no sólo porque es el poeta favorito de Darío, sino también porque representa mucho de lo que ha sido y es España. En Machado fraguan tanto la genialidad como la decepción; el hombre que ha sufrido mucho y que por ello ha expresado tan bien el alma humana en medio del mundo; pero también, el compromiso social y las consecuencias de este. El golpe de estado del treinta y seis le llevó a la muerte en Collure, tras un largo éxodo que no acabó en ninguna tierra prometida. Llegó, esas son sus palabras en la última carta que se conserva, doce días antes de morir el 22 de febrero, desnutrido y cansado de vivir. Los sufrimientos vitales le llevaron a buscar en la profundidad de su alma la relación con el paisaje y la historia. En ellos encontró la fuerza para seguir tras la pérdida de su amada Leonor. Una de las cosas más hermosas de su periplo por Segovia fue la creación de las "Misiones pedagógicas", el intento por parte de la gente de la cultura de llevar ésta al pueblo, pero, y esto es lo más hermoso, a la vez recoger del pueblo su cultura. En la casa, que puede verse en la imagen arriba, puede verse un gramófono grabador de discos de pizarra que tenía dos utilidades: llevar cultura al pueblo y recoger en grabaciones la cultura popular para crear una discoteca de la misma. Una labor magnífica que dice mucho de aquellas gentes que prepararon el terreno para un renacimiento de España, renacimiento que se vio pronto truncado por la barbarie militar.
En el libro de firmas dejamos un recuerdo de aquellos versos que Machado llevaba en la chaqueta cuando murió:
Estos días azules y este sol de la infancia. Nosotros dejamos algo así como
En estos días azules y este sol eterno donde nos encontramos todos los que hemos compartido esperanzas.
Uno de los poemas que dicen para infantiles:
Pegasos, lindos pegasos
Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera...
Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!.
Estatua homenaje a San Juan de la Cruz. La estatua mira a la ventana de la casa de Antonio Machado, desde donde hice la foto.
2 comentarios:
Enhorabuena por estas vacaciones culturales. Los niños aprenden lo que ven. Así que seguro que a tus niños la visita les habrá hecho un bien del que probablemente solo más adelante serán conscientes. Mi madre un día me dijo, y lo mejor, me puso algunos ejemplos, que ella había hecho con sus hijos lo que su padre antes hizo con ella.
Sí, Martín, esto es sembrar. A nosotros nos encantó y al mayor seguro que el tiempo le irá haciendo comprender mucho de lo que hemos hecho y visto.
Un abrazo.
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